Doré y el barón davillier visitaron jerez en 1862
Actualizado: GuardarJerez fue incluida en el amplio itinerario que se marcaron estos dos destacados representantes de la cultura francesa cuando el famoso ilustrador, Gustave Doré, propuso al experto en arte español e hispanista barón Davillier hacerle de guía en su deseado viaje a España. Corría el año 1861.
La importante editorial francesa, Hachette, que editaba la revista de viajes más prestigiosa de la Europa de la segunda mitad del siglo XIX: Le Tour du Monde, sufragaría el viaje con la condición de editar las crónicas de Davillier acompañadas de los dibujos de Doré.
Al primero le atraía la idea de ir a España para aumentar los conocimientos que ya poseía de su arte e historia, el segundo, realizar la aventura de recorrer un país lleno de encantos y maravillas que otros franceses como Laborde, Barón Taylor, Gautier, Dumás, habían descrito anteriormente y, sobre todo, para recoger información directa para su ambicioso proyecto de ilustrar una nueva edición francesa del Quijote. El resultado de este increíble viaje, que iba a cubrir una gran parte de España, se plasmaría como libro en 1874 con el título de L'Espagne (Viaje por España), considerado como una de las obras maestras de este tipo de literatura que nos describe la España del XIX.
Al llegar a Jerez quedan sorprendidos de su «aspecto de bienestar, de riqueza y de limpieza que no es privilegio de todos los pueblos españoles». Pero lo que les llama la atención especialmente, más que los monumentos, son las costumbres de sus gentes, «que exceden a los demás en gracia llevando el elegante traje andaluz», sus bailes, «entre los cuales es preciso citar el clásico jaleo de Jerez», los toros, asistiendo «a una corrida que hizo época en los anales de la Tauromaquía», y sus famosas bodegas, que como buenos franceses visitaron las del «señor Domecq», donde fueron recibidos con la mayor cortesía. La fama de Jerez en el mundo por aquellos años le venía dada por la importancia de sus vinos como bien se detalla: «A poca distancia de la ciudad, no lejos de las orillas del Guadalete, se extienden los ricos viñedos que producen los famosos vinos de Jerez,... los viñedos de Jerez ocupan una superficie de unas doce mil aranzadas de terreno, algo así como seis mil hectáreas, los cuales producen, un año con otro, cinco mil botas o quince mil barricas de vino,... lo que se acerca a la respetable cifra de dos millones quinientos mil litros».
Uno de los dibujos de Doré en esta gran obra es el de los vendimiadores, que Davilier retrata así: «El oficio de vendimiador en Andalucía es muy rudo y fatigoso; por eso está reservado exclusivamente a los hombres, y nunca se ve alli, como en algunas partes de Francia, que las mujeres se mezclen con los obreros. Hace falta ver a estos robustos andaluces, de tez bronceada, trabajar días enteros bajo el ardor de un sol africano, teniendo tan solo para resguardar su cabeza un viejo sombrer calañés y a veces un simple pañuelo cuyas puntas le cuelgan sobre el cuello». Una imagen que se complementa con las vendimiadoras que Sorolla pintara en 1914, y Henry Vizetelly en 1876, en su libro Facts about sherry.
El capítulo dedicado a Jerez se cierra con una letrilla que los hombres, «los majos», dedicaban a sus amadas: «Tu sandunga y un cigarro / Y una caña de jerez/ Mi jamelgo y un trabuco ¿Qué más gloria puede haber?». Curiosamente, y como demostración del éxito que alcanzó el libro en Europa, Julio Verne va repetir en su novela de aventuras Hector Servadac (1877), esta misma estrofa, difundiendo aún más la imagen de Jerez por el mundo.