Con C de Cádiz
«Mágico y Camarón fueron mis camareros por un rato»
Gabriel Gómez hizo de la venta Los Tarantos un auténtico paseo de la fama y del buen comer durante dos décadas inolvidables
![Gabriel Gómez, en el hogar del pensionista en pleno barrio de la Viña](https://s2.abcstatics.com/media/provincia/2021/11/17/v/77e01d43-8aa5-4354-90bd-339ebef911ed-kqSH--1248x698@abc.jpg)
Es un libro abierto del buen gaditano, que no del chovinista, que también lo será pero distinto. Gabriel Gómez es de los llamados 'niños de las posguerra' y como tal tiene más vida que la biblia y la cuenta como si nada. Y a gusto escucharla porque es historia viva del Cádiz más flamenco. Además, dice haber sido el único gaditano en Berlín el día que cayó el muro gracias a una información privilegiada que le dio Francisco Orgambides, un periodista amigo suyo que trabajaba en El País. Cofrade, carnavalero «pero solo de lo bueno», rociero y, ante todo, aventurero. De casta le viene al galgo.
Decía su admirado Juan Carlos Aragón que «un beduino es una especie de gaditano que, sin serlo del todo, vive a la distancia ideal para ver críticamente las cosas de Cádiz, y así poder contarlas con cariño pero sin baba». Y así hace él, que siendo de 'Cadi, Cadi' no tiene pelos en la lengua para opinar con la autocrítica que el gaditano y su ciudad a veces no quiere hacerse. Él sí que la hace que para eso 74 años le contemplan desde que nació en pleno centro de Cádiz. Toda una vida que le ha llevado a cantidad de lugares de los que ha sacado siempre el lado más positivo. Como de su venta Los Tarantos, la que dio vida dándosela a él. Allí ha pasado muchísimas vivencias que ahora recoge su descendencia, que es quien sigue llevando un negocio que además de restaurante es un museo de las vidas que han pasado por cada rincón de esa mítica casa.
-¿Qué es de su vida antes de Los Tarantos?
-Mi vida laboral empieza en Madrid.
-Espere, espere. ¿Usted nació en Cádiz, verdad?
-Sí, sí. Y estudié en La Salle Viña antes de matricularme en Maestría Industrial, una carrera que ya no existe y que no terminé. Se estudiaba en el callejón del Tinte.
-No le gustaba, ¿no?
-La dejé en el último año y mi madre, como castigo, me apuntó en la mili, que entonces era voluntaria. Me llevó de la mano al cuartel una vez que arregló todos los papeles.
-¿De dónde eran sus padres?
-Mi madre de Cádiz y mi padre de Santander, de la montaña.
-Un chicuco.
-Exacto. Casi todos mis tíos tenían bares aquí, como Casa Torres que es de un primo mío. En cambio, mi padre no vino directamente a Cádiz de Santander. Mi abuela le dijo que había que buscarse la vida y como estaba en un pueblo de la montaña de la España vaciada le dio dinero para que se fuera a Nueva York. También le ayudó su hermano, que estaba en Chicago y le hizo llegar más dinero para que pudiese viajar. Allí le fue estupendamente y como era joven y presumido decidió irse a La Habana, donde también le fue muy bien. Entonces, para seguir presumiendo y gastando lo que había ganado se vino para Cádiz para visitar a su hermano y exhibir lo bien que le iba. Hasta que salta la guerra de Franco y ya no había donde irse. Figúrate, no había aviones para hacer la guerra como para viajar... Y aquí se quedó.
-¿Y qué monta?
-Un bar, como sus hermanos. Eran de esos bares abiertos día y noche y en el que el dueño vivía y dormía debajo del mostrador pasándole los ratones por encima. Todo eso me lo contó mi padre.
-¿Cuáles son sus primeros recuerdos en Cádiz?
-Como los de cualquier chaval de la posguerra correteando por las calles y haciendo de vez en cuando rabonas en la playa. Ya más mayor, con mis amigos, entre ellos Pepín Garzón, nos daba por dar la vuelta a Andalucía en bicicleta porque se nos daba bien.
-Hace la mili y ¿después?
-Viajé por España. Digamos que era un Marco Polo de Cádiz en chiquitito. Estuve tres años en Barcelona, dos en Galicia, en Vigo, donde no conocía a nadie de Cádiz pero estuve muy bien atendido por mi cuñado Pedrito, que jugaba en el Celta.
-¿El que era padre del cantante Lucas?
