![](/cadiz/pg060426/prensa/fotos/200604/26/040D3CA-DEP-P1_1.jpg)
El Villarreal muere en la orilla tras fallar Riquelme un penalti en el último minuto
El conjunto castellonense fue inmensamente mejor que el Arsenal, pero se mostró incapaz de batir al meta Lehmann José Mari provocó la pena máxima cuando el partido tocaba a su fin, pero el medio argentino erró en el lanzamiento
Actualizado: GuardarEl Villarreal murió de forma agónica. Riquelme falló un penalti en el último suspiro del partido. Pero Lehmann, el sustituto de Kahn en la selección alemana, paró la alegría de Villarreal, que acabó llorando la oportunidad perdida. El equipo castellonense recuperó a tiempo sus señas de identidad para no dar por perdida la eliminatoria y regalar el pase a la final al Arsenal que, en contraposición, perdió sus señales más significativas.
Y, todo, porque los castellonenses arreglaron todos los problemas que evidenciaron en Londres. El centro del campo, fundamental en cualquier equipo pero más en éste, se hizo el señor del encuentro. Senna y Josico estuvieron soberbios, cubriendo las espaldas a Riquelme y dejando que Sorín se sumara al ataque con más tranquilidad.
Tras apuntalar la medular, el genio argentino empezó a manejar el encuentro. Riquelme apareció y marcó el tiempo del partido. Por él pasaban todos los balones, ayudado por Forlán y Franco. Los delanteros bajaban a jugar entrelíneas, lo que volvían locas a las líneas inglesas. El entramado defensivo planteado por Arsene Wenger es una maravilla para atar en corto a los arietes y parar a las segundas líneas; pero sufre en demasía cuando los atacantes están móviles.
Guille Franco, soberbio
Eso es lo que hizo sobre todo Guille Franco. El mexicano se desfogó en dar facilidades a sus compañeros en el momento de sacar la pelota. Se movió por todos los lados, mientras Forlán remataba. El uruguayo tuvo la mejor oportunidad del partido, cuando Franco le cedió una bola de cabeza y mandó fuera con el marco vacío. Fue la mejor oportunidad del submarino amarillo, que no afinaba la puntería. El delantero del dorsal extraño -lleva el 99 porque se lo pidió el presidente Fernando Roig- fue una auténtica pesadilla para la zaga inglesa.
Estuvo en todas las jugadas peligrosas de su equipo. Peleó una enormidad, remató de cabeza, con el hombro o con la chepa todos los centros que le llegaban desde ambas bandas.
Incluso reclamó un penalti por empujón -leve, eso sí- de Gilberto en su enésimo salto de cabeza. Fue un auténtico incordio para los ingleses, que sólo se dedicaron a defender y dejar pasar el tiempo como buenamente podían. De hecho, no se acercaron a la portería del guardameta Barbosa, que fue un espectador de lujo. Pero a pesar del dominio castellonense, el marcador no se movía.
Penalti errado
Además, el Arsenal jugaba con el cansancio, que cada vez iba haciendo más mella en los locales, el tiempo y su organización. No le sirvió. Un balón rechazado, bombeado, lo esperaba el sevillano José Mari. Clichy le empujó, y el ex del Atlético de Madrid y milan se fundió. Penalti en el minuto 89 y Riquelme toma la responsabilidad. Pero allí estaba Lehmann para parar la pena máxima y todas y cada una de las ilusiones del Villarreal .
45.000 almas rotas
La ciudad de Villarreal se vistió de amarillo desde primera hora del día para apoyar a su equipo, ante la importante cita que afrontaba ante el Arsenal inglés en las semifinales de la Liga de Campeones. La magnífica trayectoria del submarino amarillo en su debut en la máxima competición continental y la mínima desventaja que se trajo el equipo del chileno Manuel Pellegrini de Highbury Park, motivó que la afición villarrealense viviese desde primera hora del día con mucha intensidad el partido más importante de este club desde que fuera fundado en 1923.
Seguidores con la camiseta y la cara pintada de amarillo y azul, con bufandas al viento y coreando el nombre de su equipo, así como distintos cánticos de apoyo al equipo estuvieron acompañados de banderas en los balcones y en todos los bares de una localidad que apenas supera los 45.000 habitantes.
Además, desde por la mañana un camión vestido como si de un submarino amarillo se tratase recorrió distintas calles de la población para dar ambiente a un día tan señalado como este, a las puertas del torneo de clubes más importante del mundo. Si desde bien pronto se pudo ver a gente por cualquier rincón de Villarreal preparada para el partido, las inmediaciones del estadio de El Madrigal se convirtió en un hervidero de seguidores desde cuatro horas antes de que empezase el partido, ansiosos por ver a su equipo y a la espera de lograr un triunfo más que histórico.
Entre el gentío, niños, jóvenes y otros no tan jóvenes se enfundaron sus camisetas del club con los nombres de sus ídolos.
Al final, la fiesta se convirtió en tristeza, pero sin duda también quedó el sabor de una temporada espectacular para los castellonenses.