El 1 de mayo reivindica la paz
Actualizado: GuardarEmpresarios y trabajadores están a punto de firmar una nueva reforma del mercado de trabajo, arduamente negociada. Y ayer, solemnidad mundial de las reivindicaciones sindicales, las dos grandes centrales españolas, UGT y CCOO, introdujeron en el lema de sus convocatorias unitarias la palabra paz. «Por la paz, empleo estable en igualdad». No hay guerra ni tensión especial en el campo de las relaciones laborales sino el deseo mutuo de patronales y sindicatos de llegar a acuerdos que beneficien a ambas partes. La paz, pues, se refería a la desaparición del terrorismo, la gran esperanza colectiva, meridianamente expuesta en el gran lema unitario de la jornada.
Los dos líderes sindicales, Méndez y Fidalgo, se refirieron a la paz, como deseo, y al proceso que la gestionaría, como esperanza, pero sin olvidar en ningún momento a las víctimas del terrorismo ni a sus familias (Cándido Méndez), y mostrando ambos su apoyo al Gobierno, a las decisiones del Congreso, a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado... En funciones de solidaridad política acudieron a las manifestaciones varios líderes políticos de izquierda, y en la de Madrid, a la que se unió buen número de trabajadores inmigrantes, se hicieron presentes Llamazares, de IU, y José Blanco, del PSOE.
A los informadores parecía interesarles más cómo va a desarrollarse en el Congreso el informe del presidente Zapatero sobre la realidad del alto el fuego etarra, cuando se verifique fehacientemente, que el discurso de la manifestación sindical. De ahí que el socialista Blanco fuera interrogado al respecto y contestase diciendo que «esta esperanza de paz que se abrió en nuestro país tiene que seguir una ruta, en la que tienen que participar todas las fuerzas políticas». La hoja de ruta no es, pues, una metáfora sino un programa de intenciones, aunque de momento, según Blanco, su partido tratará de consensuar la forma en la que tiene que comparecer el presidente del Gobierno y también lo que tiene que resolver el Congreso de los diputados.
Nadie podría negar que el mensaje de los trabajadores españoles, a través de sus centrales, a ETA ha sido de una claridad meridiana, pero ese mensaje también se dirigía a la clase política, a la que no se perdonaría fácilmente que por sus desencuentros partidistas desviase algún partido la ruta marcada en esa hoja que se va elaborando. No fue ayer la primera vez que las centrales reclamaban la paz. En otras ocasiones, y ante acciones etarras de altísima criminalidad, habían exigido el fin del terrorismo, pero es ahora la primera vez que una expectativa de paz, de la desaparición de ETA, parece más o menos cercana, pero real.
Habría sido extraño que las movilizaciones sindicales de ayer, menos nutridas que otras veces, se hubieran limitado a reivindicar una paz basada en el fin de ETA, por lo que en cada una de las cincuenta ciudades donde se conmemoró en las calles el 1 de mayo, se expuso alguna reivindicación concreta o la denuncia de tribulaciones laborales. Barcelona clamó contra los proyectos restrictivos de RNE, y los líderes de izquierda, saliendo en defensa del Estatut, arremetieron contra el PP.
Pero el problema de la economía española es la falta de productividad y de competitividad, y el ugestista Méndez vino a decir que la reforma laboral en ciernes es una pieza importante para modificar el modelo de crecimiento de nuestra economía. La reforma ya casi pactada flexibiliza el despido, aunque no de forma despiadada, y a cambio tiende a reducir la precariedad en el empleo, que parecía, o parece, un mal endémico en muchas empresas españolas, y no sólo de la construcción.