ANALISIS

El PSOE de Cádiz busca nuevo líder para reinventarse o morir

El que fuera gran partido local se enfrenta el jueves a una supuesta renovación con el menor número de militantes y votantes de su historia reciente

JOSÉ LANDI

Alfonso Guerra ha parido tantas frases memorables, por brillantes o irritantes, que merece una enciclopedia política con nombre y foto, las de aquellas gafas gigantes de pasta negra. Para cada situación, hay una cita suya. Para las primarias, también: «Son bonitas pero no buenas» sentenció el eterno vicepresidente, culto y provocador.

Cada vez que ese proceso reaparece, resulta imposible olvidar su reflexión. El PSOE se ha especializado en convertir una virtud ejemplar en herramienta de autodestrucción. Basta recordar los nombres de Borrell o Almunia, la dramática reunión del Comité Federal del 1 de octubre de 2016 que dio paso al susanismo y el pedrismo... Es la reproducción en bucle del mismo proceso: una exhibición de transparencia y democracia interna que debería sonrojar a otros partidos anquilosados y herméticos (PP) se convierte durante su manejo en ejercicio de autolesión. Lo que debería ser escaparate para mostrar el funcionamiento ideal de un partido transversal y contemporáneo se convierte, una y otra vez, en celebración del desgaste ante una ciudadanía cada vez más lejana.

Cuando las primarias han sido nacionales o regionales, al menos quedaban claras las posturas: los más conservadores, pragmáticos y burócratas a un lado. Los más idealistas, teóricos y transgresores, al otro. Así era el trazo grueso, la caricatura sin matices que facilita la elección. Cuando se trata de reproducir el modelo a escala local, en un ámbito cada vez más pequeño y teóricamente manejable, las dificultades se disparan. Sanchistas, susanistas, romanistas o pizarristas se entremezclan en un puzzle que -aunque sus protagonistas hagan como que lo ignoran- cada vez interesa a un menor número de vecinos.

Los socialistas españoles, andaluces y gaditanos conservan un sentimiento de orgullo y pertenencia que les hace reaccionar con vehemencia cuando consideran que algún titular, algún argumento, texto o comentario perjudica a sus siglas y su acción. Sin embargo, nada de lo publicado (salvajes redes sociales al margen) alcanza la milésima parte de perversidad de los crudelísimos mensajes que unos socialistas se dirigen a otros de forma habitual –ante terceros, ante ajenos– cuando llegan los periodos de primarias. Nadie cumple mejor el papel de enemigo del PSOE que un grupo de militantes socialistas. En la ciudad de Cádiz, esa tendencia general llega a cotas de virtuosismo sorprendente.

Antecedentes descendentes

Con esa premisa, la campaña previa de los –al menos– dos candidatos a la Secretaría General Local tiene una gran virtud: sólo dura una semana. Uno de los dos lo admitía hace unos días. El próximo jueves acabará con la elección entre, por ahora, Fran González y Blanca Flores. En sus casos, esa sencilla división entre sanchistas y susanistas, entre melancólicos de la izquierda combativa y socialdemócratas moderados, institucionalizados, se diluye.

Los antecedentes, los enfrentamientos personales, las trayectorias, hasta las familias y las ataduras laborales se mezclan en un potingue de origen democrático pero aspecto final desagradable. Tanto que los socialistas, en Cádiz, se enfrentan al abismo de quedarse solos, se dirigen a la batalla por la supervivencia, a la amenaza de la irrelevancia. El dilema es «volver a ser lo que fuimos», por recordar himnos ahora tan de moda, o acabar como el PA o la Izquierda Unida municipal de los 90 y los primeros años del siglo XXI, una presencia política menor, entusiasta, con tradición y libre para reivindicar pero de proporciones tan pequeñas que nunca puede hacer, influir ni participar. Apenas serán 430 militantes los que tendrán capacidad de elegir entre el actual líder local y portavoz municipal o la aspirante, filóloga y poeta, que repite asalto tras intentarlo sin éxito en 2008. Es el menor número de afiliados que se le recuerda a una fuerza que llegó a tener una asombrosa penetración social en la capital gaditana (aún conserva cierta parte en la provincia) hace apenas 30 años. Su saludable capacidad interna para discrepar se convirtió en talento para difamar a sus propios integrantes y hablando así del animal ¿quién les iba a comprar el caballo? Una feria tras otra, unas elecciones (municipales en Cádiz, sobre todo) tras otras.

