ENTREVISTA
«Nunca me he sentido quemado, pero el último año ha sido duro»
El reconocido especialista Antonio Vergara se jubila tras cuarenta años abanderando causas en defensa de la sanidad pública y siendo un referente de la lucha contra el sida
Antonio Vergara lleva apenas tres meses fuera del Hospital de Puerto Real y aún hay quien no se termina de creer que se ha jubilado. Los 65 años lo cogieron por sorpresa y «cuando uno no puede dar el 150% tiene que abandonar», dice con naturalidad, a pesar de la dura crisis personal que le ha supuesto. El eterno jefe de Enfermedades Infecciosas del Clínico se va de la misma forma comprometida con la que ha ejercido su profesión durante estos 37 años. De su lucha queda la creación de la consulta penitenciaria, la visibilidad del paciente de sida y los cimientos para el reconocimiento de la especialidad de Enfermedades Infecciosas. También ese acercamiento a la política que no va a abandonar, a la izquierda en la que siempre ha creído y de la que quiere cambiar las formas.
-Cuesta creer que se ha marchado. Siempre lo hemos visto como esos médicos que aferran a la bata hasta que lo echan.
-Sí, podría haberme quedado hasta los 67 y siempre pensé que lo haría, pero me di cuenta de que era el momento de dejarlo. Fíjate, ninguno de mis compañeros se creía que me iba a jubilar, la propia dirección me decía, en broma, «tú estás de coña, lo que quieres es que te paguemos más». Yo soy de la opinión de que cualquier trabajo tomado en serio es una carga importantísima en cualquier profesión. No hay unas más importantes que otras. Pero la nuestra se ejerce en medio de un escenario de personas con graves problemas y grandes necesidades y siempre he defendido que no se puede estar a medio gas, tenemos que estar al 150%. Yo soy enemigo de las listas de espera, que tienen millones de motivos, pero las listas de espera tienen que generarse con el servicio al 150%. Por eso, cuando no uno está así, no puede seguir. Yo no suspendo consultas, atiendo hasta el último, es un rigor que pido como código en el servicio. Las listas de espera generan una enorme incongruencia, porque sabiendo que una persona necesita ayuda inmediata, la atención se atrasa de forma muy dura en mi concepto y en el de muchos profesionales. Tengo que reconocer que nunca me he sentido quemado, pero en el último año, honestamente, cambié. Me lo decía mi gente y yo notaba que resistía peor. Tampoco me veo como esos profesionales que piden quedarse en el banquillo y que siga el jovencito. Eso no es honesto o, al menos, a mí no me lo parece.
-Ahora que tiene tiempo ¿se replantea su acercamiento a la política? ¿Llevaría a cabo una labor más pública?
-En mi entorno sorprendió la decisión de ser cara visible de una candidatura. Me considero una persona muy política, pero no me gusta la actividad política. Y digo que no me gusta por la dinámica de las relaciones. Primero porque no son amables y segundo, por la tendencia al partidismo por encima de las necesidades. Es como si yo en la consulta estuviera pensando mucho en mi colegio médico en lugar de la enfermedad que estoy atendiendo. Me parecería un contrasentido. Eso ocurre mucho en la política por la cantidad de horas que se dedica al trabajo del propio partido. Otra cosa que me decepciona es que lo que quieres hacer y lo que puedes están muy alejados, tan alejados que, en la mayoría de las ocasiones, frustran a las personas. Te pongo un ejemplo, para darle 50 euros a una señora de la La Viña es mejor que se los des de tu bolsillo, porque si quieres hacerlo institucionalmente tardas dos años.
-Entonces, si las municipales se hubieran celebrado este año le habría cedido igual el primer puesto a Martín Vila en la candidatura de Ganar Cádiz.
