Los sellos de correos engordan
Actualizado: GuardarCuenta José Luis Alvite en una de sus deliciosas columnas del Savoy que la corista Terry Shelton llevaba años a dieta y que incluso dejó de escribir cartas porque estaba segura de que le engordaba la goma de los sellos de correos. Puede que la goma de los sellos engorde, pero no precisamente la cuenta corriente. La carta más furibunda que ha recibido quien esto escribe es la de un incauto que aseguraba que su inversión en sellos le proporcionaba una «rentabilidad» anual del 20%. No hubo manera de hacerle comprender la diferencia entre los cuatro conceptos que deben tenerse en cuenta a la hora de hacer una inversión: plusvalía, seguridad, liquidez, rentabilidad. Si no se ha retirado a tiempo será uno de los 350.000 afectados en la operación judicial realizada ayer contra varias sociedades que podrían haber incurrido en los delitos de estafa, insolvencia punible, blanqueo de capitales, delito contra la Hacienda pública, administración desleal y falsedad documental. Ni siquiera le queda el consuelo al cándido -cuya misiva no voy a transcribir por piedad- de estar cubierto por el fondo de garantía del Estado ni por el Fondo de Garantía de inversiones, porque las compañías que invierten en bienes tangibles no tienen una regulación específica y omiten ese dato en su publicidad.
Dicen los psiquiatras que toda colección tiene un hilo conductor y todo coleccionista es un experto en afinidades. Y debe de ser cierto. Porque hay coleccionistas por puro instinto de propiedad, por extravagancia, por necesidad de autoafirmación. Los hay que pretenden provocar la envidia con aquello que atesoran. Y no faltan los sentimentales, los solitarios y los tímidos para los que poseer algo raro, caro, difícil de encontrar o muy barato pero muy diversificado se convierte en la única razón de su existencia. ¿Pero de qué neurona cojean los que se han dedicado a comprar sellos que nunca han recibido ni recibirán y creen que están engordando una «inversión»?