Crisis Sanitaria

Los horarios cambian, el miedo permanece

La apertura del turno de cenas en la hostelería apenas impulsa la afluencia, lastrada por el mal tiempo, y parece insuficiente para aliviar una temporada que los profesionales califican de catastrófica

Dos clientes, anoche en una de las casi desérticas salas y terrazas del Paseo Marítimo. FRANCIS JIMÉNEZ

LA VOZ

Llueve. Ayer llovía. A ratos. En realidad lleva lloviendo nueve meses sin parar. Es una lluvia diferente pero cala. Hasta los pulmones. Caiga o no agua, esté despejado, cubierto, con calor de agosto, con frío de diciembre, da igual, llueve. Y la que va a caer. No para ni va a parar . Para la hostelería, para los bares, restaurantes y cafeterías es como si cada día cayera un diluvio universal de esos que dejan a la gente metida en casa en busca de seguridad, calor y comodidad.

Este sector, el hostelero, ha destacado por ser uno de los más combativos contra las administraciones públicas en este chaparrón de temor, enfermedad, muerte y ruina que ya dura nueve meses y algunos días. La pasada semana, su representación oficial (Horeca) llegó a pedir la dimisión del presidente de la Junta de Andalucía y a convocar protestas públicas.

Tras la modificación de las medidas restrictivas de cara a la Navidad (que cambiaron el pasado viernes, con permiso para abrir de 20 a 22.30 horas y la novedad de dejar los negocios activos de 18 a 20 sin venta de alcohol) llegó la moderación. Las protestas se cancelaron e incluso hubo una petición de disculpas para el presidente andaluz. Seguro que la ha aceptado. Tiene mucho lío.

Los ciudadanos asisten a este debate con pesar compartido y leve incomprensión . Muchos clientes también temen por sus empleos, por sus ingresos, por su medio de vida tanto como los hosteleros y les cuesta entender por qué ellos elevan más la voz. Por otro lado, son clientes, amigos, vecinos de los camareros, cocineros o dueños de locales que están perdiendo su medio de vida sin que haya constancia de que esos espacios sean un vehículo de contagio mayor que un supermercado, una farmacia o un autobús, donde apenas hay limitaciones. Además, entienden el peso, quizás excesivo, que este sector tiene en una provincia deprimida como la de Cádiz.

La situación es tan grave , se ha deteriorado tanto en tantos sectores, que el cambio introducido el pasado viernes (la apertura en turno nocturno y el retraso del toque de queda, con la novedad de las meriendas sobrias) apenas modifica la situación general. Es como achicar una barca que se hunde con una cuchara de postre.

Juan Pedro Medina, de Villanos Bistró Canalla , resumía ayer la situación con unos números de difícil contestación: «La Navidad pasada di 1.500 comidas concertadas. Este año van a ser cien». Este derrumbe no va a cambiar con el cambio de horario que entró en vigor el pasado viernes, apenas hay margen y la clientela potencial tiene miedo. Su valoración sobre el nuevo sistema de almuerzos y cenas lo aclara todo: « He tomado la decisión de no abrir de 20 a 22.30 horas , tengo a los trabajadores en 50% de ERTE porque creo que no es rentable en la situación que nos ha impuesto la Junta. Las costumbres que tenemos no incluyen cenar en esa franja horaria, de cenas tan temprano. El horario de 18 a 20 horas tampoco lo veo normal. Creo que el problema del Covid no está en la hostelería».

Con un horario u otro, no cambia su realidad: « Facturamos el 25 % del año pasado por el miedo que le meten a las personas, la negativa de salir a la calle y a celebrar reuniones pero seguimos pagando los mismos impuestos».

No es el único que se plantea renunciar al nuevo horario porque no supone mucho beneficio. «No me gustaba el horario cortado, partido, pero en cualquier caso me tengo que plantear si abro por las noches o no », dice José Rivas, de La Atalaya. Curiosamente, lo comentaba con la terraza abierta y pocas mesas ocupadas. «Es que nuestro negocio está en los desayunos y las tapas o almuerzos, por la noche se hace menos. Ayer [por el viernes] incluso ha bajado respecto a otras noches de estas últimas semanas». Su mujer, Charo Selvático , comparte tarea y responsabilidad en la recoleta taberna e introduce otra variante: «Nosotros hemos tenido viernes y sábados, estos meses, de no dar abasto, pero en horario de almuerzo, no por la noche. No nos afecta el cambio. De hecho, yo me planteo abrir hasta la seis y no seguir luego».

Ambos aseguran que compañeros del centro de Cádiz o de la calle Tolosa Latour les han comentado lo mismo, que la supervivencia está en desayuno y horario del almuerzo , así que el nuevo horario de cena les resulta irrelevante.

