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Un relevo forzado y rodeado de hermetismo

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Dentro de la complicada situación por la que atraviesan en estos momentos los reestructurados servicios de inteligencia de Estados Unidos, la repentina dimisión sin explicaciones de Porter Goss como director de la CIA ha sido cualquier cosa menos voluntaria. El consenso rápidamente cristalizado en Washington, con ayuda de silencios sospechosos y filtraciones a diversos diarios, es que la salida de este ex agente secreto y ex diputado republicano habría sido forzada por John Negroponte, el todopoderoso puesto de 'zar' del espionaje. Puesto creado hace un año en el marco de las radicales reformas impulsadas tras el fiasco del 11-S.

A lo largo de estos retos de transformación y vanidades burocráticas en juego, Negroponte habría chocado repetidamente con Porter Goss casi desde el principio de su fugaz mandato con una gradual falta de entendimiento que ha terminado por llegar hasta la Casa Blanca. Planteándose una forzada salida durante una tensa reunión a puerta cerrada celebrada hace dos semanas entre Goss y Negroponte, irónicamente amigos personales y compañeros de estudios universitarios en Yale.

Dentro de la lista de factores mencionados para explicar la defenestración del saliente director de la CIA, se mencionan problemas con su estilo de liderazgo, el debilitador éxodo de veteranos agentes y analistas, y su reluctancia a la hora de traspasar recursos y atribuciones dentro de la profunda reorganización aprobada por el Congreso de Estados Unidos a la vista de las recomendaciones bipartidistas realizadas por la comisión encarga de investigar las negligencias que hicieron posible los ataques terroristas islamistas del 11-S.

Aunque la Casa Blanca negó ayer que el presidente Bush haya perdido su confianza en Porter Goss, insistiendo en un «acuerdo colectivo» y no una salida forzada.