José María Esteban: «Los que nunca deben irse»

El arquitecto, vicepresidente del Ateneo de Cádiz y presidente de la Academia de Bellas Artes indica que «aunque todos sabemos que los finales llegan, hay veces que, de verdad, nunca se espera que algunas personas puedan irse, y sin pedir permiso. Don Federico Linares Castrillón nos ha dejado, y evidentemente es de esas personas que nunca crees que se vayan a despedir, ni siquiera con la excelente educación con que siempre se manifestaba».

«Conocimos a Don Federico, como muchas familias de Cádiz en su notaría allá por el 1985. Era la adquisición de nuestra primera vivienda, por lo tanto la figura del notario era como una imponente presencia a la que, siendo jóvenes, se le tenía cierto temor y cierto aprecio, porque nos aseguraba la legal inversión de nuestros ajustados ahorros. Don Federico, nunca se me olvidará, nos trató como si fuera su primer acto jurídico, con una gran amabilidad que te hacia olvidar el rito de la lectura y nos acogía como un padre que hace la herencia directa».

«Posteriormente, en tratos de menudeo en la calle, en las citas culturales, en el Ateneo, o en donde con él nos encontrábamos, su educada figura nos hacia la misma reverencia, como si fluyera un conocimiento de familia. Fue muy celoso de que no se conociera su labor solidaria y dedicada a los muchos afanes de ayudas y colaboración en múltiples obras benéficas. Fue en eso un gran caballero, que no se jactaba nunca de ser ni mejor ni peor que nadie, pero, sin duda, fue uno de los que más dio por los demás. Descanse en paz un alma que, seguro, no necesitará de previos notarios allá arriba, su inquebrantable fé le predecía. Su escritura de propiedad celestial, en un gran rinconcito del cielo, lo llevará con su familia, a seguir disfrutando honradamente de una labor y un protocolo lleno de valores, cosas bien hechas y con una vida mucho más que digna».