Emilio Cueto –de Granja Santa Ana, entre otros locales de Cádiz– templaba el discurso pero coincidía en el mayor problema: «Para los que trabajamos el servicio a domicilio no ha variado mucho abrir o no por las noches. El problema no es el horario, es la falta de demanda. Demasiadas horas muertas que no se sabe qué trabajo habrá». «Lo de la venta de alcohol de seis a ocho no es mala idea respecto al contagio y además no tenía sentido cerrar dos horas». También coincide en que los cambios concretos no cambian la situación general: « La temporada de Navidad no existe como tal , el impacto es del cien por cien, esperemos que podamos salvar algo los días de Navidad, Año Nuevo y Reyes que este año por primera vez vamos abrir».

Temporada insalvable

Mauro Barreiro es uno de los chefs más reconocidos por crítica y público en la provincia. Agradece a los que acuden que se estén adaptando al nuevo horario de cenas, «de hecho, la mayoría de la clientela está llegando de 20.30 a 21 horas para poder disfrutar», pero admite que la situación es horrible. «Todo esto es como tapar una herida de bala con una tirita». Para dar una idea de la situación detalla que en su local del centro, La Curiosidad de Mauro, se han llegado a quedar «mi mujer, una compañera en la sala y yo en la cocina», cuando a principios de año «éramos diez trabajando».

Afirma no entender los cambios y más cambios que decide «una clase política acomodada que no ha sacrificado sus ingresos». Por ejemplo, cree que la prohibición de vender alcohol de 18 a 20 horas no impide «que la gente que quiera haga un botellón en un parque o una plaza... Yo los he visto como todos».

Como la mayoría de colegas, entiende que la situación general es desastrosa con o sin nuevos horarios : «Yo he gastado todos mis ahorros para poder aguantar y no soy de los que está peor. La venta a domicilio es un parchecito pero la Navidad va a ser muy triste, no va a existir, para muchas familias de la hostelería que han tenido que cerrar, que están en ERTE, que no pueden...».

Jose Otero, de El Tinte Superbar , cree que «aún es pronto para ver la influencia del cambio horario pero con este desastre, cualquier franja es bienvenida. Nosotros hemos hecho conciertos de pequeño formato con todas las medidas para tratar de aguantar, de resistir la avalancha de gastos con esta bajada de ingresos. La gente se anima a tomar algo si está en uno de los conciertos pero es difícil para muchos. No es la costumbre de horarios de Cádiz, queremos cenar distendidamente y habría que empezar muy temprano... Es difícil».

Respecto a la apertura de seis a ocho sin venta de alcohol, recuerda que «se ha creado una gran polémica» dentro de la hostelería, entre locales, porque es una norma sujeta «a un epígrafe», a una frase en la licencia de apertura. «Muchos estamos optando por no abrir» .

Con todo, el impacto es enorme: «Estamos tratando de crear nuevos productos y aplicar recursos como el brunch, los pequeños conciertos, a domicilio, cambio de carta, ERTE... Pero estamos muy lejos de los números que necesitamos . Todo es muy difícil. Es muy duro. Hay mucho miedo. Poco público que además tiene menos dinero. Queremos ser optimistas y creer que podremos vender algo para resistir y hacer algo de colchón porque lo que da mucho, mucho, respeto es enero y febrero... Eso va a ser muy, muy duro».

El problema cultural del horario

Enrique Hidalgo, de Arrebol , calificaba como «nula o casi nula la afluencia de público» en el nuevo horario de noche. «Si tenemos que presionar al cliente para que se levante a cierta hora, cuando el cliente español, ya de por sí, no suele cenar a las ocho de la tarde, es complicado . La gente, además, está ultimando compras y las estira hasta las nueve. Si sale a esa hora de un centro comercial, tiene que venir hasta nuestro local y lo tenemos que echar a las diez y media, no va a venir. A no ser que no esté de compras. Este cambio horario nocturno aporta poco. El público no se adapta, en general, a cenar antes».

El cambio de apertura por las tardes, sin alcohol, le parece buena idea «para los compañeros de las cafeterías que estaban agobiados. A mí no me supone nada». Respecto a las pérdidas de la temporada navideña, con o sin cambios, afirma: «Prefiero ni mirar los números porque me va a dar algo pero, como mínimo, la caída es de un 75 % ».

, matiza que la apertura de seis a ocho de la tarde no le afecta. El turno nocturno, en estas primeras noches, «se ha saldado con muy poco público, muy pocas cenas. Los almuerzos sí que han estado muy concurridos pero lo de las noches tiene muy poco margen. La gente tiene 45 minutos como máximo para cenar si no viene a las ocho y el público no se adapta, cuesta. A veces llega alguien a las ocho y media pero aún son muy pocos». Respecto al balance general, es pesimista: «Han desaparecido las comidas de empresa y si no tienes terraza, como nosotros, las perspectivas son muy malas. La caída es muy, muy grande respecto a otros años».

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