-Efectivamente. Una gran persona que estaba casado con mi hermana y al que le andaban muy bien las cosas en el fútbol. Él era del Ceuta y creo que también jugó en el Madrid, además del Cádiz y del Celta, donde es muy querido tal y como se demostró en el minuto de silencio tras su muerte en Balaídos. Le tenía tanto cariño que no dudé en ayudar económicamente a su hijo para que sacase el primer disco. Lucas es un chaval fenomenal y muy cariñoso, pero en la familia decimos que el verdadero artista es su hermano Pablo, que fue al que se le debe el descubrimiento de 'AndyLucas'.
-Bueno, que nos vamos, Gabriel. Pasa esos dos años en Vigo y ¿cuándo regresa a Cádiz?
-Regreso pero no duro mucho porque viene un chaval de Cádiz que trabajaba como director en uno de los clubes privados más importantes del mundo, el Snobissimo de Madrid . Allí estaba toda la flor y nata de la derecha española, pero de la buena, de la liberal, no de esa que mataba ni nada de esas cosas. Me propone irme allí como su mano derecha y me convierto en maitre en lo que tarda un parto, nueve meses. Todo un pelotazo porque allí estoy codeándome con la jet de Madrid en ese club, que se había creado para los brokers del agua de Madrid, que por entonces se decía que 'aquel que manda en el agua es el que manda en la ciudad'. Al poco compré una casa con lo ganado y como el precio de las casas subía una barbaridad a los años lo vendí y le gané una barbaridad.
-¿Cuánto estuvo en Madrid?
-27 años. Allí estaba muy bien y hacía dinero, pero yo soy muy de Cádiz y me gusta mucho el arte de la Semana Santa por lo que siempre estaba pensando en volverme. Y decidí regresar.
-¿Y qué hace?
-De entrada vuelvo con mis amigos de toda la vida y como tenía dinero que me había traído pues nos íbamos a La cueva del pájaro azul de calle San Juan , esa que descubre la catedral. Allí íbamos a escuchar flamenco, que allí lo había y muy bueno. Fue allí, años antes, donde conocí a Camarón, que era un chavalín muy joven y tímido que iba para allá a buscarse la vida con su amigo Rancapino. Él era muy endeble socialmente ya que venía de una familia destruida sin padre y con la madre por ahí, la Juana, que cantaba muy bien. Después, a los años, lo volví a ver cuando iba a nuestro club, al que él podía acceder por ser ya quien era. Él venía de actuar del Tablao Torres Bermejas y como me conocía pues se tomaba algo y me llevaba a un ático de Paco de Lucía que tenía en la Plaza Mayor. ¡No vea el frío que hacía allí! Aunque Paco siempre ponía una bombona de butano de calefacción catalítica con la que nos calentábamos.
-Noches en Madrid con más secretos que capítulos...
-Imagina. A veces íbamos a recogerlos a Torres Bermejas, donde actuaba un cantaor que le encantaba mucho a Camarón y que se llamaba Luis el portugués, que tenía unos finales tremendos. Después cantaban Rancapino, Pansequito y finalmente Camarón. Y de ahí, Camarón nos llevaba a casa de Paco de Lucía, con el que ya comenzaba a componer temas. Allí ellos hablaban de sus cosas, nosotros de las nuestras y nos reíamos una barbaridad. San Fernando, Algeciras y Cádiz... Figúrate. Eso sí, nosotros no podíamos llevar a nadie nuevo allí. El único que tenía permiso para eso era Camarón.
-Gabriel, que se me desvía otra vez. Vuelve a Cádiz definitivamente y...
-Compro Los Tarantos en pleno inicio de los 80. Lo primero que hago es tirarlo todo y hacerlo tal y como está ahora.
![comedor principal de la venta los tarantos en la entrada de san fernando.](https://s3.abcstatics.com/media/provincia/2021/11/17/v/venta-los-tarantos-koXG--510x349@abc.jpg)
-Y eso se llena de artistas. ¿Por qué?
