TRIUNFO. El matador salmantino López Chaves durante la faena a su segundo toro, al que cortó una oreja.
SEGUNDA DE LA FERIA DE ABRIL DE SEVILLA

López Chaves, sorprende

Dos importantes faenas de peso y dos imponentes toros de Cuadri dan una serenísima corrida de desigual balance

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Domingo López Chaves sorteó la tarde de su debut en Sevilla dos monumentales toros de Cuadri. A los dos los toreó de muleta con autoridad, temple, entrega, serenidad y buen gobierno. El primero de los dos fue un toro mirón pero de mucha fijeza también. De embestida agresiva que sólo podía dominarse con la única fórmula fiable: poniendo la muleta por delante y volviéndola a dejar puesta a la salida del viaje. No fue sencillo ni lo uno ni lo otro. Y menos todavía hacerlo como lo hizo López Chaves: vaciando con general limpieza los viajes de ida y vuelta y, además, sin perder ni un milímetro entre un pase y otro.

Aunque el toro no se resistió ni negó, en las pequeñas pausas se engallaba y desparramaba la vista para fijarla en el cuerpo del pequeño torero de Ledesma. Pequeño pero bien crecido en esta ocasión memorable. No sólo porque ese toro de Cuadri puso a prueba su madurez. Sino porque esa primera faena fue, de partida, buena mezcla de intuición y descaro. En los pases de tanteo iniciales el toro apretó por la izquierda y ni siquiera vino del todo metido. Entonces Chaves resolvió salirse fuera de las rayas y citar de largo. Eso pedía el toro, pero había que adivinarlo y atreverse. Y las dos cosas: Chaves le aguantó un primer viaje en tromba y con insólito desparpajo ligó otros cuatro más que abrochó con el de pecho. Entonces tomó la faena rumbo candente.

El estoico reposo de Chaves en las reposiciones y a las miradas del toro fue conmovedor. Igual de conmovedor que la faena se convirtiera en un tú a tú pero con la desigualdad propia del caso: pulso entre un toro Goliat y un David torero, que fue Chaves. Los remates de pecho en las dos tandas cuerpo a cuerpo por la mano derecha se sintieron como un alivio. Pero cuando Chaves se puso por el pitón izquierdo fue como si empezara otra guerra. Ganarle al toro el pitón contrario fue una hazaña y se celebró como tal. Luego, Chaves volvió a la diestra con más primor que antes todavía. O sea, que el toro estaba al fin metido en vereda. No del todo entregado porque ese toro de Cuadri tuvo su gota indómita hasta la hora de morir. Indómita y cara nobleza. Chaves mató por abajo y la estocada dejó sin oreja la fiesta. La banda de música, rácana con exageración, no se arrancó hasta muy última hora, cuando ya no hacía ni falta.

Con banderillas

La excelente sensación dejada por Chaves en el primer turno vino a refrendarse en el quinto, que atacó en banderillas con aire celoso. Menos fondo tuvo que el segundo, pero fue más claro. Más bajo pero más largo. Con motor pero no tanto. Tardaba en pasar entero. Chaves volvió a descararse enseguida, a abrirse de rayas afuera donde el toro se abría mucho pero obedecía mejor. Lo sabio aquí fue no violentar al toro sino dejarlo venirse a toques. Para aguantarlo así se hizo preciso un llamativo aplomo, temple para acompañar los viajes a su velocidad y, en fin, a última hora lucidez y coraje para decidirse a la gran apuesta: a enganchar el toro por el hocico y llevarlo hasta el final. Una tanda por cada mano, una detrás de la otra, fueron las joyas del trabajo, que se pasó de tiempo pero que Chaves coronó de excelente estocada. La música estuvo tan generosa como en el primer turno. Es decir, empeñada en reventar el negocio. Pero pudo más la fuerza de la gente. Una oreja bien reclamada. Y un respeto imponente.

Respeto imponente el de la corrida de Cuadri, de tamaño especial y particular condición. El primero dio 615 kilos. Sólo el tercero, el de peor estilo, bajó de los 580. No se rompió en el caballo ninguno, pero todos sacaron elasticidad sorprendente. El lote propicio fue el de Chaves, pero si se sabía tocar música. Hubo otro más de interés, un cuarto algo pegajoso y que se empezó a apagar de pronto. Pero buen toro. Ruiz Manuel lo toreó de capa con suavidad, buen dibujo, por abajo, con notable empaque. En el saludo y en un quite de singular compás. El toro hizo del caballo salida de bravo pero pareció desinflarse al cabo de diez muletazos. La faena de Ruiz Manuel, de buena disposición, tuvo dos partes: esos primeros diez muletazos de decidida inspiración y una segunda mitad repetitiva, con el torero de Almería demasiado encima y demasiado al hilo del pitón, como si se escondiera en él. En cambio, con el primer cuadri, mastodóntico, Ruiz Manuel dejó ver su buen estilo. Ideas para ganarle al toro la iniciativa, valor para tragar. Por el pitón izquierdo, imposible asunto. Las dos veces cobró Ruiz Manuel estocadas muy desprendidas. Antón Cortés se violentó enseguida y desde el saludo con sus dos toros . El tercero pegó cabezazos al peto, se frenó y se defendió con genio: midió, topó, se metió. El sexto miró por encima de los engaños, fue incierto, probó, se quedó debajo, tiró derrotes al aire. No hubo opción.