Habrá que seguir hablando
Actualizado: GuardarPuede que sea una idea personal, pero da la sensación de que este año existía menos avidez por conocer lo que se va a decir en los actos del Aberri Eguna. Da la impresión de que lo importante es lo que se esté diciendo en voz baja, en los subterráneos. O lo que se hable en los encuentros oficiales a puerta cerrada. Por ejemplo, el que tendrá lugar esta semana entre el lehendakari Ibarretxe y miembros de Batasuna, presumiblemente con Arnaldo Otegi a la cabeza.
Así que vamos a seguir oyendo hablar de Otegi. Se ha convertido en el vértice de toda una política, y ya ha habido representantes del Foro de Ermua que, desde su particular visión de las cosas, han pedido que se considere delictiva la audiencia de Ibarretxe a una formación ilegal, como Batasuna. Va a ser un nuevo acto fallido, inútil: ya no se pueden poner puertas a ese campo, y Otegi seguirá siendo visto en actos públicos, semipúblicos y privados en el País Vasco, sin que los llamamientos al juez Grande-Marlaska para que detenga estas visiones surtan, como por otra parte podría parecer lógico, el menor efecto.
Entiendo que tienen razón tanto José Bono, ya convertido en ciudadano particular con alguna representación orgánica en el PSOE, cuando dice que Otegi es cómplice de asesinos, como el presidente Zapatero y otros miembros del Gobierno cuando afirman que la cabeza visible de Batasuna es una clave de la futura paz. El pasado de Arnaldo Otegi es aterrador. Su presente, levemente esperanzador. Lo que nadie puede pedirle es, por un lado, que no cumpla con sus compromisos penales: cuando tenga que acudir ante los tribunales, ha de acudir. Pero, por otra parte, ni se le puede privar de sus actuales derechos civiles ni se le puede tratar judicialmente peor que a otros por haber sido miembro de una organización ilegal.
Ahora, te dicen las fuentes monclovitas, lo importante, lo único importante, es la paz. Todo lo demás, insisten, o está encarrilado (Estatut catalán) o puede esperar (reforma constitucional). Y el Gobierno anda temeroso de cómo reaccione esa otra media España que se siente relegada, marginada, de la acción y las iniciativas de Zapatero. En la semana que ahora comienza veremos el rumbo definitivo que, presumiblemente en contra de algunos miembros de su partido y de algunos medios que tratan de forzar una línea dura, adopta Mariano Rajoy. El presidente del PP extrema su prudencia verbal, trata de mantener un complicadísimo equilibrio, sabiendo que no todas sus manifestaciones conciliadoras son bien acogidas por su militancia en el País Vasco, donde, por lo demás, María San Gil mantiene un elevado índice de disciplina.
Habrá que seguir hablando de y con Otegi. Y con otros bastantes que están más allá de Otegi, mientras sigue la batalla mediática sobre si la botella está medio llena o medio vacía, sobre si hay o no que ser optimista ante la coyuntura que está abierta, la más importante quizá en la historia de los treinta años de pesadilla impuesta por el terror de ETA. De cuanto ocurre, esto es lo que hoy, día de retorno de unas breves vacaciones, parece más importante, cuando desde algunas instancias más o menos próximas a la oposición se empiezan a aventurar hipótesis acerca de lo que el Gobierno piensa o no entregar a cambio de la paz. Otro campo dialéctico de batalla plenamente encarnizado entre las dos españas.