Crítica de teatro: FIT
Locos bufones sabios
Tras cuarenta años de creación ininterrumpida y las maletas siempre a cuestas, La Zaranda sigue dando guerra con su particular lenguaje teatral
En “ La batalla de los ausentes ” pareciese haber un paralelismo de autohomenaje, una declaración de intenciones del tipo de teatro que defienden y en el que quizás se reconozcan solos ante un panorama teatral y cultural que cada vez apuesta más por la forma que por el fondo.
El lenguaje de estos románticos y auténticos valientes de la escena siempre tiene un trasfondo filosófico y existencialista que no deja indiferente al espectador. No obstante, hay que reconocer que sus propuestas suelen contar ya con un tipo de público fiel y siempre expectante de sus hallazgos. Quizás sea este el mejor y más característico emblema de La Zaranda: la búsqueda. Un teatro que nace de la experimentación y no de la futilidad o de un resultado complaciente con un público poco exigente. Su teatro es un foro de constantes cuestionamientos, de preguntas lanzadas hacia las butacas con la intención de remover conciencias. Arrancan sus viajes con la imperiosa necesidad de reflejar en las tablas las perennes preguntas que se ha hecho la humanidad: el sin sentido de la vida, lo absurdo del poder y la política, la trascendencia del ser humano, la relación del ser con lo divino, la muerte, etc.
En su último experimento y con acertado tono bufonesco, la compañía nos traslada al fallido homenaje que unos veteranos de guerra esperan de un pueblo que ni les recuerda a ellos, ni a sus aparentes gloriosas gestas. Con este pretexto, La Zaranda pone en tela de juicio el absurdo de la guerra y sus motivaciones: desde la falta de conocimiento del enemigo, hasta la intangible e inconsistente idea de frontera; pasando por la crítica hacia el poder bélico como herramienta para alcanzar el poder y corromper al estado. Un estado que también se ve desvalijado en escena con la mordaz idea de retratar un gobierno en el que la ineptitud de los ministros de turno (llamados abiertamente parásitos) y la burocracia hacen de él una institución ineficaz, controladora y que atenta contra las libertades de la sociedad.
Como vigía, como luz eterna que se apaga y se enciende, La Zaranda nos alumbra con sus inteligentes y cáusticos textos sobre todo aquello que hay de absurdo e inconsciente en el ser humano.
No estaría de más poner cierto cuidado en las voces que a veces no llegan por una falta de proyección y volumen, y no dejar así, la sabiduría de los mensajes, ausentes de nuestra memoria.