TRIBUNALES
Las versiones de los menores sobre el exdirector de Salesianos se dividen, según la defensa
Padres y alumnos protagonizan una nueva sesión en el juicio por abusos sexuales y agresiones contra López Luna
La línea de defensa de Francisco Javier López Luna se está basando fundamentalmente en que las acusaciones de abusos y agresiones físicas que hicieron los menores fueron el resultado de una ‘venganza’ y ‘complot’ de los niños en contra del director. Según han dejado ver en sus preguntas, todo se puso en marcha después de que el sacerdote castigó sin viaje de fin de curso a Isla Mágica algunos de ellos debido a su mala conducta.
El docente ya argumentó durante su primera declaración que se trataban de «niños difíciles» por lo que, «con cercanía» intentaba ayudarles a que recondujeran su vida académica. De momento, se está conociendo de manera pública exclusivamente la versión de los padres que relatan cómo se enteraron de lo que ocurría , cómo fue la reacción de sus hijos y si llegaban a casa con «moratones» y «marcas», pero, en este caso, los testimonios de los menores son la clave.
Por ahora han declarado a puerta cerrada una docena de ellos y, según la defensa, algunos han variado lo dicho ante la Policía y durante la instrucción en el Juzgado número dos de Cádiz, ya que los tres años que han pasado les ha dado cierta perspectiva sobre lo ocurrido y, al parecer, les ha podido despojar de algunas influencias que pudieron tenerles bajo presión en su momento.
Otro de los asuntos que más han llamado la atención desde que comenzara este juicio es que nadie ha acudido a dar su apoyo a Don Javier a pesar de las cientos de personas que se pusieron de su lado tras su detención en 2013. Por lo visto, se ha querido evitar que la concentración de estos grupos distraigan la atención del proceso judicial.
Nueva sesión
La Audiencia Provincial de Cádiz acogía ayer la tercera sesión del juicio contra el exdirector del colegio Salesianos de Cádiz acusado de abusos sexuales y agresiones físicas a alumnos del centro durante los cursos 2011 a 2013. Padres y menores han seguido dando su versión de los hechos al tribunal, testimonios que se extenderán durante toda esta segunda semana del juicio.
Durante sus declaraciones, muchos de los padres aseguraron a las partes que no fueron conscientes de lo que ocurría en el despacho de López Luna hasta junio de 2013, cuando se formuló la primera de las denuncias por parte de la madre de uno de los menores.
El primer testimonio de la mañana lo daba la madre de uno de los menores denunciantes que ya no se encuentra en el colegio. Aseguró que poco antes de que se conocieran los hechos, su hijo le confesó que el exdirector les daba «chuches, zumo y les dejaba el ordenador» y negó que tuviera «moratones». «Decía que el director les daba mucha confianza para dejarles hacer esas cosas». En este caso, según expuso, su hijo faltó «4 ó 5 veces a Matemáticas» pero que no supo de estas ausencias porque no quedaron reflejadas en el sistema informático de control que tiene el colegio para informar a los padres. Como recordó, «un día le pregunté si le estaba tocando y me respondió que si estaba loca o qué».
No notaron cambios de actitud
«No noté ningún cambio. Lo he sabido todo después», manifestó la segunda madre en declarar. Según explicó, tampoco le vio a su hijo rastro alguno de haber sido sometido a un castigo físico y aseguró que se enteró de lo que estaba ocurriendo cuando poco antes de ser público se lo contró otro padre. Fue entonces cuando este alumno, que continúa sus estudios en el centro, le contó lo que había vivido. Según le dijo iba al despacho en compañía de otros niños pero, «advirtió al resto de sus compañeros de que no era apropiado». Confundido, «se fue al diccionario y buscó la palabra pederasta y la identificó con él». Tras hacerlo y comentarlo con otros alumnos, «el director le dijo que no le gustaba los comentarios que estaba haciendo al resto», expuso su madre, quien lamentó ante el tribunal que desde el centro no se les informara nunca que el director «tuviera la potestad de sacar a los niños de clase cuando quisiera». Según expuso, tres años después, «sigue sin gustarle hablar del tema», lo que atribuye a una mezcla de «miedo» y «vergüenza».
