Resurrección
Actualizado: GuardarBerlusconi se ha creído Jesucristo y Napoleón, y no sé yo si comienza a considerarse Papillon. El emporio se desvanece. Se ha resistido como el condenado cuando es conducido al cadalso. Sólo en el momento en el que se ha visto con la soga al cuello ha solicitado la Biblia, que en su caso pasa por un Gobierno de coalición. El milagro. Perder el poder es perder amigos. Ya no va a estar de moda el burla burlando a la Justicia, la compraventa de magistrados o los juegos malabares con Hacienda. Nada por aquí, nada por allá.
Tampoco creo yo que Berlusconi vaya a ser el último que abandone el barco. Así que su fuerza de persuasión no radica tanto en la exigencia de poder como en la mansa necesidad de salvarse. Dou dast, te doy para que me des. Por lo que te envío el cristiano mandato de que la paz sea contigo. Il Cavaliere ha reconocido su derrota, no cuando el juez levantó el brazo de su contrincante, sino cuando los de su rincón arrojaron la toalla. Tuvo que ser su propio ministro del Interior quien diera por buena la victoria de Prodi, el de la triste figura. Quien compra un traje de talla justa. Para el milagro de Lázaro cuenta con leyes privadas, a la finezza de Il Cavaliere, financieras a la medida de sus empresas y sociales para sus amigos. Italia es un coto privado y la izquierda va a irrumpir en él.
Parece difícil que los conservadores (que siempre son aquellos que poseen) se den por vencidos. Luego quedan pequeñas opacidades: como al lado de quién se inclinará la Mafia, cómo quedará el Milan en la Copa de Europa y de qué forma influirá la subida de los combustibles en el precio de la pasta y del lambrusco. Porque Italia se ha quedado en manguitos y el vuelva usted mañana de Larra.... Como si hubiese tomado el sentido contrario de la marcha. O sea, que con Berlusconi la cosa no tenía remedio y con la izquierda no se sabe si ésta va a tener remedio. No veo a Prodi de flautista de Hamelín, conduciendo a los ciudadanos italianos por las cloacas. Como instrumentista y como mago, en general, era mejor Il Cavaliere. Contando cuentos, incluso, como gerente. Lástima que en este sentido nunca llegara a distinguir entre negocio público y privado.
«Para lograr fortuna no se necesita ingenio: es suficiente no tener delicadeza», decía De Bruix.Y no es verdad que las cosas no puedan ir a peor, que la sociedad no pueda salir de su colapso para acudir directamente a su entierro. Tal vez puedan limpiarse los fondos públicos, pero qué hacer con la picaresca de las conciencias o la corrupción de las costumbres. Cómo abandonar la mesa de juego de repente para comportarse como un ciudadano de bien. Italia no necesita en realidad una limpieza sino una regeneración. Es la encantadora sencillez del 3% del que hablaba Disraeli.