ANABOLIZANTE

Buenos Aires. Capítulo 1

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La noche de llegada, acudo junto con la gente de La Zaranda a un local cerca de la Plaza de Mayo. No me han comentado nada, no sé qué tipo de sitio es. Se llama, haciendo honor a los orígenes del dueño, El Ávila. Hay una cena privada dentro. Paco golpea la puerta; se acerca el camarero, y tras ver quiénes somos, con una enorme sonrisa, nos hace pasar. Hay gentes en las mesas, mirando hacia un tablao donde una gitana baila flamenco, acompañada de más gitanos y gitanas que tocan y jalean. Luego, oigo claramente: «Tirititrán, tran, tran, tirititrán, tran, tran...» No doy crédito. Alegrías de Cádiz en el fin del Mundo. Luego me cuentan que los gitanos son de origen asturiano y madrileño, aunque ninguno de ellos había pisado España hasta que hace dos años los invitó el embajador. Obviamente no son Carmen Amaya, ni Moraíto, ni Camarón. Pero el público lo pasa bien, intenta acompañar con palmas, golpea las mesas de este local atestado de fotografías y botellas al más puro estilo Manteca.

En Chile, me sorprendió ver a un grupo tradicional de boleros entonando el último éxito de Andy y Lucas. Y también en Costa Rica vi carteles pegados anunciando una actuación del dúo, y escuché por la radio canciones del jerezano David de María. Pero estas alegrías me han cogido el alma a contramano.

«Ay, con el caray, caray, caray, que mire usté las cosas que pasan en Cai...» La gente mueve las cabezas con alegría. «Que pasan en Cai». Cai, Cádi, Cádiz. Buenos Aires. Quiénes de aquí sabrán qué es eso de Cai. Una ciudad chiquitita que se autocontempla cada Carnaval, para volver a olvidarse de sí misma el resto del año, mientras que esta gitana vocea su nombre en un tablao perdido en la noche del Río de la Plata.