La venta del Oratorio es un disparate
Actualizado: GuardarNo nos gusta a muchos gaditanos ver a nuestra Iglesia subastando, por dinero, el Oratorio de San Felipe, aprovechando el sorpresivo órdago oportunista y partidario del partido socialista.
La Iglesia debe estar por encima de la pelea, de la bronca política. Es más: no debería desaprovechar una oportunidad de oro para ayudar a las administraciones públicas a buscar y convenir el necesario consenso de cara al 2012. Oportunidad de dar un testimonio de unidad, de buen entendimiento, de búsqueda del bien común, de positivas sinergias y de superación, al menos en esta efeméride, de infructuosos enfrentamientos.
No es cierto que haya unanimidad entre los católicos gaditanos en este asunto. Solventes, serios y experimentados consultores diocesanos no conformes con la nueva postura «políticamente correcta» no han sido consultados o están siendo ninguneados, apartados e ignorados. Miembros de organizaciones seglares de la Iglesia, propagandistas católicos, caballeros hospitalarios, antiguos alumnos y padres de familias de San Felipe, la extensa familia marianista gaditana, cofrades, feligresía especialmente vinculada al Oratorio, ni han sido consultados, ni, al parecer, interesa oírlos... Ni contestar ni atender sus respetuosas cartas y sensatas demandas.
El Oratorio de San Felipe es una joya, un símbolo irrepetible, un elemento emblemático importantísimo de cara al Bicentenario de las Cortes de Cádiz y de la Constitución de 1812. Y lo es más, como lo fue entonces, en manos de la Iglesia, titular de su propiedad, y sin necesidad de desacralizarlo. Lo sería mucho menos en manos de los políticos, que indefectiblemente lo desvirtuarían en su propia naturaleza y lo utilizarían, desgraciadamente en su actual crispado clima, como arma y argumento de confrontación (como ya, anticipadamente, lo están haciendo). Mal empezaríamos la preparación de los trabajos del Bicentenario. En esta celebración -como en aquellos hechos históricos-, la Iglesia tiene que ocupar su propio sitio y desempeñar su propio genuino papel, y el Oratorio es una insustituible atalaya. Para el consenso, para el buen entendimiento, para el trabajo riguroso y serio.
El riesgo que hoy padecemos no es nuevo en San Felipe; baste recordar la cautelosa, sagaz, inteligente y eficaz solución que en la República le supieron dar los de La Escolar SL. ¿Seremos hoy los gaditanos más torpes que entonces?
El Oratorio, monumento histórico nacional, de cara al Bicentenario, se restaurará necesariamente por la administración pública, se venda o no... ¿por qué entonces tan duro desprendimiento, tal sangría de un patrimonio tan preciado? Y las otras dos parroquias del conjunto histórico-artístico, programadas de reparación, también...
La única razón de peso que, al parecer, se argumenta en pro de la venta del Oratorio es la supuesta «penuria económica, pobreza extrema, imperiosa precariedad de la economía y de la tesorería de la Diócesis». Y posiblemente así se haya presentado el panorama económico a los consejos consultados. Esta enfermedad, esta crisis, ya no es cierta, gracias a Dios, en nuestra Iglesia Diocesana, que acaba de recibir saneadas cifras multimillonarias en euros, tras las últimas operaciones inmobiliarias, tales como la reciente venta (y cobro de su precio) de la finca de San Fernando, conocida como Huerta de la Compañía. ¿Dónde está entonces la urgencia y la imperiosa necesidad...?
No hay, pues, urgencia ni necesidad de vender, ni de desacralizar el Oratorio. Y sí, claramente, de una negociación generosa y constructiva, en aras de un deseado convenio de consenso con el Ayuntamiento -especial protagonista en los eventos gaditanos-, con la Diputación, con la Junta de Andalucía, con la recién creada Comisión Nacional para el Bicentenario..., a fin de que, sin vender ni desacralizar, se pueda utilizar el Oratorio como señera, natural e insustituible sede de los eventos del Bicentenario, para los correspondientes actos institucionales, constitucionales, culturales y demás adecuados acontecimientos. Una aportación de la Iglesia a la cultura (...y a y desde la fe...) con presencia y eficaz ayuda para el diálogo y el buen entendimiento en la tarea común de los responsables públicos, en momentos tan transcendentales para el pueblo gaditano.
Ojalá todavía estemos a tiempo.