DE UN DÍA PARA OTRO
A todo se acostumbra una
A la guerra, tan perra, también. A la mascarilla. Bombas y virus cada día suenan un poco más lejos. Así que cada cual se dedica a lo cotidiano: los mayores, la intriga, el autobús
Hasta hace unos días, al levantarnos como este jueves, nos espantábamos al recordar la guerra tan cerca, aquí al lado , de gente «como nosotros». Los otros, los lejanos, ya se sabe, sus líos. Pero hoy, ayer, ya no duele tanto. A todo se hace una. Han debido de moverla. Alguien ha debido empujar Ucrania dos o tres mil kilómetros, hasta ponerla tan lejos como Siria, Colombia o Nigeria. Versión eslava de 'La balsa de piedra' que varó Saramago.
Así se obra el prodigio de que, al despertar, un miércoles, un jueves, la pena sea una más. Escampa el impulso conmovido (o moda, o pose, según casos) de salir corriendo a llevar nada ni traer a nadie. Quedan los solidarios crónicos, constantes o profesionales. Los que saben que ya pasaba, volverá a pasar, en sitios no tan lejanos. Que no hay nuestros ni otros, que todos los niños, como los ucranios, se parecen a los de aquí, que va a durar, que cada generación tiene su Vietnam , que qué se le va a hacer. Con este decorado hay que cantar. Lo de cada uno. Lo cercano. Autobús, mascarillas, viejos alcaldes, carnaval, playa. Problemas de primer mundo. El tercero es remoto y el segundo (nunca se menciona ¿será Ucrania?) cada día lo echamos un poco más para allá.
El autobús no viene ¿Será una huelga?
El deterioro de los servicios públicos esenciales de un ayuntamiento (limpieza, transporte, Policía Local...) es tan grave que los ciudadanos de Cádiz (o El Puerto, San Fernando...) corren un grave riesgo: si una huelga, una bronca laboral , paraliza la recogida de basura o la línea de bus se ralentiza, si grúa o multas desaparecen, la población puede no darse cuenta de que hay paros o protestas. O caer muy tarde. Cómo percibir que están más sucias calles que ya estaban guarras. Cómo saber que el autobús, descacharrado para tortura de discapacitados y mayores, está en huelga si ya pasaba uno cada ocho horas, modo supositorio. Cómo saber que los queridos agentes viven en rebeldía justo ahora si no los ves desde 2012. Va a costar distinguir entre la normalidad y la huelga. Si llega. Que ojalá se arregle, claro. El servicio, también.
«Carlos Díaz qué buena gente y olé...»
Nadie peor que los tuyos. Las más intensas olas de odio, difamación y derribo nacen en una mesa. Ahí al lado. Entre los ocultos en un despacho vecino. El pelota que coge impulso fiscalizando a todos. El gorrión cobarde que susurra censuras y reproches, reales o no. Sindicalistas conchavados con el buen patrón para hacer cuanto menos, ambos. Jefes incapacitados que dejan hacer. Les conviene. Compañeros del metal, heavy, que necesitan derribar fichas, generaciones , para ocupar el lugar. Natural. Pasó. Pasará. Que levante la mano el que no. En cualquier oficina. Cómo no en un ayuntamiento, un partido, donde el vasallaje es método. La intriga, rutina. Donde el mando jamás realizó, ni una vez, el trabajo que pide. Ningún otro. Con los años, llega el repaso despojado, desapasionado, aún interesado. Resulta, luego, que hace 43 años , o 30 años , todo el mundo era bueno, eficiente, brillante. Mejor de lo que parecía. Que fueron lances del juego. Suele ser falso. Suele ser parcial, subjetivo. Suele ser ridículo. Suele ser tarde.
Las mascarillas son para trabajar
Que cada cual se las apañe. Vaya novedad. El bozal , como todo lo relacionado con la pandemia de nuestras vidas (¿no habrá más, verdad?) hace meses que es cuestión individual. Hace tiempo que nadie mira. Nadie sabe. Nadie dice. Nadie multa. Si hasta las bajas llegaron a ser autodeclaradas. El sistema y nosotros, todos, anduvimos desbordados. A qué negarlo ni asombrarse. Como para no estarlo ante lo nunca visto ni vivido. 700 días . Que cada palo (no en sentido piquesiano) aguante su miedo y el ajeno ahora. O el optimismo de uno y de los demás. Ya se verá en cada oficina (viva Gervais) o en cada colegio. Eso sí: aquella asiática viejita de la que nos burlábamos en silencio en 2017 a la puerta de los Reales Alcázares, en la cola del bus turístico o del Museo del Prado por llevar tapabocas se ríe ahora de ti bajo su carpa facial. Los tarados éramos los demás. Ella era una adelantada. A su tiempo y al nuestro.
Ver comentarios