critica que laporta no ha cumplido el programa electoral

Sandro Rosell narra en un libro sus vivencias durante su paso por la directiva del Barça

'Bienvenido al mundo real' narra las desavenencias entre Rosell, en su etapa como vicepresidente deportivo, y Laporta, el presidente del club

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'Bienvenido al mundo real' es un libro que habla de negocios, de fútbol y del Barca, pero sobre todo es la historia de un desengaño, el que sufrió Sandro Rosell cuando, según explica, descubrió que el proyecto diseñado en torno a Joan Laporta para presidir el club catalán no se cumplió una vez en el poder.

De las 345 páginas que componen el libro, que hoy fue presentado en Barcelona, 185 (más de la mitad) las dedica Rosell a hablar de la carrera electoral y de la llegada a la presidencia de Laporta y su equipo, un grupo joven, unido y cargado de ilusión que poco a poco se fue resquebrajando por las envidias, los egos y el exceso de protagonismo de unos y otros. 'Bienvenido al mundo real' narra las desavenencias entre Rosell, el vicepresidente deportivo, y Laporta, el presidente que primero fue su amigo y, dos años después, se había convertido en un detestable compañero de viaje. En este repaso de los dos primeros años de presidencia, Rosell da su versión de un distanciamiento que acabó con su dimisión y la de varios compañeros de junta.

Con el paso de los meses, el ex vicepresidente del Barcelona se dio cuenta de que Joan Laporta no era aquella persona afable que siempre destacaba los éxitos en plural y escuchaba a todos los miembros de su equipo antes de tomar cualquier decisión. En el libro, Rosell desvela como, poco a poco, fue descubriendo que Laporta era "un hombre que cambia constantemente de criterio" y que "un día dice blanco y otro negro", según lo que la persona que tenga delante "quiera oír en cada momento". El ex directivo azulgrana asegura que fue el presidente del Barcelona quien propuso destituir al técnico, Frank Rijkaard, tras la nefasta primera vuelta que hizo el equipo la primera temporada y fichar a Luis Felipe Scolari para sustituirle.

De hecho, hubo una reunión entre Rijkaard, Laporta, Rosell y el secretario técnico, Txiki Begiristain, en que se le comunicó al entrenador holandés que el club prescindiría de sus servicios si el equipo no enderezaba el rumbo. Según el ex vicepresidente deportivo, él fue quien llevó la voz cantante de una reunión en la que Laporta y Begiristain escondieron la cabeza bajo el ala. "A Laporta estas situaciones le incomodan. Si puede, prefiere evitarlas, y que sean otros quienes cojan el toro por los cuernos. Sabía que Txiki prefiere más pasar de puntillas por las situaciones difíciles y que Laporta siempre ha de interpretar un doble papel, dependiendo de si el interesado está delante o detrás", comenta Rosell en su libro sobre aquel encuentro en que había que comunicarle a Rijkaard que estaba en la cuerda floja.

En otros pasajes, Rosell vuelve a recordar la costumbre de Begiristain de nadar y guarda la ropa. "Es un hombre que nunca se moja", apunta el ex directivo, quien también acusa al secretario técnico de pensar más en su contrato que en el proyecto deportivo. "El mismo lunes después de las elecciones, había quedado en casa con Txiki Begiristain para tomar café, hablar de su contrato, de sus funciones y del futuro del equipo en general. Pero él acudió con su asesor -un ex reportero de TV (en referencia a Joan Patsy)- y la conversación se centró exclusivamente en su contrato, en lo que había de cobrar como futuro responsable de la secretaria técnica", escribe.

La sombra alargada de Cruyff

Rosell también incide en que, detrás de Txiki y Laporta está la sombra alargada de Johan Cruyff, al que tanto él como el presidente llamaban "maestro" y que Sandro también cita como "la amenaza fantasma".

El ex directivo del Barcelona, que bromea sobre el carácter poco desprendido del ex técnico holandés, le acusa de falta de "ética", "coherencia" y "oportunidad" en algunos de los artículos de opinión que firma los lunes de 'La Vanguardia' y de imponer, junto con Begiristain, un sistema de juego con el que Rijkaard no congregaba y que éste se vio obligado a cambiar cuando se dio cuenta que tenía pie y medio fuera del club. "Pasamos de practicar el sistema propuesto por Txiki y Cruyff, el 4-2-1-3, al 4-3-3, que prefería el propio Rijkaard" recuerda Rosell, quien añade que, a partir de ese cambio táctico, el fichaje del holandés Edgar Davis y la eclosión de Ronaldinho, el Barca empezó a encadenar victorias.

De Rijkaard, el ex vicepresidente deportivo dice que es "una gran persona" que, pese a su inexperiencia, tiene "una capacidad excelente para relacionarse con los medios y una gran comprensión de los problemas que pueden originarse en un vestuario con grandes estrellas". Sin embargo, asegura que el actual entrenador del Barcelona tenía algunas lagunas técnicas cuando ficho por el Barcelona y, además, no sabía dónde ubicar a Ronaldinho. "Ya sé que técnicamente es el mejor, pero, ¿qué hago con Ronaldinho? El equipo no gana y el problema es su posición, porque además no defiende", apuntó Rijkaard en una conversación con Txiki, Cruyff y Laporta, según escribe el propio Rosell.

Con la relación entre Sandro y Laporta cada vez más deteriorada, el vicepresidente deportivo dejó de intervenir en los fichajes a mitad de la segunda temporada, después de que el presidente del Barcelona negociara a sus espaldas con el representante de Ruud Van Nistelrooy. Un Laporta cada vez más presidencialista, se rodeó de sus directivos más fieles, "palmeros o adláteres" como los define Rosell, y en especial de "el cuñadísimo", Alejandro Echevarría, que entró a formar parte de la junta. "Difícilmente se mueve una piedra en Can Barca sin que él lo sepa y, por lo que dicen, consentirlo", comenta Rosell sobre Echevarría, a quien tilda de "barcelonista reconvertido, sin ningún tipo de tradición como aficionado al fútbol o como simpatizante o socio de los colores azulgrana".

El ex vicepresidente también repasa la madrugada en la que Laporta y él protagonizan un último intento de reconciliación en el reservado del 'Dry Martini'. En aquel escenario, Rosell dice que Laporta le acusó de "querer ser presidente" y que él le contestó que tenía "un problema de celos", antes de que Laporta le abrazará para decirle que le quería y que juntos aún podían ser "invencibles". "Evidentemente no me lo creí, porque ya conocía sus maniobras para seducir al personal", escribe Rosell, quien además acusa a Laporta de filtrar a la prensa su "versión interesada" de lo que se había hablado en aquella reunión secreta.