Su tendencia a la melancolía y la confrontación interna es tal que los primeros reproches cruzados entre los dos candidatos en esta nueva campaña han tenido como base el formato de un único debate público. Entre militantes pero abierto, dicen unos. Con cámaras de televisión, dicen otros. Esa discusión demuestra lo que les cuesta contemplar la realidad: ese debate está dirigido a un público objetivo que no supera el medio millar de personas, la militancia local. Quizás no merece tiempo ni energía darle vueltas a la fórmula que se use.

Gonzalez y Flores, más los que se puedan sumar hasta el último minuto del mismo jueves 16 de noviembre, tienen ese trabajo titánico por delante: empezar a darle la vuelta a 22 años de decadencia local ininterrumpida. O presidir el funeral. Desde que Carlos Díaz fuera apartado de la candidatura por el propio partido (otra vez los de dentro más agresivos que los de fuera) en 1995, los gaditanos con más edad recuerdan la secuencia: Fermín Moral arrasado por Teófila Martínez y sin acabar ese primer mandato en la oposición. María de la O Jiménez, fallecida el pasado jueves, repitiendo la trayectoria en los cuatro años siguientes. Algo de esperanza y tregua en el doble intento de Rafael Román, que fue un valle entre dos líneas descendentes. Marta Meléndez tampoco pudo remontar ni resistir. Fue apartada por Fran González que, en 2015, alcanzó los peores registros de votos en unas municipales para la candidatura socialista en Cádiz.

A los errores internos y a la fuerza –descendente sólo a partir de 2012– de Teófila Martínez se acabaron sumando otros factores negativos: una fractura generacional sin precedentes que propició el intenso y breve terremoto social del 15M y la inmediata irrupción de Podemos. Los jóvenes interesados en política ni se planteaban mirar al PSOE, «la casta», «el sistema». Ya tenían otra política, «de verdad» según ellos. La consecuencia es que el PSOE de Cádiz, no sólo tiene menos votantes y militantes que nunca. Además, está mayor. Para encontrar una media de edad más alta en un colectivo social gaditano hay que irse a la antología de Paco Alba, a un club de lectores de prensa en papel o a un bingo.

En ese páramo, a Fran González hay que admitirle un mérito notable: con esos números tan malos (para lo que el PSOE ha tenido históricamente) ha logrado un protagonismo local para su figura y sus siglas que no se veía desde la década anterior, incluso desde el siglo anterior. Con solo cinco concejales se vio en el papel de apoyar al emergente movimiento de Podemos (que ya se había tragado a Izquierda Unida) o traicionar a los que suspiraban por el derribo de 20 años de Teofilato. Se inclinó por su obligación ideológica. Apoyó a José María González. Desde entonces, se ha convertido en el hombre de la llave. Y la enseña cada vez que puede. Su rostro se ha hecho conocido para muchos gaditanos. Su mensaje, no tanto. Ha tratado de defender un modelo de oposición exigente, sin apoyo constante ni «carta blanca», como repite, que ha permitido que Podemos gobierne en Cádiz pero con el que se declara decepcionado.

Hay otra versión (la de Podemos y la del ala más progresista de su propio partido) que al candidato González no le gusta: dejó pasar a Kichi hacia el bastón de mando para verle caer, con la certeza de que la inexperiencia y falta de capacidad de su equipo haría todo el trabajo sucio, con la calma del que sólo tiene que sentarse cuatro años para ver tropezar al que le ha quitado el trono de la izquierda local. La ley de la gravedad en versión política municipal.

