IMAGEN. Cabeza del Cristo de la Veracruz del Convento de San Francisco.
Cultura

La huella gaditana de la escuela de Génova

Sánchez Peña recorre la escultura genovesa policromada en el Cádiz del siglo XVIII

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José Miguel Sánchez Peña propone con su libro , Escultura genovesa, artífices del setecientos en Cádiz, un viaje a través del siglo XVIII gaditano para descubrir el impacto de la escultura genovesa policromada en la ciudad.

El Cádiz de la época era una importante ciudad con una gran influencia en el comercio marítimo. Este aspecto motivó una numerosa presencia foránea formada por flamencos, vizcaínos, cántabros, portugueses, napolitanos y un importante grupo de comerciantes genoveses. Este gremio afincado en la capital comenzó a traer obras de arte religioso, principalmente escultura policromada y mármol, hacia el final del primer tercio del siglo. Obras entre otros del gran escultor Maragliano empezaron a ser muy buscadas en la ciudad, lo que propició una especie de boom de la escultura policromada genovesa. Muchos escultores de la capital de la Liguria, en su mayoría los aprendices y seguidores de los más importantes, decidieron venir para promocionar su labor.

El gremio genovés de Cádiz incluía a trabajadores de todo tipo, mandaderos (los que hacían mandados, parecidos a los mensajeros actuales), peluqueros, abaniqueros y destacaban en particular los carpinteros de ribera y calafates, fiel reflejo de la fama de navegantes de este pueblo. Sánchez Peña destaca el gran número de carpinteros de ribera genoveses en el Real Arsenal de la Carraca de San Fernando. Junto a los escultores llegaron pintores, doradores y policromadores, que se mezclaban con los que ya estaban.

El mármol

Junto con la escultura policromada en madera llegaron también numerosas piezas en mármol. Uno de los capítulos del libro hace referencia a este material, muy utilizado en Italia debido a la existencia de grandes canteras, siendo la de Carrara la más popular. Piezas como altares, columnas, solerías, portadas de casas y elementos de decoración para las iglesias Llegaron a Cádiz desde Italia según ha constatado el autor durante su investigación.

Pilares fundamentales

En el capítulo dedicado a la escultura es reseñable el proceso de familiarización de los recién llegados con los materiales empleados. «En Génova se usaban las maderas de tilo y abedul, mientras que en Cádiz estaban el cedro, el ciprés y el pino, siendo la primera la más noble, que venía de América», afirma Sánchez Peña. Otro de los capítulos habla de las cláusulas de los contratos o los riesgos, como por ejemplo, la que establecía el plazo de un año para volver a hacer la obra y traerla de nuevo ante un ataque de piratas o un hundimiento. Estas cláusulas eran hechas por escrivas ante las partes contratantes.

Escultura genovesa, artífices del setecientos en Cádiz se sustenta según su autor en varios pilares fundamentales. Un apartado dedicado a los datos biográficos, extraídos del archivo gaditano y consistente en una recopilación de partidas de nacimiento, certificados de matrimonio, de defunciones, testamentos y contratos de obras donde se detallaban las condiciones de entrega, de pago junto a sus cláusulas.

Otro de estos puntos de apoyo es el estudio técnico de las obras con las restauraciones que José Miguel Sánchez Peña ha realizado a lo largo de su trayectoria laboral, que le ha servido a la hora de identificar y catalogar. «Las esculturas del convento de las Descalzas, los Cristos de Veracruz y Piedad, los Misterios Dolorosos del Mueso o la Virgen Portacoeli de la parroquia del Carmen son algunas de estas obras», declaró José Miguel Sánchez. Consecuencia del estudio técnico es el análisis y la observación de la escultura en sí con sus características distintivas que la hacen propia de su autor.

El libro incluye también un elenco de escultores genoveses que se pueden dividir en tres grupos, los que permanecieron en Génova, los que vinieron a Cádiz y los que nacieron en la ciudad de padres genoveses. Entre los que enviaban sus obras desde Génova destacan Francesco Galeano, Antonio Molinari, o Anton Maria Maragliano. Pietro Galeano (hermano de Francesco), Giovanni Baptista Maragliano (hijo de Anton Maria) o Francisco Maria Maggio se trasladaron y Juan Gandulfo y Jácome Maggio (hijo de Francisco Maria) nacieron en Cádiz. Otro de estos pilares reúne a doradores, tallistas y policromadores que trabajaron junto a los artistas. Para facilitar la lectura, el autor ha incluido un índice de términos propios de la escultura como batioja (artesano que trabaja el pan de oro) o ángel lamparero (el que sostiene una lámpara de plata). El apartado dedicado a la bibliografía reúne desde tratados del siglo XVIII como el Ratti-Sopranis hasta manuales más actuales. mención también para escultores españoles contemporáneos a los genoveses como los gaditanos Villegas, Pimentel, Alonso Martínez o Luisa Roldán La Roldana; Los sevillanos como Montes de Oca o Hita del Castillo; los valencianos como Ignacio Vergara o Blas Molner y los napolitanos como Nicolas de Fumo y los hermanos Patalano. Son también partes fundamentales de Escultura genovesa, artífices del setecientos en Cádiz, los temas iconográficos, las obras desaparecidas (incendios, saqueos o ventas clandestinas) y las esculturas reformadas y aderezadas por genoveses.

Aspectos externos

En 1993, la biblioteca Franzoniana de Génova editó un libro escrito por el autor en colaboración con Carmen Aranda y Enrique Hormigo que no fue traducido al castellano y se agotó en poco tiempo. Este nuevo volumen nace de la necesidad de ampliarlo.

José Miguel Sánchez Peña ha estado trabajando en él desde hace unos 14 años, «prácticamente desde que salió al mercado el anterior». La difusión correrá a cargo de las librerías Quorum de Cádiz, El Laberinto de Jerez y Céfiro en Sevilla. Entidades como la Biblioteca Franzoniana y la Hispanic Society de Nueva York o el Archivo Español de Arte del CESIC ya cuentan con su ejemplar. Sánchez Peña ha dedicado el libro a la memoria del historiador portuense Hipólito Sancho de Sopranis (1893-1964).