Tribuna

No sois máquinas, sois personas

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La Iglesia Diocesana de Cádiz y Ceuta quiere sumarse en la pasada festividad del día 1º de Mayo, Fiesta de los Trabajadores, al gozo y la esperanza, la tristeza y angustia de todos los trabajadores, hombres y mujeres, y sus familias. Queremos tener especialmente presente a quienes sufren la falta de empleo, los parados; y también a los que soportan unas condiciones de trabajo tan precarias que en vez de ayudar a que su trabajo los dignifique como personas, experimentan ese trabajo como una gran losa que dificulta su realización personal y su vida familiar.

Cada vez más los trabajadores están viendo como va cambiando a su alrededor la manera de concebir el trabajo, dando lugar a un nuevo modelo de relaciones laborales que se ha venido a denominar Flexibilidad Laboral. Bajo este modelo se concibe al trabajador como un elemento más del proceso de producción, como una máquina más, que debe trabajar cuando el proceso lo necesite y debe cesar cuando el proceso productivo cese, sin que ello deba comportar ningún coste adicional; así pues, se está llegando al punto de considerar al trabajador como una máquina que se apaga cuando no es necesario su uso, sin tener en cuenta que el trabajador es ante todo una persona y no un eslabón más en la cadena de montaje de cualquier producto.

Este modelo de flexibilidad laboral se caracteriza por negar al trabajador una serie de condiciones laborales que hacen cada vez más difícil la vida familiar. En este año 2006 en el que se va a celebrar en nuestro país el V Encuentro Mundial de las Familias, desde el Secretariado Diocesano de Pastoral Obrera tenemos que denunciar cómo la flexibilidad laboral va minando y rompiendo la vida familiar y las relaciones entre sus miembros.

Esta flexibilidad laboral se impone a los trabajadores y trabajadoras por las necesidades de producción y consumo. Ésta se va concretando en el mundo laboral de la siguiente manera: la movilidad geográfica, que está impidiendo las relaciones familiares, culturales y sociales; la flexibilidad horaria impuesta, que está destruyendo el tiempo de vida familiar y social, dificultando la atención afectiva y formativa de los niños y niñas, y el cuidado de las personas mayores; la flexibilidad en los contratos y en los salarios, que hunden a las familias en el pozo de la incertidumbre ante necesidades económicas inevitables como son: el pago de la hipoteca del piso, la comida, el transporte, los gastos fijos de consumo, etc.

Por eso, ante esta situación actual que cada vez deshumaniza más al trabajador, desde la Iglesia vemos cada vez más importante que se produzca un proceso de humanización del trabajo.

Para ello es necesario que se vuelva a situar a la persona en el centro, porque la persona está por encima del trabajo que realiza y no pueden en ningún caso ponerse por encima de la persona ni la productividad ni los criterios económicos que hoy en día predominan en el ámbito laboral.

También hemos de constatar que el trabajo ha de ser un deber y un derecho del ser humano. Humanizar el trabajo implica que todos los hombres y mujeres tengan oportunidad de trabajar, de desarrollar así su ser y creatividad, y de aportar a la tarea común de transformar el mundo.

Por lo tanto, hemos de saberle dar un nuevo sentido al trabajo. No podemos reducir el trabajo a la satisfacción de las necesidades materiales o a la actividad productiva. El trabajo es en sí, una actividad humana siendo por tanto fuente de la realización del ser humano y de su dignidad como persona.

Hace muchos años un sacerdote belga, Joseph Cardijn, fundador de la Juventud Obrera Cristiana (JOC), decía lo siguiente a los jóvenes trabajadores: No sois máquinas ni bestias de carga sino personas e hijos de Dios. Estas mismas palabras podrían hoy servirnos en este 1º de Mayo del 2006, porque en este día hemos de reclamar que por encima de todos los intereses económicos y empresariales están los trabajadores y trabajadoras; y que se les ha de considerar como lo que son, los sujetos que realizan el trabajo; no como elementos del engranaje de la maquinaria de producción sino como lo que son: personas.