MUNDO

Reticencias a la conquista

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Con menos verborrea filosófica que Francia, Italia se resiste a la invasión de marcas y franquicias que son la punta de lanza de la globalización, es decir, de la uniformidad consumista internacional. Los supermercados se han quedado fuera de núcleos urbanos de ciudades como Roma y otros lugares emblemáticos que tratan a toda costa de preservar un «estilo» que Italia defiende como «esencial», con la tienda de productos de la huerta nacional como bandera de una pizza republicana donde la estética prima sobre la ética.

Pero acaso se trate ya de una ficción que no podrá resistir demasiado tiempo. En Nápoles, por ejemplo, ante el bullicioso puerto o la estación Garibaldi -antesala del caos que forma parte constitutiva de una ciudad que fue española durante más de tres centurias-, ha empezado a proliferar una estirpe de anuncios que quintaesencian lo que viene. Bajo el reclamo «Botticelli limited experience» se exhibe una zapatilla deportiva que se reproduce hasta la saciedad del horizonte como en un espejo múltiple. El artista señero del Renacimiento italiano adobado con la lengua del imperio americano se pone al servicio de una marca de zapatillas bajo el señuelo de que los pies que las elijan vivirán una sensación reservada a los privilegiados. Publicidad mentirosa en acción, caballo de Troya de una Italia que ya está siendo conquistada.