CON C DE CÁDIZ
«Vine a Cádiz para estar dos semanas y ya llevo aquí diecinueve años»
Entrevista a Miguel Angel Nuccetelli ‘Miky’, vendedor de latas en la playa Santa María de Cádiz
Miky se ha hecho a base de sudor y trabajo con Santa María del Mar, donde desde hace dos décadas mima la sed de los usuarios de esta privilegiada playa
‘Que veinte años no es nada...’, cantaba el argentino Carlos Gardel sobre los regresos, pero aquí, en Cádiz, le ha salido un compatriota que no, al que para volver aún le queda tiempo. Tal vez otros veinte, que son los que lleva Miky dando de beber a una clientela que lo considera un vecino más. Bueno, no. Un vecino más, no. Es Miky, el latero argentino de Santa María del Mar que recorre la arena ocho meses al año. Miguel Angel Nuccetelli es de Mar del Plata y es un orgulloso nieto de un italiano, de ahí que tenga pasaporte europeo. Sus raíces están en el barrio de La Perla, donde aprendió las lecciones del comercio. Y ni las olvida ni las quiere olvidar. Lleva a gala ser bilardista, hincha de Estudantes de La Plata, discípulo del Diego y cada vez que puede y el trabajo se lo permite se le puede ver surfeando, jugando al fútbol playa o montando en bicicleta. Y es que Miky se enamoró de Cádiz en cuanto lo pisó.
– ¿Qué le trae a Cádiz?
–Vine por curiosidad a conocer el sur.
– ¿Vino con la idea ya de montar esta forma de vida o eso fue sobre la marcha?
–Noooooo, no, no. Que vaaaa. Esto surgió porque surgió. Yo venía con la idea de trabajar de socorrista, que es mi profesión en realidad. Vine con esa idea, pero en ese momento no había cupo. Tan sólo algunas suplencias que no me convenían del todo.
– Estamos hablando de hace...
–Diecinueve años.
– ¿Y cuándo se le enciende la lucecita?
–Pues sucede que un día, estando en La Victoria, me veo a uno pasar vendiendo. Yo no sabía que se podía. Lo miré, presté atención, me acerco y veo que vende refrescos y patatas. Y si había algo que no había hecho nunca en la playa era esto. Y aquí estoy. Diecinueve años después.
– Porque Miky, antes de ser Miky, trabajó en las playas de Mar del Plata como socorrista, atendiendo tumbonas y sombrillas, empleado de los vestuarios... ¿Cómo se adapta a la ciudad, a su nuevo trabajo, al día a día? ¿Vino solo?
–Vine con una antigua pareja y nos alquilamos un apartamento en el casco antiguo, entre Mateo de Alba y Sagasta. Fue en ese momento que me digo, ¿y si me pongo a vender? Y como la que más cerca me quedaba de casa era esta playa empiezo con la venta ambulante por curiosidad. Recuerdo que todos los días me venía con un carrito caminando.
Enamorado de Cádiz
– Antes de aterrizar en Cádiz, lo hizo en Alicante. ¿Por qué cambió aquello por esto?
–Quería conocer el sur. No vine pensando en trabajar. De Argentina volé a Alicante para trabajar como socorrista y fue instantáneo porque a los cinco días de llegar ya encontré trabajo en un club.
– Espere, espere... Tiene su trabajo en condiciones. Está tranquilo, viene a Cádiz y decide dejarlo todo por... ¿vender en la playa?
–Más o menos. Decido dejarlo y venirme de aventurero a ver qué pasaba. Aunque ciertamente venía con la idea de que iba a conseguir trabajo de lo mismo.
– Pero se da de bruces con la incertidumbre laboral de Cádiz, el paro, los problemas.
–Sí, pero con la salvedad de que Cádiz me gustó mucho más que Alicante. Lo vi de golpe. Me busqué un departamento para vivir y me fui a buscar las cosas a Alicante para venirme. Vine para dos semanas y cuando estaba para irme dije me voy a quedar aquí porque me encantó.
– ¿Qué hace de noviembre a febrero?
–Son mis vacaciones. Si puedo, viajo. Voy a Argentina. Y cuando no trabajo me voy con mis amigos o mi pareja a pasar el día a cualquier sitio de la maravillosa costa de Cádiz. Me encanta ir a Los Caños, Conil, Barbate, comer rico. Trabajo donde trabajo para después, medianamente, poder disfrutarlo y tener una vida sacrificada por un lado pero gratificante por todos.
– ¿Cuántas horas echa un día de temporada alta?
–Hay una pre y una post de arena. Arrancamos, a eso de las nueve y media de la mañana, con la preparación de los carros y del hielo para que no falte. La idea es que una vez que bajemos tengamos siempre el producto que damos todo frío. Y estamos hasta la noche porque siempre somos los últimos en irnos. Y entre que recogemos y dejamos todo preparado en el garaje para el día siguiente nos suelen dar las once.
– Habla en plural y entiendo que Miky no sería Miky sin...
–Exactamente. Y me gustaría que saliese conmigo en este reportaje. Es Andrés, el ‘cabecita’, y llevo quince años con él. Nos conocimos acá (en la playa). Yo conocía a su hermana y me habló de él y de que estaba buscando algo para trabajar. Me lo presentó, me ayudó y con el tiempo ya empezó con las papas y alcanzándome lo que me faltaba. Hasta hoy.
-¿Se ve en otro negocio de hostelería?
-Bueno, piano, piano. De momento me centro en mejorar nuestro servicio. Atendemos a los clientes en portugués, inglés e italiano. E incluso, gracias a ellos, aprendimos algunas nociones del lenguaje de signos para atender bien a sordomudos. Estaremos en la arena hasta que el cuerpo aguante.
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