Con 'C' de Cádiz

«¡La gente nos esperaba en la puerta de la tienda a que viniéramos con lo último que se hacía fuera!»

Fernando Sánchez y Ana Hermida echan la baraja de Modas Anabel, una imagen que revolucionó la moda en Cádiz en la década de los 80

Fernando y Ana, en la tienda de Avenida Marconi. l. v.

Alfonso Carbonell

Fernando Sánchez y Ana Hermida llevan una vida juntos. Gaditanos de pro y emprendedores en su tierra, trayeron al Cádiz de los 80 una ola de modernidad que caló tan rápidamente en la gente como en la competencia, que se puso las pilas ante dos empresarios que crearon de la nada una firma de moda que 35 años después echa la baraja para siempre con la nostalgia de un tiempo que no volverá pero con el orgullo de haberse subido al tren de los siglos.

Modas Anabel, la madre de la firma, cierra por jubilación. Le sobrevive Anabel Modas, propiedad del hijo, que desde hace unos años ha creado su propia tienda con un estilo más joven, rompedor y con una clientela anclada en el centro de Cádiz. Pero tres décadas antes, sus padres, a la vera del hospital, comenzaron a crear un pequeño emporio familiar que vistió a miles de gaditanos en los inicios de la era democrática.

-¿Cómo empieza la aventura? ¿Porque sois de Cádiz, verdad?

-Ana Hermida: De Cadi, Cadi.

-Fernando Sánchez: Digo, del centro, centro. Ella de Urquinaona y yo de Costa Rica. Yo vengo del mundo de la decoración. Hablamos de finales de lo 70, principios de los 80. Mi primer negocio fue Las Cortes Decoración, en Ana de Viya, 54 (ahora Banco Santander), que es donde teníamos todo el cortinaje, tapizados... Y también tenía otras dos tiendas en Ciudad de Santander y en Hospital de Mujeres. Allí me dedicaba a la terminación de obras. A la colocación y decoración de muebles, suelos, enmoquetados, papel pintura... Pero a medida que los niños (tienen dos hijos) empiezan a ir al colegio Ana tiene la inquietud de abrir su negocio también.

-Entonces nace Anabel...

-F. S. :Exacto. Ella vendía y yo me encargaba del negocio en sí. Me pongo con la decoración, ambiento y monto la tienda y ella, junto a su hermana Maribel, hacen el compuesto del nombre. Y las dos se encargan de la tienda de Avenida Marconi, la primera y sede de todas las demás.

-A. H. : Aquello sería, entre una cosa y otra, septiembre del 87.

-¿Y ya con Anabel en la calle también seguía con la decoración?

-F. S. : Sí, pero fue tal el imponente 'boom' de ventas con el que nació Anabel que no tardé mucho en dejar lo otro porque no tenía horas para los dos negocios.

-¿A qué perfil se dirigía Anabel en sus inicios?

-A la mujer de mentalidad joven sobre todas las cosas.

-Eran años de una democracia joven y felizmente consolidada. ¿Esto supuso una ayuda al negocio?

-F. S. : Seguro que sí, porque había muchas ganas de moda y nosotros innovamos en la forma de venderla. Nacimos con la idea de incorporar semanalmente una cantidad de prendas de última generación. Es decir, todo aquello que se fabricaba y que era lo último fuera era lo que comprábamos nosotros para presentarlo en nuestra tienda.

-¿Y de dónde venían esas confecciones?

- F. S. : Salíamos a por ellas y las seleccionábamos. Teníamos fabricantes en Madrid y almacenes de distribución en Sevilla a los que comprábamos. Toda esa mercancía que llegaba cada semana de fuera íbamos a buscarla con nuestras furgonetas, bueno, entonces solamente un coche que venía cargado hasta los topes. Comprábamos lo último fabricado y aquello que creíamos que interesaría a nuestros clientes. ¡La gente nos esperaba en la puerta de la tienda a que viniéramos!

-Sí que había ganas de moda...

-F. S. : Aquello fue una brutalidad, una revolución. Y es que aquello fue una forma de vender que no era la establecida. Por entonces los establecimientos compraban por temporada, exponían sus prendas y lo que veías el primer día era lo que se compraba en todo el invierno o primavera hasta que se agotase. En cambio, nuestro escaparate cambiaba cada semana. Y venga venta, y venga venta... Es ahí cuando nace Anabel Modas.

-Y venga abrir tiendas, ¿no?