-Es verdad que he ganado mucho dinero gracias a ellos, a Paco de Lucía, Camarón, Curro Romero y Manzanares padre. Y esos cuatro llevaban a treinta invitados. Allí que se quedaban hasta las seis, siete u ocho de la mañana. Yo no tenía cuerpo ni para abrir el día siguiente. Para colmo, cuando estaban acabando la fiesta me mandaban al 44, que ni yo sabía lo que era. Pero el taxista sí. Venía a ser un café-bar muy antiguo con fama y al que yo iba para traerme un par de termos lleno de café con leche o chocolate... Hasta que un día me revestí de valor y le dije a Curro Romero, 'maestro, perdone usted que le hable así pero yo hoy no voy a por los cafés porque quiero que se vayan ustedes a las ocho de la mañana para yo por lo menos descansar un poco porque no puedo con ustedes aquí. Yo estoy encantado con ustedes, me lo paso divinamente pero necesito descansar'. Y me respondió que si yo tenía confianza con el taxista pues que el café lo trajera él. No había forma de deshacerme de ellos (risas). Pero gracias a ellos le dieron mucha fama a Los Tarantos y me venía mucha gente, entre ellos, muchos jugadores del Cádiz de los tiempos de Irigoyen.
-Mágico, entre ellos. ¿Alguna anécdota del salvadoreño?
-De Mágico con Camarón y Felipe Campuzano, que estudió conmigo en La Salle Viña. Todos ellos se conocían de las cosas que trae la noche pero ese día en cuestión coincidieron porque llegaron por separado. Mágico se hizo muy amigo nuestro porque le tapábamos mucho sus correrías, como a los otros dos. Pues bien, de los tres el que más tiempo pasaba en Los Tarantos era Camarón porque, ya de casado, se compró una casa en frente nuestra. Se solía poner en la esquina de la barra, un sitio muy propio que está según entras a la derecha, pero ahora es muy incómodo porque me hijo ha puesto la máquina de café. Yo le he dicho que la quite pero el niño no me hace ni caso y como no me meto en nada, pues nada. Bueno, pues allí estaba Camarón, en su esquinita, cuando entró Mágico González y se saludan con un beso. Mágico le llamaba José y ambos eran muy amigos de la noche. Y para rematar llega Felipe (Campuzano) como un loco y los saluda también porque muchas noches solían acabar los tres en su casa de Cádiz. Yo era muy amigo de Felipe en sus buenos tiempos y le dije ese día: 'Feli, no tengo ganas de trabajar ninguna. Qué te parece si haces de mí hoy en el comedor y yo me quedo dentro de la barra y te coges a esos dos de camareros y haces de maitre con los dos mejores camareros del mundo, Camarón y Mágico González'. Y me contesta Felipe, entusiasmado. 'vale, vale'. Habló con ellos, le costó convencer a Camarón porque a Mágico le daba todo igual. Y lo hicieron los tres empujados por Felipe, que era el que cogía la comanda y mandaba a los otros a la cocina. Estarían un cuarto de hora porque Camarón fue el primero en rajarse porque era muy timido y el Mago ya ni atendía ni nada, dejaba los platos en la barra o donde fuese. ¡La pena fue que no caí en hacerles una foto del día que tuve de maitre a Felipe Campuzano y a Camarón y Mágico de camareros!
-¿Conoció bastante a Camarón?
-Y tanto. Tanto que cerca estuve de ir con él a Nueva York a un viaje que pagó Almodóvar pero al final no fui porque una ley gitana decía que no podía acompañarle un payo por lo que al final fue su cuñado, el hermano de La Chispa. Para darle coba a la Acedemia del cine, Almodóvar se llevó a Camarón junto a El último de la fila y creo que Los Secretos para un concierto. A la vuelta me contó Camarón que lo estaba esperando Almodóvar en el aeropuerto y que le dio 3000 dólares para los primeros gastos de esos días. Y de la misma manera que era él, parco en palabras y muy apagado, me dijo que se lo robaron el primer día y que no sabía cómo lo hicieron. Su entierro, que se veía venir porque el pobre era un muerto viviente en sus últimos tiempos, fue muy grande. Más que el de Franco, que fue muy frio y en el que nadie lloró a diferencia del de Camarón, donde hubo más de 70000 personas, prácticamente los habitantes que tenía San Fernando. Y todas ellas llorando.
-Pero algo haría usted para que fuera el sitio de moda, ¿verdad?
-A ver, yo creo haber tenido mi arte y mi categoría. Todo ello aprendido de mis tiempos en Madrid porque por entonces en Cádiz no se llevaba esas cosas como el usted, retirar la silla antes de que se sentase el cliente, acompañar a las señoras a la puerta... Yo me aprendía los nombres de mis clientes para que se sintieran como en casa. Yo vi en Madrid que eso valía y me lo traje a mi negocio. Un ejemplo de ello es Lucío en Madrid, que siempre estaba en la puerta agasajando a sus clientes. Yo hice una cosa parecida y eso me llevó arriba. Llegó la Marina, y venía desde el almirante al Rey y hasta Don Juan. Es verdad que venían gente de mucha fama, pero yo debía de tener algo de culpa en todo eso.
