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Gravísimo acierto

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A veces un error gravísimo se convierte en un gravísimo acierto. Al fin se divorció Maragall de Carod Rovira, contra la voluntad de éste, y a partir de ahora, y hasta las nuevas elecciones autonómicas, Cataluña tendrá un gobierno minoritario cuya estabilidad queda en manos de CiU. El líder convergente Artur Mas se comprometió ayer a respetar hasta el 18 de junio la insuficiencia parlamentaria del ejecutivo resultante de la expulsión de los seis consejeros de ERC. En esa fecha se celebrará el referéndum estatutario.

Maragall vivirá en la cuerda floja hasta esa fecha, y en campaña electoral desde esa fecha hasta el día de elecciones. De CiU depende que la llamada a las urnas no se retrase más allá del otoño. Si se exceptúa a ERC, que verá cómo, junto a sus seis consejeros, más de doscientos de sus altos cargos ingresan en el paro político, la consumación de este divorcio institucional se ha recibido con agrado. Resultaba penosa la convivencia en el mismo gabinete ministerial entre quienes van a votar sí al Estatut y el partido que, dominado por sus bases, va a predicar el no. Como los niños excesivamente mimados, ERC ha creído que si pedía la luna, Maragall estaba obligado a entregársela. Llega un día, sin embargo, en el que al niño se le manda a la cama sin postre, es decir, sin consejerías ni doscientos alto cargos.

El PP ha visto en la ruptura del gobierno tripartito una oportunidad excelente para que se aparque el Estatut, se celebren elecciones autonómicas en las que puedan expresarse los ciudadanos de Cataluña, y el nuevo gobierno y el nuevo parlamento decidan después qué hacer con el Estatuto. Es la tesis de Acebes: partir de cero. Pero ninguna otra fuerza política comparte este criterio popular. Para Cataluña, lo importante ahora, lo único importante es el referéndum. Y luego, si logra recuperarse en la Generalitat el ejercicio del seny desaparecido en los terremotos provocados por ERC, las diversas lecturas sobre lo que el resultado de la consulta inspire.

Porque, en primer lugar, se va decidir el sí o el no del Estatut. Pero junto a esa decisión hay ciertas derivadas plebiscitarias, al verse directamente afectados, tanto por la relación entre votos afirmativos y negativos como por el volumen de la participación y la abstención, el mismo presidente Rodríguez Zapatero, que ha echado el resto en esta gran experiencia de remodelación territorial; el president Maragall, obviamente; el estrenado liderazgo de Artur Mas, y la proyección del PP.

A última hora, el voto negativo del PP y de ERC podría verse en parte sofocado por el eslogan de que votar no sería como unir la firma del votante a los cuatro millones de firmas que ha conseguido la campaña popular contra el Estatuto. Pero se teme que los partidarios del sí se dejen vencer por la pereza dominical y no acudan a las urnas en número suficiente para que el referéndum sea un éxito positivo.

Medios del PSOE, partidarios de expulsar de la Generalitat a ERC, sugieren que el presidente Rodríguez Zapatero temía que esta ruptura radicalizase la postura antiestatutaria del independentismo republicano. Y es posible que así suceda, pero esa radicalización, supuesta, se vería siempre compensada con creces por la coherencia que ha recuperado la Generalitat. Carod Rovira decía ayer que había dicho al president, por decirlo con una expresión popular, que «será peor el remedio que la enfermedad».

Se ha roto en Cataluña, según Carod Rovira, la primera experiencia de un Gobierno de izquierdas y catalanistas desde 1939, y el futuro dirá, vino a decir, si podría intentarse de nuevo, aunque no en estas condiciones. La lógica política indica que de momento, la repetición del experimento se hará esperar.