El clan de Fran

González, sorprendió con un furibundo respaldo a la candidatura de Pedro Sánchez, el pasado marzo, cuando el PSOE nacional anduvo rajado por la mitad. Su entusiasta tono mitinero en la visita de campaña del madrileño a Cádiz, cuando peleaba con Susana Díaz por el control nacional del partido, fue llamativo. Su histrionismo en ese acto sólo fue superado por el alcalde de Chiclana, José María Román. Ese gesto le ubicó definitivamente. Era, sanchista, pedrista o como se llame. Pero en ese colectivo, en Cádiz, tampoco le quieren. Nada más anunciar su candidatura, emitieron una nota en la que se desmarcaban. «A ese, ni le conocemos», venían a decir. Y los partidarios de Susana Díaz, con la secretaria provincial Irene García al frente no le pueden querer. La también presidenta de la Diputación no tardó ni dos horas en despreciar la candidatura local de Fran: «Me he enterado por la prensa», dijo.

Uno de los más fervientes, hasta las lágrimas, partidarios de Pedro Sánchez en la provincia, Rafael Román (exconsejero, expresidente de Diputación, excandidato a la Alcaldía de Cádiz), apoyó la presentación de Blanca Flores. Como su hermano José María (sí, el que compartió escenario en el acto de Pedro Sánchez con Fran González). Como Marta Meléndez. En resumen, el portavoz municipal dice que lo da todo por el sanchismo pero sin el sanchismo.

Flower power

El papel de Blanca Flores aparece, sobre el papel, como integrador. Algo más abierto y moderado, neutro. Frente al candidato pedrista denostado por los pedristas, la escritora copia una frase de Irene García para recordar que «en el PSOE no sobra nadie» y asegura sentirse orgullosa de que entre sus apoyos haya militantes que respaldaron tanto a Susana Díaz como a Patxi López, además del renacido secretario general federal. El equipo de Fran González la quiere presentar como «la opción susanista». Para ese papel, según comentarios muy extendidos y reproducidos por los colaboradores de Fran González, fueron tocados otros aspirantes desde Emilio Aragón a Raquel Arenal. Renunciaron o no cerraron el acuerdo previo necesario.

Un destacado militante gaditano, que fue candidato a la Secretaría Local en este siglo, da una clave que puede orientar: «La dirección andaluza del PSOE da a la ciudad de Cádiz por amortizada, por perdida. Creo que le da igual quien gane y no se ha esforzado por montar una candidatura puramente susanista, quizás la de Flores le parezca que hace algo de contrapeso y puede dejar las puertas abiertas a un diálogo más llevadero, pero poco más. No se fían de Cádiz hace años».

¿Quo vadis?

Esa teoría, particular por más que cualificada, confirmaría que el PSOE local está en el filo del precipicio. La única capital de provincia que no gobiernan PSOE o PP se da por imposible desde Sevilla, quizás por su descendiente peso demográfico incluso en su propia provincia. De hecho, el mayor debate ideológico y político que los socialistas de Cádiz deben afrontar de aquí a un año (cuando acabe el precoz Carnaval quedarán 12 meses para la campaña de las municipales) es qué papel jugar ante Podemos (Por Cádiz sí se Puede). La única gran decisión consiste en apoyar o no, unirse o no, al número de concejales que los de José María González Santos logren en 2019. En ese momento venidero, o media un vuelco electoral improbable, o Podemos volverá a llegar con mayor número de ediles que el PSOE, con más fuerza.

El papel socialista, de nuevo, será complementario. Entre los fieles del alcalde y su equipo se ha establecido la opinión de que Fran González es un saboteador, el mayor obstáculo a su frustrada y frustrante tarea de gobierno. Pero ambas partes se necesitarán. Queda saber quién precisará más de quién. Un acuerdo con el PP está absolutamente descartado. Lo estuvo en 2015, lo está ahora y lo estará en 2019.

Una vez resulta imposible coger el bastón de mando, sólo queda ser muleta y rentabilizar ese papel para crecer hasta invertir la situación de decadencia que ya casi alcanza el cuarto de siglo. El PSOE local cuenta con, al menos, tres de los concejales con mayor capacidad política y técnica, formativa y de trabajo, del actual Pleno pero ese mensaje llega a un número ínfimo de ciudadanos. Falta saber si Fran González ha sido capaz de rentabilizar el papel de subalterno hasta volver a ser independiente y fuerte. Resta saber si los socialistas gaditanos creen que Blanca Flores será capaz de lograrlo.

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