-F. S. : Exacto. Era tal el ritmo de venta que prescindo de la tienda de decoración y abrimos la segunda tienda en Segunda Aguada (detrás de la desaparecida vía del tren) en un momento en el que comenzaba a haber muchos vecinos nuevos porque se estaba construyendo todo aquello.

-¿Era y es Anabel asequible al bolsillo del gaditano?

-Sí, de siempre. Aunque como en toda tienda, hay gamas más altas que otras. Pero nosotros íbamos a precio. Y no porque tuviéramos nuestro margen comercial sino que por la forma de comprar ya estábamos abaratando las compras con respecto a otros porque estos facturaban a los que le compraban mientras que nosotros comprábamos y vendíamos saltándonos un paso. Todo aquello fue una revolución que sigue a día de hoy porque Anabel se sigue abasteciendo de lo último que se está fabricando y que nos pueda ser útil para nuestra clientela.

-Imagino que con todo el revuelo que montó Anabel, la competencia también aparecería, ¿no?

-F. S. : Es verdad que cuando montábamos escaparates semana tras semana las demás tiendas comienzan a ver que Anabel era una cosa distinta e innovadora y comienzan a abrirse tienda allí, tienda allá. La competencia empieza a seguir nuestro paso. Si nosotros teníamos una sudadera en 2.000 pesetas pues ello buscaban la misma para ponerla en 1.900. Porque la única forma de vender aquello que no vendía Anabel era con el precio. El que montaba la tienda nueva la montaba siempre pensando en buscar las prendas que nosotros vendíamos, o muy parecidas.

-Debía ser un orgullo ir por la calle y ver a personas vistiendo marcas compradas en vuestra tienda...

-Lo es y lo era, sobre todo hace años porque era más especial al ser los únicos en tener esas prendas; ahora prácticamente todos nos abastecemos de los mismos.

-¿Cómo fue la apertura de la tienda en Segunda Aguada y con cuánto margen la abristeis respecto a la primera?

-A. H. : No llegó a los dos años. Ya después la otra, la de Ciudad de Santander que era de decoración, tardamos un poquito más en abrirla.

-F. S. : Exacto. Es cuando yo empiezo a retirarme de la decoración porque esto ya me abosorvía de tal forma que no podía combinar las dos. Lo que hacemos es amoldar con formación al personal que teníamos vendiendo en Las Cortes a Anabel. Cuestión de reciclarse. La apertura en Segunda Aguada tuvo un impacto tremendo. Tuvimos que vender incluso sin tener aún la licencia de apertura y sin tener luz, porque sin licencia no te daba permiso Eléctrica de Cádiz. Hubo unos días, entre que teníamos la licencia y que no teníamos luz, que era tal el alboroto que la gente entraba y compraba incluso sin luz y con todo apagado. Aquello era una bestialidad. Yo les decía que teníamos esta abierta (la de Marconi), pero les daba igual. Allí la gente entraba al mogollón cuando sólo teníamos una máquina registradora.

-Marconi, Segunda Aguada, Ciudad de Santander y por último las de la Avenida Ana de Viya con Fernández Ballesteros. ¿Por qué tan juntas y enfrentadas?

-F. S. : Tiene su explicación. La cuarta era similar en cuanto a la ropa que vendíamos a las tres anteriores, pero la última supuso otro 'boom' porque era de ropa íntima. Teníamos las marcas más atrevidas de mujer y de hombre (Calvin Klein, Dolce Gabbana, Versace...). Fue lo más. ¿Quién compraba eso? La mayoria, jugadores de fútbol de cerca de Cádiz, además de los de aquí. Era una tienda que levantaba una cierta provocación hace tiempo porque poníamos un hombre con tanga en el escaparate.. Anécdotas son muchas y variadas pero esas son más de las dependientas, que eran las que vivían esos momentos.

-¿Quién parecía tener más pudor a la hora de comprar ropa interior, el gaditano o la gaditana?

- F. S. : Había de todo. Sí es verdad que al comienzo yo me percataba desde dentro que había hombres que pasaban por ahí y les gustaba comprar esa ropa atrevida, pero antes de entrar se paseaba hasta cinco o seis veces por delante de la tienda hasta que se colaba dentro y a partir de ahi ya se ponía en manos de las dependientas con total naturalidad. Es verdad que también estaba el que se pasaba tres pueblos y había que recordarle con profesionalidad y seriedad comercial que no se pasara porque estaba en una tienda de ropa interior, no en un sex shop. También eran unos tiempos en los que las novias se vestían para su boda, tanto interior como exteriormente.

