Sociedad

El cuerpo y los gestos también tienen mucho que decir

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Dicen que una imagen vale más que mil palabras. Y ocurre hasta en una conversación. Porque no sólo es la boca la que habla. El lenguaje corporal es algo que hay que cuidar a la hora de relacionarnos con los demás, especialmente si no son de confianza. Ya se sabe que la primera impresión es la que cuenta. En este sentido, la calidad de la voz y la fluidez cuentan mucho.

Aspectos como el tono (si es monótono, quien escucha acaba desmotivándose), el volumen (en caso de ser demasiado alto, puede abrumar al receptor), el tiempo de locución (hablar demasiado o poco también puede interferir), la velocidad o las pausas ofrecen información sobre el emisor. A ello se une la distancia con el interlocutor, el contacto visual, la postura y los gestos.

Sonrisa y miradas,

Eso sí, lo mejor es no arriesgarse a usar el contacto físico (tocar el brazo al interlocutor, por ejemplo) sin valorar previamente el vínculo que se mantiene con él. Según la psicóloga Margarita Luque, «a mayor intimidad, mayor será la proximidad física con la persona a la que hablamos. Emitimos un mensaje de proximidad o de alejamiento en función de las distancias que adoptemos y también de nuestra forma de reaccionar cuando esa otra persona se introduce en nuestro territorio personal».

Todas estas actitudes se incluyen también dentro de las habilidades sociales. No sólo el contenido de la conversación puede arruinar un encuentro. En este caso, la sonrisa y la mirada son fundamentales. Como indica el psicólogo Enrique García Huete en su libro El arte de relacionarse, «la sonrisa implica agrado, bienestar, distensión, aceptación y serenidad».

Lo mismo ocurre con la mirada, que puede convertirse asimismo en una barrera para la comunicación. «Aunque es necesario que miremos a la otra persona, no debemos llegar al extremo de producirle incomodidad», aclara Margarita Luque. No en vano, el grado de fijeza o la intermitencia de ese contacto visual expresa nuestro interés hacia el interlocutor.

Tampoco hay que descuidar la postura corporal. Como precisa Luque, «si una persona nos cae bien o nos interesa lo que está diciendo, nuestro cuerpo estará un poco inclinado hacia ella. De lo contrario, echaremos el cuerpo ligeramente hacia atrás». Un hecho curioso es que, si existe agrado mutuo, ambos interlocutores suelen adoptar las mismas posturas e incluso hasta los mismos gestos.

Reflejarse en el otro

Es más, como puntualiza la psicoanalista Helena Trujillo, «siempre que nos encontramos frente a alguien, ese alguien funciona para nosotros como un espejo. Sólo nos relacionamos con él si somos capaces de reconocernos en él, si encuentra rasgos de sí mismos en el otro, agradables o desagradables. Nos relacionamos con quien nos identificamos».

El lenguaje corporal es, por tanto esencial en una buena comunicación. De hecho, los especialistas consideran que es más fiable que el verbal, por su poder de espontaneidad y sinceridad. Precisamente, es una gran herramienta para lanzar mensajes al interlocutor.

Tanto para cambiar de tema como para terminar la charla, distanciarse o apartar la mirada suelen ser buenos recursos. Lo mismo que dejar de reforzar los comentarios del interlocutor (no asentir con la cabeza, por ejemplo).