XVIII Mercado Andalusí

El Pópulo y la Catedral se disfrazan de Cádiz medieval

El XVIII Mercado Andalusí abre su programa de actos para cerrar el calendario de convocatorias festivas del discutido verano gaditano

J. LANDI

Puede que la diversión esté muy relacionada con las expectativas. Si el espectador acude a cualquier evento con unas previsiones muy altas, resulta difícil satisfacerlas. De ahí que muchos ratos buenos lleguen por sorpresa, por casualidad.

La programación cultural del verano gaditano es una demostración fiel de esta teoría del azar. Cuando sus contenidos se anuncian y rodean de grandes palabras, de lírica solemne, como «encuentro con el mar», «trofeo de los trofeos», «viaje en el tiempo», «recreación histórica» o «herencia cultural de una ciudad milenaria» puede resultar que sus contenidos asociados a esas frases parezcan luego demasiado sencillos, comunes. En cambio, si se esperan humildes montajes creados como excusa para pasear, comprar, curiosear, disfrutar determinados paisajes y tomar algo resultan que son tan dignos como tantos que hubo en todas partes y en cualquier momento.

Así sucede con el Mercado Andalusí que tras alguna polémica previa sobre su discutida supervivencia se inauguró ayer en la plaza de la Catedral y El Pópulo . Medio centenar largo de expositores consagrados a los productos artesanos para formar un encuentro comercial que, hasta mañana domingo, celebra su decimoctava edición.

Para entender la modestia como uno de los encantos de la cita, valga una comparación. El programa, bajo un calor exactamente andalusí, casi cordobés, arrancaba a las 13 horas con un pasacalles. Lo formaban unos seis cómicos y músicos ataviados entre lo medieval y lo árabe, con danza del vientre abriendo la mínima comitiva. Inmediatamente después, aparecían los dirigentes institucionales y sus colaboradores para hacer el paseo formal de la inauguración, ese paripé diplomático en el que se hacen los interesados durante unos segundos en varios tenderetes. En este segundo desfile, en cambio, eran más de 25 personas. Unas cinco veces más que los artistas.

Una cosa es la realidad y otra es el relato que se hace sobre ella. El Mercado Andalusí está organizado por la Diputación Provincial, a través de la Institución Ferial de Cádiz. Ofrece 65 puestos y esta vez da la sensación de que se han volcado más en la plaza de la Catedral para liberar algo el paso por las callejuelas del Pópulo.

Los vendedores van ataviados de época (mejor no preguntar cual ni ponerse melindre con los anacronismos) para dar la uniformidad habitual. Desde quesos y aceites hasta infusiones y plantas medicinales, bisutería, espadas de madera y alimentos naturales de la provincia. La artesanía, la manufactura personal de los productos es mayor rasgo de unidad temática que la recreación histórica. Hasta las atracciones (tiovivo, columpios...) juegan a tener una cierta estética medieval que regala momentos curiosos: unos niños turistas moldean barro con sus manos, en un torno real, en un taller alfarero, en la esquina con Arquitecto Acero. En esa zona se concentran los atractivos infantiles.

Un pequeño escenario bajo la puerta principal de la Catedral anticipa el programa de actos que se va a desarrollar hoy de mediodía a medianoche . Mañana domingo, hasta las 22 horas que el próximo lunes ya es más laborable que los anteriores.

La vocación

El portavoz municipal socialista y diputado provincial Fran González es el principal promotor actual del Mercado Andalus í. Encabezaba la comitiva de representación política y suya es, ahora, la teoría de la cita, a la que achaca el mérito de «promocionar la artesanía local; difundir la cultura y las costumbres locales en Al Ándalus; impulsar y mostrar la recuperación de oficios y profesiones antiguas».

La concejala de Cultura del Ayuntamiento de Cádiz, Eva Tubío, asegura que la cita es un complemento al turismo de «sol y la playa» , que sirve para dar a conocer «la gran cantidad de recursos de los que dispone la ciudad: cultura, historia, comercio, patrimonio». Todo eso, bajo una supuesta temática medieval. Pero eso es mejor no tomárselo muy a pecho. Uno de los puestos, junto al Arco de la Rosa, ofrece cerveza helada, vinos y tapas con el reclamo de un Seat 600 rojo y cuidado, de coleccionista, perfectamente conservado. Llamativo, hasta entrañable. Los tecnicismos, los contenidos y el trazo fino mejor no tomárselos demasiado en serio. Es para darse una vuelta y comprar.

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