-Los tiempos cambian...

-A. H. : Así es, eran las normas de entonces y todo ha ido cambiando.

-F. S. : Sí, es verdad porque en aquellos años las mujeres se compraban hasta una 'mañanita' que se empleaba para peinarse y maquillarse vestida y así proteger el vestido. Se cuidaba todo. Una braga tenía que ser una braga muy bonita, con una liga, una bata y un camisón a juego para la noche de boda y así presentarse guapa ante su pareja. Eso se estilaba mucho, hasta que se fue apagando esa luz. Ya la gente, con los problemas económicos y demás, se gasta lo justo y necesario para el día de la boda.

-¿También disteis un paso adelante en la ropa interior?

-F. S. : Nuestras prendas se podían ver antes de comprarlas a diferencia de las otras corseterías que tenían las prendas en caja. Iban a la dependienta, preguntaban y luego le sacaban el modelo de sujetador o lo que fuese. Nosotros, en cambio, lo teníamos todo colgado y expuesto a la vista de todo el mundo y nos pedían un modelo que ya habían visto en el escaparate o en la tienda.

-¿Cuántos empleados habéis tenido?

-A. H. : Alrededor de veinte hemos tenido y luego con temporadas altas y demás pues crecíamos. Más personal de oficina, reparto y almacén.

-¿Cuándo considerais plantaros en la apertura de tiendas?

-F. S. : Con la quinta ya dijimos 'no doy más'. ¿Por qué? Comercialmente hablando, teníamos una capacidad de trabajo para abastecer cinco tiendas, o seis porque en frente de la primera pusimos otra de complementos, pero para dar el salto de abrir más tiendas en la provincia teníamos que hacer una organización nueva con la que poder abastecer a otro número de tiendas. Pero para eso necesitábamos invertir más y una cantidad de personas más que igual no íbamos a rentabilizar. Teníamos que abrir, minimo, cinco tiendas más para poder amortizar de alguna forma ese núcleo de personal. Por tanto, entre quedarte aquí y crear cinco tiendas más y un eq

Primer logo de Anabel en los 80. l.v.

uipo nuevo preferimos quedarnos como estábamos porque para nosotros lo otro lo considerábamos una locura. Es gracioso esto puesto que muchos se pensaban que éramos una franquicia porque teníamos una imagen corporativa propia. Todo se vendía a través de esa imagen y todos se pensaban que éramos una franquicia. Nadie pensaba que éramos Ana, su hermana y yo sino que era una imagen que habíamos extrapolado nosotros de fuera hacia Cádiz. Y en parte, para el que no conociera el mundillo, podría ser lógico porque era tan innovador que dábamos a pensar eso gracias a la marca que creamos. Una imagen que por cierto ha ido evolucionando hasta la de hoy. Porque la moda necesita imagen y tienes que invertir continuamente en modernizarla y en decorar los establecimientos para no quedarte antiguado manteniéndola hasta un punto máximo de cinco años.

-¿Cómo veis al gaditano y a la gaditana vistiendo con el paso de los años?

-Ha ido decayendo todo de tal manera que el poder adquisitivo de Cádiz está muy devaluado. No hay alegrías en las compras, es decir, se compra algo pero hace no mucho te ibas a tomar una copa una noche con los amigos y las amigas y te comprabas para esa ocasión una blusa, un pantalón, un vestido. Y la razón era sencillamente que ibas a pasarlo genial con las amigas una noche. Hoy ya no, hoy primero es la copa y luego ya verán qué se ponen del armario.

-¿Cuántos consejos ha dado Ana en estos años? ¿Para cuántas mujeres ha sido su espejo?

-A. H. : Increíble. Y es verdad que me ha sorprendido porque desde que hemos puesto los cárteles de que cerramos han sido incontables las clientas que me han pedido que no me vaya. Incluso algunas que no veía desde hace una pila de años. Han sido tantas que me han dado ganas de irme a dar un paseo para no agobiarme. Muchas vienen a preguntarme '¿por qué te vas con lo bien que yo estaba contigo?' o '¿y ahora quién me va a decir cómo me queda esto o lo otro?'.

-Una 'personal shopper' que se dice ahora en toda regla, ¿no?

