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Al liquindoi, una lupa sobre Cádiz

Cuatro capítulos en distintas puestas en escena versarán sobre la ciudad de Cádiz, su gente y los objetos que les han acompañado en sus vidas

Un momento de la obra. L.V.

Germán Corona

Hace un par de meses llegaron unos extranjeros, unos guachisnáis, los de la 'Agencia El Solar. Detectives de objetos' y se pusieron Al-liquindoi; atentos con la mirada y observando celosamente la ciudad de Cádiz para traernos sus 'Mapas vivos' .

Se trata de una propuesta que genera en el espectador una cierta mirada poética sobre un lugar específico, sus habitantes y los objetos que les han acompañado a lo largo de sus vidas.

Es también una radiografía de lo que acontece , de lo que preocupa y se respira en sus calles. Es un intento de dar luz a las micro-historias que subyacen detrás de toda sociedad.

Distintas anécdotas entrelazadas e historias reales contadas a través de todo tipo de cosas materiales que los mismos protagonistas aportan al proyecto durante el tiempo en que los creadores permanecen en la ciudad para realizar su trabajo de campo.

Una vez hecha la compilación de trastos y luego de una clara labor de dramaturgia, los detectives van pergeñando la puesta en escena.

El resultado transcurre muy bien contado por su tres narradores, Oligor, Larios y Bobés.

Estamos ante una ficción que no podría ser catalogada como teatro pues se acerca más a la narración . Ésta sui generis “narración dramatizada” es efectiva en tanto cuanto se vale en todo momento de los recursos de las artes escénicas, concretamente de la utilización del espacio.

Sin la existencia de un conflicto ni trama que desenmarañar, ni personajes a quienes ver transformarse, sólo nos queda la exposición de los hechos, las historias reales tamizadas por el “espacio/tiempo” de la ficción representada.

Afortunadamente la estética y dramaturgia planteadas por estos detectives de lo pequeño, dan lugar a una relectura del sujeto a estudio, en este caso la ciudad de Cádiz.

El 'Mapa vivo 1' nos ofrece una peculiar exposición documental y testimonial que se va tejiendo en apenas unos pocos metros cuadrados ante nuestros ojos. Con frágiles y sutiles luces y tiliches de todo tipo, (fotografías, cajitas, adornos o juguetes de carácter kitsch), el espacio se va convirtiendo en un collage tridimensional. Esos mismos tiliches cobran un valor transferido de sus dueños a la ficción, convirtiendo así a los objetos, en los verdaderos protagonistas.

La iluminación, la palabra y el verbo bien dicho, la cadencia y la atinada aportación musical, junto con la precisión de los movimientos casi en la penumbra, componen una pieza limpia, evocadora y fácil de digerir.

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