ESPAÑA

La interrogante navarra

Las sospechas levantadas por Miguel Sanz sobre el papel que esté jugando la comunidad foral en el diálogo entre el Gobierno y ETA reabren la polémica sobre su relación con el País Vasco

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FUE hace menos de dos semanas. El presidente del PP, Mariano Rajoy, visitaba Pamplona y lanzaba una advertencia: «Navarra no será moneda de cambio en el proceso de paz». A su lado, Miguel Sanz, presidente autonómico y de la formación regionalista Unión del Pueblo Navarro, iba un paso más allá y sostenía que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero está negociando con ETA el futuro de la comunidad foral. Se habló de cesiones políticas, de la creación de un órgano de colaboración permanente con el País Vasco... Se abría la caja de Pandora a un año de las próximas elecciones forales, unos comicios que algunos consideran el factor clave para entender esta polémica.

Desde que, el pasado 22 de marzo, la banda terrorista anunciase el alto el fuego permanente, Navarra ha copado titulares: cartas de extorsión a empresarios, atentado en Barañain, palabras de Sanz, respuesta de Batasuna... Regresaba una inquietud permanente que anida en buena parte de la ciudadanía de esta comunidad y que el profesor titular de Sociología de la Universidad Pública de Navarra (UPNA), Josetxo Beriain, explica con una simple frase: «Muchos ciudadanos en Euskadi temen ser invadidos por los 'españoles', pues en Navarra hay muchas personas que tienen el mismo miedo pero respecto a los vascos».

Justificado o no, ese recelo existe. Y el último cruce de declaraciones lo ha intensificado en una comunidad con determinadas especificidades. Sin llegar a los 600.000 habitantes -frente a los más de dos millones del País Vasco-, los escaños del Parlamento foral se los reparten hasta seis grupos; la opción nacionalista es minoritaria -en las últimas generales no alcanzó el 18% de los votos-; y el partido mayoritario desde 1991, UPN, tiene como uno de sus principales objetivos hacer una Navarra «segura en sus instituciones frente a las posturas anexionistas y soberanistas del nacionalismo vasco».

En este escenario, la simple sospecha de que Navarra esté siendo tema de conversación entre el Gobierno y ETA -avivada por algunas noticias en las que se especula sobre un pacto alcanzado entre el PSE-EE y Batasuna para crear un órgano común entre las dos comunidades- ha encendido todas las alarmas. Aunque el Ejecutivo central ha recalcado que «no se pagará precio político por la paz», este mensaje no ha calado en amplios sectores de la sociedad. Y menos en el Gabinete de Miguel Sanz, cuyo portavoz y secretario general de UPN, Alberto Catalán, reclama a Rodríguez Zapatero «menos ambigüedad» y que aclare si, tras las elecciones forales de 2007, va a defender la creación de lo que algunos han llamado 'dieta vasco-navarra' o Parlamento común.

«No toca»

Sin rechazarlo de forma explícita, Batasuna se limita a señalar que esta cuestión «no toca». Su portavoz, Pernando Barrena, recalca que se trata de un «debate adelantado», que podrá ser puesto en su momento encima de la mesa. Pero, primero, insiste en la necesidad de alcanzar un acuerdo sobre el derecho a decidir y achaca a un «gran nerviosismo» las palabras de Sanz. Y añade otro dato: «Nos consta que en el eventual diálogo que puedan establecer Batasuna y el Gobierno, no van a tratar temas políticos. Eso es cuestión de los partidos».

Algunas fuentes llegan a minusvalorar la importancia que, en la actualidad, pueda tener para Batasuna la celebración de un hipotético referéndum en Navarra para decidir su posible incorporación a Euskadi, con un mapa político en el que las opciones abertzales son minoritarias. En palabras del profesor Beriain, la unificación en una sola entidad administrativa de todo 'hegoalde' es para la izquierda abertzale una especie de «objetivo bíblico que sabemos que no se puede conseguir, pero que vamos a reclamar».

La totalidad de formaciones nacionalistas -Batasuna, Aralar, EA y PNV- insisten en recalcar que, aunque la comunidad foral hubiese entrado en esas negociaciones, la última palabra corresponde a la ciudadanía. «Todo esto no son más que mentiras y difamaciones del señor Sanz para sacar rentabilidad», resalta Begoña Errazti, presidenta de EA y portavoz parlamentaria. «Navarra nunca será moneda de cambio porque sólo será lo que quieran los navarros», puntualiza José Ángel Aguirrebengoa, presidente en esta comunidad del PNV, un partido minoritario que no llega a los 200 afiliados y que, desde la escisión de EA, no ha vuelto al Parlamento foral en solitario. En las últimas elecciones, ambas formaciones se presentaron en coalición.

Desde el Partido Socialista de Navarra, su secretario general también lo descarta. Carlos Chivite cree que los proyectos nacionalistas «más modulados han dejado de hablar de anexión. No son más que palabras irresponsables de Sanz». El PSN es a quien el Ejecutivo foral lanza más críticas, acusándole de ceder en sus posiciones. «El problema de UPN es que son conservadores hasta en el pensamiento», rebate Chivite, un político que defiende con énfasis la navarridad de una formación que durante los primeros años de la democracia estuvo fusionada con el PSE, un pasado que sus adversarios emplean para poner en duda la fortaleza de sus planteamientos.

Carta Magna

Un epígrafe de la Carta Magna deja abierta la posibilidad de que Navarra se incorpore a Euskadi si así lo decide el Parlamento autónomo y luego es ratificado en referéndum. La Disposición Cuarta se ha convertido en un caballo de batalla para UPN, que reclama su derogación, una petición a la que se suma CDN. Para los socialistas, esta Disposición no es ningún problema, aunque tampoco la defienden con entusiasmo, algo que sí hacen los nacionalistas. El profesor de Sociología Josetxo Beriain es de los que considera que «no constituye un peligro y no la quitaría». Pero también reconoce que, si el debate se produjese en la actualidad, «tendría serias dudas sobre su conveniencia». Unos recelos que quedan plasmados en el Amejoramiento que deja claro a través de una Disposición Adicional que el Parlamento foral «ejercerá la iniciativa para la separación de Navarra de la comunidad a la que se hubiese incorporado».

Ansias anexionistas

Para muchos, estas susceptibilidades tienen su origen en los planteamientos abertzales, lo que el profesor de Historia del Pensamiento Político de la UPNA Jesús María Osés califica como «ansias anexionistas». Y que, además, se entremezclan con otra peculiaridad: la existencia al norte de Navarra de una zona de marcado carácter euskaldun, diferenciada de la Ribera. «No se trata de crear una relación especial con Euskadi, pero sí hay una realidad y una lengua compartida que no podemos negar», puntualiza Chivite.

Y en el horizonte, las elecciones forales de 2007. «Vamos a trabajar porque haya un cambio de Gobierno en Navarra», afirma Barrena. Serán estos comicios los que aclaren muchas cosas. Si UPN y CDN no alcanzan mayoría absoluta, algunos ya hablan de una alternativa conformada por socialistas y nacionalistas que podría abrir la puerta a un referéndum. Una opción para la que, casi seguro, sería necesario un pacto entre Batasuna -siempre que fuese legal- y el PSN. «Eso es un debate adelantado», repite Barrena.