-A. H. : Sí, sí. Yo les digo que ya vendrá otra pero muchas no se ven en otras manos. La verdad es que me siento muy orgullosa. Y eso que yo siempre me he sentido muy bien, pero lo que me está dando estos días todo el mundo está siendo increíble, impensable. Que haya habido personas que me vengan a buscar sin ni siquiera ver la ropa que le elijo es motivo de orgullo, la verdad.

-Tenéis dos hijos. ¿Ninguno de ellos ha querido seguir con el negocio?

-F. S. : El mayor es fisioterapeuta y vive su mundo sin querer saber nada de esto, y Fernan, el pequeño, sí le gusta porque él se cuida mucho y también le gusta vestir, pero lo que no entendía era nuestro modelo de negocio. Él me decía, 'papá, tú tienes tu mundo, tus tiendas y yo quiero vivir el mío y mi tienda'. Y entonces, desde que se inició en este sector él abre (en Corneta Soto Guerrero) y vive su tienda independientemente de Anabel, aunque lógicamente aprovecha el nombre nuestro y de su influencia en Cádiz después de tantos años. Y él lo lleva muy orgulloso porque ha sido una tienda que ha creado y se ha ganado una imagen.

-¿Puede que ambos hayan querido ir por otro lado, precisamente, después de ver la de horas que sus padres le han echado a las tiendas privándose de otros menesteres?

-F. S. : Evidentemente. Eso y porque también él (el pequeño) tiene sus inquietudes. Es él quien selecciona aquello que quiere tener en su tienda, que igual no tiene nada que ver con lo que yo selecciono para las mías. Él tiene su identidad, su propio criterio a la hora de crear su propio espacio con una ropa determinada. Siempre ha querido ser independiente a la hora de elegir. No hemos sido nunca competencia, entre otras cosas, porque su tienda la tiene en el centro.

-A. H. : Esa es otra. Las personas del centro, cuando vienen a esta zona de Cádiz, vienen de excursión. ¡Te dicen 'es que vengo del centro' y lo único que ha cogido es el autobús para venir aquí! En cambio, nosotros, los de PuertaTierra, de toda la vida hemos ido a comprar al casco antiguo y era y es lo más normal del mundo.

-¿Por qué todas vuestras tiendas están tan próximas unas de otras dentro a excepción de la de la Calle Santander?

-F. S. : Fue por casualidad, la verdad. Es cierto que este local (el de la Avenida Marconi) se nos puso a tiro y lo aprovechamos porque además vivimos muy cerca de aquí. Pero con el tiempo nos dimos cuenta que una fuente imprescindible ha sido el Hospital Puerta del Mar. Todo nuestro negocio se ha basado un poco en lo que generaba. El hospital ha sido la locomotora de nuestro negocio. Gracias al hospital pudimos extrapolar nuestras ventas a toda la provincia ya que incluso personas que ya no tenían que ir al hospital venían a Cádiz a comprarnos a nosotros. De hecho, esas personas nos pedían cantidad de veces que abriéramos una tienda en su localidad fuera en Conil, Jerez, Los Barrios...

-¿Cómo pasaron la pandemia?

-F. S.: Muy difícil, tremendamente difícil. Eso ha sido un factor que nos ha hecho adelantar una decisión ya pensada.

A. H.: Ha ayudado mucho en la decisión. Nos ha hecho ver las cosas de una manera distinta porque ha sido muy duro. Yo la viví aquí en la tienda y con la incertidumbre de abrir un día y cerrar al siguiente. Trabajar con doble mascarilla, limpiar todas las prendas que se probaban los clientes, el temor de la gente a comprar, desinfectar esto, desinfectar lo otro... Y atender a personas, esto es increíble, que querían entrar en la tienda sin mascarilla ¡y lo peor es que eran sanitarios y médicos que venían del hospital! A mí ni me sale ni me gusta ser desagradable, pero tenía que decirles que hicieran el favor de ponerse la mascarilla o se iban a la calle. Todo eso sólo lo sabemos los que hemos estado en el comercio.

-¿Qué sentís, más pena y nostalgia por cerrar o ganas de descansar?

-Las dos cosas. En realidad no pensamos que nos lo merecemos, sino que ha llegado nuestra hora. Nos da pena ceder ante la edad, y eso que nos encontramos bien de salud. Hemos pasado la pandemia, tanto nosotros como el personal, bien protegidos y estamos bien aunque ya toca recoger.

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