DESCANSO. Un grupo de figurantes espera su turno para entrar en escena.
Cultura

Cómo viajar al pasado para rodar con Lola Flores

Casi doscientos jerezanos participan como figurantes en las escenas de la película sobre la vida de la Faraona que se rueda estos días en la ciudad

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Aunque Marta Fernández llega al camerino vestida con vaqueros y camiseta, siendo una estudiante de Químicas del Jerez de 2006, cuando vuelve a la calle, una hora larga después, ha retrocedido en el tiempo casi medio siglo y (debe ser por eso que algunos llaman la magia del cine) ya ejerce de pálida aspirante a artista en la Andalucía de la posguerra.

En el departamento de caracterización le han cambiado los vaqueros por un vestido oscuro, suelto, por debajo de las rodillas; en peluquería le han recogido el pelo en un moño estricto, al uso de la época; y en maquillaje le han restado todo el color posible de las mejillas, porque, en aquel tiempo gris y apagado, las expresiones eran ocres y sepias, incluso entre las chicas liberales que postulaban al mundo del artisteo.

Marta se presentó al casting porque a su hermana le pareció «una buena oportunidad para ver de cerca un rodaje» aunque, como suele ocurrir en estos casos, finalmente resultó ella la elegida. «Fue una sorpresa, pero me alegro mucho, porque está siendo una experiencia irrepetible vivir desde esta perspectiva tan especial el mundo del cine».

Jornaleros, bailaoras, camareros de librea, legionarios, paseantes, tenderos, señoritos, vecinas de patio antiguo, aguadores, tabanqueros, policías y aristócratas, se alternan delante y detrás de las cámaras, en la plaza Benavente, en los lujosos interiores del palacio, en las calles Campanillas y Cazón. Algunos hacen fotos con el móvil, otros disimulan la digital entre los faldones de la camisa.

Gala Évora es la pieza más codiciada entre los figurantes que quieren «inmortalizar su paso por la cinta», aunque Ana Fernández y el propio director, Miguel Hermoso, le siguen de cerca en la lista. Algunas veces, en los recesos puntuales del rodaje, improvisan posados con el atrezzo de fondo, con los focos o con la grúa impresionante de las tomas en alto.

A la posteridad

Ismael Molina tiene 22 años, se enteró de la convocatoria por internet y decidió probar «con un grupo de amigos, a ver de qué iba esto de hacer una peli».

Le han perfilado la raya a la derecha con escuadra y cartabón, un toque de base para evitar los brillos, traje de camarero al canto, y ya está listo para ensayar ademanes con la bandeja y el paño, delante del espejo, antes de comenzar la escena. «Esto lo hago, primero, por pura diversión y, luego, para llevarme a toda la familia y los colegas al cine y que se tiren aplaudiendo los cuatro o cinco segundos que estaré en el plano, si es que al final salimos, porque eso nunca se sabe».

Miguel Arévalo, estudiante de 19 años, tiene unas aspiraciones algo más señaladas: «A mí me basta con que mis nietos alquilen la película para ver cómo era su abuelo de joven, aunque salga disfrazado de conductor de coche de caballo, con gorrito y todo». Lo dice con una sonrisa de oreja a oreja. Se nota a la legua que está disfrutando con la experiencia de participar, aunque sea modestamente, en una producción que «va a llevar al cine a todo Jerez».

Entre la multitud de «aficionados» que participan estos días en el rodaje de la película, también encontramos a una actriz profesional, Pilar García-Orihuela, que cuenta en su currículum con diversas apariciones en series televisivas, como Mis adorables vecinos o Motivos personales, y que ha sido una de las referencias para el plantel de extras y figurantes. «Me han pedido consejo, pero también me han mimado mucho», reconoce. «La verdad es que siempre es un placer ponerse delante de la cámara, pero en esta ocasión ha sido estupendo, porque hay un gran ambiente en el rodaje».

Al acabar la jornada, el máquina del tiempo vuelve a ponerse en funcionamiento: «Ahora ducha, cena, y a tiempo en el sofá para ver Buenafuente», comentaba ayer un legionario de los de Millán- Astray.