Crítica del FIT 2021
Ocurrencias, o cómo ensuciar lo bello
Qualitätskrontrolle de Eduardo Guerrero
El director de la obra nos anuncia «que no nos preocupemos si no lo vemos todo» que la pieza está concebida para que veamos tan sólo parte de ella . Una manera un poco torpe de hacernos creer que la falta de visibilidad era intencionada. ¿A nadie se le ocurrió colocar un templete más alto o colocar las sillas de manera intercalada para paliar la falta de visión?. Ya griegos y romanos emplazaron sus teatros en una colina. ¿Tenemos que aceptar esta falta de previsión con el pretexto de que así fue diseñado el espectáculo..? Pues no. La esencia del ‘site-specific’ (un encargo de toda la vida, vamos), es saber dónde y en qué condiciones vas a trabajar, evaluar pros y contras del espacio y aprovecharlo de la manera más eficaz.
Aquello que no coadyuve a definir de forma coherente el corpus de la obra lo podríamos llamar sencillamente: una ocurrencia. Es algo que puede parecernos genial, pero que no lo es; algo que prevemos interesante para el espectador, pero que en relaidad no funciona o no encaja y termina convirtiéndose en un pegote. Pegote: «Añadido hecho de manera tosca y torpe, que generalmente no guarda armonía con el resto y estropea su calidad y que a menudo tiene la intención de ocultar algún defecto». El espectáculo estaba intermitentemente empañado con ocurrencias y pegotes: ora la pistola, ora el vídeo, ora una navaja, ora una locución...
Era insustancial la proyección de ese vídeo en todo momento. No aportaba nada, era poco sugerente, era chocante por obvio y poco trabajado. Estorbaba y mucho.
Afortunadamente, pudimos ser testigos (los que pudimos ver, algo), de la armonía, la elegancia, el sentimiento y la comunión bendita entre tres creadores fantásticos cada cual en su estilo y tarea: Edu Guerrero al baile, Matías López ‘El Mati’ a la voz y cuerdas, y Calde Ramírez en el Espacio Sonoro. Todo un hallazgo la conjunción de estos tres artístas que consiguieron momentos de verdaera magia. Pudimos disfrutar del estado de gracia y casi éxtasis con el que se sucedía la efímera experimentación y búsqueda de nuevos derroteros en el baile; ya sea con una silla o en equilibrio sobre una barra metálica: uno de los pocos momentos de conjunción entre la técnica, lo bello, la intuición y el espacio de creación.
Lástima de esfuerzos y empeños conjuntos para terminar ensuciando la maestría de Edu, Mati y Calde, porque en el arte, lo que no suma, resta, y lo que no aporta, contamina.