La bodega del sol naciente
Actualizado: GuardarEl bar con la mayor variedad de vinos de jerez y manzanilla del mundo se encuentra a miles de kilómetros de los viñedos y las bodegas de Sanlúcar, Jerez, Chiclana de la Frontera o Arcos.
Situado en el corazón del exclusivo barrio de Ginza, el Sherry Club de Tokio celebra esta semana su veinte aniversario y su anecdótica entrada en el Libro Guinness de los Récords por los 227 tipos de caldos gaditanos que pone diariamente a disposición de sus clientes.
La propietaria, Michiko Takahashi, convocó el lunes a medio centenar de personas para festejarlo, la mayoría habituales del local.
El jefe de la Oficina Comercial de España, Alfonso Carbajo, presidió una improvisada ceremonia a la que también acudieron la directora de la Unidad de Promoción de Negocios de Andalucía en Japón, Yun Dong-suk, y la delegada del Consejo regulador de la denominación de origen del jerez, Yoshiko Akehi. El Sherry Club nació fruto de una desenfrenada velada en un viaje que realizó Michiko Takahashi a Andalucía hace ya 25 años.
«Me enamoré de aquella bebida maravillosa», asegura Takahashi en una noche en la que no paró de beber jerez y bailar flamenco en un tablao de la localidad jerezana. Unos años después montó su propio local dedicado únicamente a ese elixir totalmente desconocido en su país.
Los comienzos fueron difíciles. Los clientes escaseaban y muchos entraban en el bar por error y buscando algo más que una copa de vino.
Al llamarse club y hallarse en el barrio de Ginza, también conocido por sus locales de alterne, Takahashi cuenta que muchos hombres esperaban ser atendidos por atractivas señoritas, pero salían decepcionados porque sólo encontraban detrás de la barra a un hombre, el entonces encargado, Satoshi Fujii.
Confusión
Este recuerda también que muchos se equivocaban y pensaban que el sherry (jerez) no era un vino sino un licor de cerezas (cherry, en inglés). Los diez primeros años, el negocio resultó deficitario, reconoce Takahashi, pero lo mantuvo por «afición».
A partir de entonces, la tendencia cambió y la clientela comenzó a aumentar atraída no sólo por su extensa carta de vinos, sino también por su menú de tapas en el que no falta el mejor jamón ibérico.
En la bodega de este estrecho bar-restaurante de dos pisos, decorado con maderas cálidas, hierros forjados y multitud de toneles, se pueden en-contrar tesoros de la enología.