-¿Algún secreto inconfesable que se pueda confesar?
-Alguno que otro. Yo te lo digo y ya ve si lo pone o no en la entrevista. Recuerdo que me llamaron dos marqueses, pongamos que de Despañaperros para arriba. Habían venido una vez y les gustó el sitio tanto que reservaron con sus dos señoras, las marquesas, que se acercaron muy alegres a la barra para decirme: 'Usted se tomará una copa con nosotras, ¿verdad, Gabriel?'. Las que haga falta señora marquesa. Hasta que usted me lo permita, me tomo yo las copas que sean, les dije. Y en eso que vamos a brindar y una propone hacerlo por 'Sifo'. Yo imaginaba que Sifo era el perro guardián del chalet donde estaban o el mayordomo, pero cuando acabó la frase resultaba que era «por si follamos porque estos dos (los marqueses) son tontos y nunca follan». Me quedé helado y sin darle importancia brindé por Sifo.
-Llega su edad y se jubila. ¿Lo hace con pena?
-La verdad que sí porque allí estaba mi teatro. Yo era un actor y allí tenía a mi público y me lo pasaba divinamente. Además, me gustaba dar de comer bien. Yo tenía cuatro jefes de cocina que había fichado. Uno me venía de El Faro, otro de Sevilla, otro de la Isla y otro de Cádiz.
-Conoce perfectamente al gaditano. ¿Con qué Cádiz se queda? ¿Con el de su infancia, con el de su edad laboral o con el actual?
-No se supera lo bien que se vive hoy, la libertad que disfrutamos, pero también se ha cambiado para mal. Creo que la juventud ha perdido un poquito. Los valores no son los de antes, se han perdido y no volverán.
-¿Es carnavalero?
-Lo soy, pero de lo bueno, lo que tiene calidad. Yo escucho a Juan Carlos, que me encanta. Y también escucho al otro que se ha ido por desgracia, Manolito Santander, que hacía unos pasodobles maravillosos pero había veces que me parecía demasiado chovinista, pero me encantaba.
-¿Cofrade?
-Lo soy desde que vi a mi madre de pequeño salir de casa vestida de negro para ponerse detrás de Afligidos con los brazos en cruz. Ese año no le pregunté que por qué hacía eso pero al siguiente, ya con 15 años, sí lo hice. Y me respondió que lo hacía por nosotros, sus hijos, que somos cuatro, tres hermanas y yo. Me convenció y me hice hermano de Afligidos. Salí al principio debajo del paso con la cuadrilla del Rubio del Aceite. Me llevé varios años y después unos veintitrés llevando la cruz de guía, que me dejaba unas marcas enormes en la mano. Hasta que lo dejé tras cumplir lo mío, igual que antes lo hicieron mi madre y mi padre. Entonces me pregunté que dónde estaba lo mejor y me fui a Sevilla. Me saqué dos sillas en frente de la Catedral pero el primer año no acerté porque por ahí no solían tocar las bandas. Ya el siguiente sí me hice con dos abonos mejores y ya si se aplaudía, se cantaban saetas y se hacía lo mejor que sabe hacer Sevilla. Andan para atrás muy bien, cosa que en Cádiz no se sabe. Allí mandan en palios la Esperanza de Triana y la Macarena, pero en paso de Cristo me quedo con San Benito, que arrastra lo indecible, todo Sevilla. No sé por qué pero allí todos los taxistas son de San Benito. Hay procesiones también que son como perfectas, como Pasión. El Silencio, con la luz apagada, también es muy folclórica. Aquí la Buena Muerte también apagó las luces pero se equivocó de principio a fin al poner un calvario de corcho. ¿Dónde se ha visto un calvario de corcho, hombre?
-¿Cómo ve a Cádiz de aquí a un futuro?
-La veo mal porque veo que ha sido superada por toda la provincia. Localidades como Chiclana, Conil, Chipiona o Zahara se han hecho con los veranos, esos sobre los que antes mandaba la capital. Considero a Cádiz demasiado chovinista y nada paternalista, apenas quiere a su provincia. Sin ir más lejos, Cádiz ha acabado con El Puerto en Carnaval porque desde hace dos o tres años no vienen. Cádiz debe ser el padre de la familia y te ves a Chipiona o Sanlúcar llenos de sevillanos, o a Tarifa y Zahara de madrileños. Lo que pasa que a muchos de Cádiz nos da cosa decir esto por lo que te puedan decir, pero es la verdad.