Otra de las madres que aportaron su versión y cuyo hijo continúa también estudiando en el centro, aseguró que no notó ningún cambio en la actitud de su hijo y que no le contó nada de lo ocurrido hasta después de la primera denuncia. «Le fuímos sacando información poco a poco». Según le aseguró, el exdirector supuestamente le pegaba «tortazos a cambio de jugar al ordenador, darle chucherías... ». La madre sin embargo nunca tuvo conocimiento de estos episodios. «Notaba que se tiraba mucho tiempo en el despacho pero él mismo, con 13 años que tenía, lo veía como un juego».
También testificó el padre de un alumno vecino del primer denunciante. Su hijo, que continúa en Salesianos, les relató lo que pasaba poco antes de que saltara públicamente el caso cuando un día en el almuerzo les contó «algunas actitudes» del exdirector. Según les explicó el religioso, «que no estaba muy bien», sacaba a los niños de clase. Además, les dijo, que había visto «cates», cuya intensidad iba a más.
Por miedo a ser un chivato
Al conocer estos hechos, el padre relató que quiso ir al centro a pedir explicaciones pero que finalmente no lo hizo porque su hijo temía que le llamaran «chivato». Como recordó antes de conocer estos episodios sí llegó a sospechar porque no era «normal» que su hijo fuera los sábados al despacho del director. «Nunca había visto algo así», explicó tras detallar que tanto él mismo como dos de sus hijos han sido alumnos de Salesianos.
Además recordó que llegó a conocer a López Luna y que le pareció «muy jovial» y «diferente» a otros directores que habían pasado por el centro. Según explicó a preguntas de la defensa presentó la denuncia cuando la Policía acudió a su casa y después de que su vecina, la primera denunciante, le contara todo el proceso y la agresión que había tenido lugar en el despacho cuando acudió con su hermano a pedirle explicaciones al sacerdote.
Otro de los testimonios dados fue el de otro padre que aseguró que no supieron nada de lo que ocurría hasta que no les llamaron desde la Comisaría, aunque sí advirtió que su hijo había bajado las notas y estaba «más cerrado». Según explicó, sí le vio un moratón a la altura de la cadera pero que no le dio importancia ya que éste le dijo que había sido jugando al fútbol. Además declaró que no tuvieron constancia de las faltas de su hijo a clase ya que no aparecían en el sistema de control del centro. Al preguntarle al menor por lo que ocurría, le contó que el director era «muy amigo de los chiquillos».
La de ayer martes ha sido la tercera de las nueve sesiones en las que está previsto que se desarrolle el juicio, durante el que van a declarar como testigos 73 personas, de las cuales 27 son menores de edad o lo eran cuando se produjeron los hechos.
Según el Ministerio Público, los hechos se remontan a enero de 2012, cuando, con el objeto aparente de ganarse la amistad de los alumnos fundamentalmente de Primero y Segundo de ESO, el acusado supuestamente ideó un «sistema de créditos» mediante el que los alumnos que «querían evitarse alguna clase por resultarle molesta o aburrida» acudían al director para que les diese un justificante «a cambio de un castigo corporal».
De esta manera, los alumnos permanecían durante un tiempo preestablecido en el despacho estudiando, jugando con el ordenador o la tablet y recibían golosinas, pero siempre «a cambio del correspondiente castigo corporal que era cuestión ‘sine qua non’».
Según la Fiscalía, los castigos corporales implicaban «golpes con la mano abierta sobre la piel», obteniendo este sistema «gran éxito entre los alumnos» para conseguir evitar las clases.
En principio se trataría de «collejas y golpes no muy fuertes», pero dicha actitud de camaradería ocultaba sin embargo «un propósito libidinoso» por parte del acusado, que habría ido «aumentando la intensidad de los golpes» y de juegos concretos que «conllevaban un componente erótico».
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