Teresa Rodríguez, candidata de Adelante por Cádiz: La indignada solitaria

En la entrevista a Billy Wilder hecha libro -ese que muchos pedantes tienen en la mesilla de noche- el genio se vale de Charles Laughton para definir el concepto de «presencia» . Algo así como el carisma hecho imagen. Que utilizara al actor británico como ejemplo muestra que la supuesta belleza física no está relacionada con el asunto (está permitido buscar la foto en Google).

Aseguraba el inmortal que esa cualidad consiste en que sus dueños logran que nadie pueda dejar de mirarles ni oírles, de atender, una vez aparecen en una pantalla o en un escenario, en una sala. Es imposible abandonarles o fijarse en otros mientras están en el uso de la palabra o el gesto. A esta gaditana le va sucediendo a sus 41 años. A los dos debates en la televisión, especialmente el segundo, basta remitirse.

Para acercarse a la personalidad de la candidata de Adelante Andalucía sirve reparar en su nombre. Lo reduce a Teresa Rodríguez cuando formal y administrativamente es Teresa Rodríguez-Rubio Vázquez . Pero los apellidos compuestos siempre tuvieron un aire burgués del que lleva toda la vida tratando de huir. Si había que cortarlo por la mitad, se cortaba. Nacida en Rota en 1981, está acostumbrada a ir a la contra montada en una enorme sonrisa juvenil que siempre parece nueva y sincera.

No sólo del árbol genealógico que le emparenta con una familia acomodada, aunque sin lujos, de la Bahía de Cádiz ha querido distanciarse para volar sola. Su empeño por la política fue precoz, su trayectoria ha sido accidentada y el resultado, hasta este domingo, positivo. Es, quizás, el rostro más reconocible de la fragmentada izquierda andaluza , bastante por encima de su excompañera y paisana Inma Nieto. A cambio, carece de equipo y tradición, de implantación geográfica en el resto de Andalucía.

Su actual apuesta, llamada Adelante, aparece demasiado ligada a la provincia de Cádiz, a su pequeña capital , aldea gala de la política andaluza. Su pareja, el alcalde, y su Gobierno aparecen como mayores respaldos.

Pocas herramientas parecen para conquistar un territorio de 8,4 millones de personas, el más poblado de España. Desde su primer reto político gustó de enfrentarse a molinos muy grandes y augurios muy negros. Aquel debut la ligaba a la lista de Izquierda Anticapitalista a la Alcaldía de Cádiz en 2011, con sólo 20 años. Aunque los votos que obtuvo se podían contar por decenas, más de una década después sigue en la misma formación, después de haberse aliado y enemistado con mayores conglomerados como Izquierda Unida y Podemos .

Independiente y combativa en lo político, constante en lo personal, se presentó en 2015 como una novata en el Parlamento de Andalucía. Incluso fue objeto de burlas mientras se estrenaba , involuntariamente grabadas, por parte de veteranos como Susana Díaz y sus consejeros. Aguantó sin arrugarse y hoy es una de las oradoras más destacadas de la cámara.

Licenciada en Filología Árabe por la Universidad de Sevilla, tiene un doctorado en Inmigración e Interculturalidad, materias que le obsesionan como demostró en el cierre de campaña en Cádiz. Aprobó las oposiciones de la Junta como profesora de Secundaria con 27 años. Ejerció, principalmente, en el instituto de Puerto Real. Apenas cinco después, en 2013, aparcó la enseñanza para volcarse en la política.

Después de ser candidata a la Presidencia de la Junta con Podemos en 2015 y con Adelante Andalucía (que incluía entonces a IU y Podemos) en 2018 regresa con una apuesta vestida de oxímoron –izquierda nacionalista– y sin aliados. La última ruptura de muchas, la del grupo parlamentario, le puede pasar factura a partir de hoy según los resultados que obtenga. Su vida política no será fácil. Nunca lo fue.