-Sinceramente y así lo expuse en la asamblea, nunca me he planteado encabezar ninguna lista, otra cosa es lo que necesite la formación. Yo me ofrecí para ir de número 20, luego discutimos otra posición y llegaron las primarias. Tengo que reconocer que para mí fue un honor y un orgullo salir el primero, pero también me ocasionó desesperación. Entonces expliqué que me parecía una locura, porque eso requiere dedicación exclusiva. Acepté ir de número tres con un alto riesgo de salir y por poco no lo hice, pero los dioses me ayudaron, porque yo no me veía dejando mi hospital por estar de concejal en el Ayuntamiento. No podía dañar mi unidad y el trabajo que hemos hecho todo este tiempo por nada del mundo. Ahora que me jubilado tengo más tiempo, pero tampoco me veo.
-¿Qué es lo que menos le gusta?
-La política tiene una dinámica poco amable, porque dos de distinto partido podemos estar en desacuerdo, pero llevarnos bien. Yo soy un tío honrado, trabajador, no tengo problemas y no tenemos por qué estar insultándonos. Tal como están las cosas, no me veo en el Ayuntamiento, creo me iría del Pleno, pero no porque un ciudadano me insulte, que sé lo hace porque está parado o está desesperado. Lo que no soporto es que lo haga un compañero, que me diga: «ahora vienes a preocuparte por los pobres» y yo tenga que responderle: «pues anda que tú». Mi mundo es un mundo agradable, no soporto estar todo el día con confrontaciones, así que mi deseo es seguir trabajando en política como lo estamos haciendo ahora, aportando desde dentro.
-Sin embargo, nunca le importó ser la cara de la lucha y de la disidencia
-Siempre he tenido la sensación de nadar a contracorriente, pero siempre desde el respeto y sabiendo que era posible conseguir objetivos. La primera lucha fue la integración de los hospitales clínicos en el SAS y estuvimos casi un año en huelga. Fue una etapa en la que había que ser contestatario con los estamentos, entre ellos con los colegios profesionales. Yo he estado descolegiado toda mi vida y durante una parte importante, de forma ilegal.
-¿Por qué vino esa guerra con el Colegio Médico?
-El motivo principal fue la defensa de las consultas de enfermería, que hoy lo pienso y es como defender que las mujeres voten, pero entonces no era visto así por todo el mundo. En aquella época el Colegio era un frente porque defendía cosas radicalmente opuestas a lo que yo pensaba y me desvinculé. Eso me costó tener que llegar dos veces al Tribunal Supremo y los propios jueces me llegaron a decir que compartían mis argumentos. Bueno, los del abogado que me representaba y que se nos fue lamentablemente. Tomás Iglesias, de Conil, un hombre extraordinario. Los jueces decían que sus argumentos eran incontestables. Y se basaban en que el médico debía de estar colegiado para que hubiera un control de su ejercicio, entendiendo el colegio como mecanismo de defensa del ciudadano, pero yo al trabajar sólo en la pública ya tenía un control de mi trabajo, la administración ejercía esa vigilancia. Fue una confrontación terrible, pero el SAS, que podría haberme expedientado, no quiso entrar en el asunto, revisó las condiciones y como la colegiación no era un requisito obligatorio, no actuó contra mí.
-Imagino que eso sería antes de que la Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública fuese tan crítica
-La asociación siempre ha defendido lo mismo, lo que ha cambiado es la situación. La asociación poco antes de que el PSOE gobernara. Al principio éramos amigos porque los dos defendíamos un sistema universal y gratuito. Durante los noventa fue una etapa maravillosa, de crecimiento absoluto, pero luego llegaron los recortes, que yo los recuerdos desde mucho antes de la crisis, y el deterioro del sistema público. Mi etapa en la asociación ha sido importantísima y me alegro enormemente. Me he rodeado de gente que ha defendido la sanidad por encima de su profesión. Que ha puesto al ciudadano como centro del sistema y no al médico. Ha sido muy enriquecedor, aunque no puedo decir que me divirtiera, porque lo teníamos todo de frente, pero nunca me he desmoralizado, a pesar hemos vivido situaciones muy difíciles. Eso sí, la lucha ha sido siempre desde el respeto.
Ver comentarios