De urbanística
Actualizado: GuardarEl levante (o el tabaco, asocio Winston con Aduana), me ha conferido unos conocimientos urbanísticos que prometo desconocía y que me inducen a darme el «pegoutazo» a cuenta de la Plaza de Sevilla:
De entrada le cambiaba el nombre, suena ficticio. Y no por localismo (que la pongan por Cortadura), si no por lo contrario, porque ese espacio siempre fue la puerta del mundo (... coño [tomar nota para tema de pasodoble]).
Lo que no cambio es la estación nueva, y mira que el tren queda lejos (usted en Acacias y yo en el Trocadero, y usted llega antes), pero es un punto el reflejo en los cristales de las murallas y torres de Santamaría (daliniano, daliniano); para coger una silla de playa y sentarse a mirar. Me ha llegao.
En lo de petardear edificios, lo primero que querría es que me avisaran (tiene que ser demasiao: ¿pun! al carajo), no quisiera perdérmelo. Y ya, después de cargarse todo lo cargable, Correos, Hotel, Comandancia, Casa del mar, ¿pun! ¿pun! ¿pun! (cuidado con la verja), que me dejen contemplar algún barco y las aguas del muelle mientras Dios les da luz (si es que hubiera mejor luz que esa visión) sobre lo que decidan hacer.
En la Aduana (indulto ya. Habrá que revindicar algo ¿no?), nada de hotel con encanto (perdería el encanto), ahí el Museo de la Administración Pública. A esos pasamanos de bronce que pasean por mármoles y jaspes al recibidor circundado de ventanillas de cristal de vuelva usted mañana, manguitos y visera, y donde un reloj de Teodoro Hartmayer (Cádix) se paró a las cinco menos cinco, se le añade un letrero de ventanilla, «Ahora vuelvo, estoy desayunando» y para el 2012 es una joya (tenga en cuenta que en la III Modernización hasta el derecho al pataleo se gestionará en la red). Si así lo hicieran (que Dios los premie) les sobrará un petardo, que puestos a ganar perspectiva, podían volar la mole horrorosa que han hecho entre las dos estaciones (no vaya a ser esa la estética a seguir para el conjunto). Y si no (que los demande) que me avisen también (¿pun!)
Ah, a Moret, definitivamente, que le pongan ruedecitas y lo manejen por radiocontrol. Que viene Elcano, iiín, pal muelle, que viene el AVE, iiín, pa la estación, que viene un ministro, iiín, allá va el tío pal Hotel Atlántico.
En fin, en el tiempo en que he cambiado el pegou, también ha cambiado el viento.