Cádiz

Adiós a 'El Motor' de la picaresca, símbolo de la época de la reventa presencial

Aficionados, expertos y autores reciben la noticia de la muerte de un icono del Carnaval preinternet

Aficionados hacen cola para el Concurso de Carnaval bajo toldos y lluvia en 2013 junto al Gran Teatro Falla. La Voz

P. L. G.

En una galaxia vecina, aquí al lado, en un tiempo muy, muy cercano, la Policía tuvo que cargar en una cola para vender entradas para la Final del Falla . Se reprodujeron carreras, caídas, golpes. Así éramos hace un cuarto de hora, es decir, hace un cuarto de siglo. Así somos aún. Pero acababa un ciclo en las formas. La reventa física, como fenómeno, tocó techo en la gran fiesta gaditana. Existía hacía mucho. Siguió existiendo, pero empezó a transformarse para atravesar la red después del impacto que causaron esas imágenes, se hizo virtual: «¿Así se ponen por las entradas del Carnaval?», se preguntaba en silencio la parte de la sociedad gaditana que siempre consideró el Concurso, a sus participantes y seguidores, como uno de los segmentos más chabacanos de la plebe local. Pues sí. Así.

La llegada de internet no creó ningún fenómeno, sólo los adaptó y los potenció, los difundió por el aire, los disparó. Con el sobreprecio de las entradas más buscadas pasó igual. Del susurro en una esquina, ante una taquilla física, se pasó al «vendo bolígrafo BIC por 200 euros y regalo entrada para la segunda semifinal del Concurso del Falla» . La misma función, la misma esencia, el mismo servicio, con otra apariencia, en otro formato, que dicen ahora.Pero es mejor volver al escenario de la trifulca polvorienta, de los tropezones, las porras de la Policía y las fotos bochornosas en la prensa de fin de siglo. Entonces, los actuales jardines de los cuarteles de Varela de la capital gaditana eran solares en obras (de recinto militar a zona verde). La organización del Carnaval, estaba harta de broncas y líos en las colas de las entradas , del creciente poder de la reventa, de que particulares con sobrenombres peculiares como El Goliath, El Gitano, El Bahía controlasen el aforo y el negocio, una buena parte al menos.

Se las apañaban para apostar a colaboradores en esas colas, itinerantes, que nunca se sabía en qué cine, teatro, caseta de obra o edificio oficial saldrían a la venta . Por más que la organización trataba de despistar, de anunciarlo a lo justo, con media ciudad pegada a la radio (el móvil estaba en la incubadora) para saber el sitio, los especialistas siempre se enteraban dos minutos y medio antes y allí iban todos a la carrera. El objetivo era apropiarse de buena parte del billetaje (entendido como las entradas y también como el parné) que luego venderían a mayor precio porque, claro, escaseaban las localidades. Cómo no iban a escasear si, además de la gran demanda, ellos tenían casi toda la oferta.

En aquel pingüe negocio de los 70, los 80 y los 90 , en la versión presencial, antes de la llegada de internet y el traspaso de la reventa a los teclados, destacó un chico menudo, inquieto y activo hasta el punto de ser conocido como 'El Motor'. Era Enrique Mariscal. Sus ojos vivísimos, su aspecto rubicundo, su sonrisa eterna y hasta sus pecas le habrían capacitado para interpretar cualquier personaje de 'Huckelberry Finn' o de 'Oliver Twist' . O 'El Lazarillo'. Cualquier papel de niño despierto y veloz, pícaro, superviviente en un mundo de adultos, le habría encajado.

Salió en las fotos de aquel revuelo de los jardines de Varela, como siempre salía en las de la taquilla del Falla, o en cualquier otra. El Motor falleció este viernes, según aficionados, autores y expertos de la fiesta gaditana. Hace más de diez años que se había trasladado a Segovia. Una magnífica entrevista realizada por Pedro Manuel Espinosa hace un año fija sus inicios en aquel particular 'sector económico' a los 12 años. Ya no paró, como un cohete, motorizado. Porque cuando el Carnaval -tres décadas después de que comenzara su carrera- empezó a ofrecer las entradas nominativas ya llevaba años 'diversificando' mercado.

Su especialización fue tal que llegó a manejar entradas para grandes conciertos y espectáculos de todo el mundo. Sin exagerar, en España era una de las personas a las que buscar por los que pretendían ver un partido especial de la NBA, no la vulgaridad para turistas del Madison Square Garden, un concierto de Coldplay en Berlín o la corrida de toros del año en Las Ventas, en Ciudad de México.

Tan es así que llegó a anunciar, en 2021, la apertura de una página web (www.taquillaespectaculo.com) donde agruparía su asombrosa oferta. No hay constancia en Google de que exista una página con ese nombre. Tampoco hay apenas fotos en la red. Ni siquiera consta su nombre real: Enrique Mariscal. Ni confirmación de su muerte. No hay mucho rastro . Es lo que tiene la reventa, que siempre debe tener un elegante toque de clandestinidad, como el contrabando, por más consentida que sea.

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