Educación
Fecha, miedo y mascarilla: lo único seguro en la vuelta al cole
Docentes, familias y responsables de centros educativos de la provincia analizan la situación más desconcertante a tres semanas del regreso
Docentes, familias y responsables de centros educativos de la provincia analizan la situación más desconcertante a tres semanas del regreso
Agosto siempre ha sido un mes que se hace corto para los niños y jóvenes, con la amenaza de la vuelta al colegio como horizonte, ... con alumnos y padres quejándose del fin del descanso y del coste de los materiales, respectivamente. En este año 2020 en el que todo es distinto, la vuelta al colegio es extraordinaria. En dificultad y en trascendencia. Con el temor a una nueva ola de contagios por coronavirus convertida en realidad social y oficial, el retorno a las aulas se asoma como una necesidad familiar y educativa pero también como un reto para toda la ciudadanía.
La Junta de Andalucía, responsable del sistema educativo, actualizó el pasado jueves el protocolo de actuación en los centros educativos. Según ese documento público, valorará si cierra un colegio cuando haya tres o más casos confirmados en, al menos, dos aulas en 14 días. En ese caso, «se requerirá a los servicios de Epidemiología una valoración específica a la totalidad del centro docente».
El documento en el que trabaja Salud (en permanente revisión) baraja distintos escenarios dentro de la presencialidad desde que se conoce un caso positivo por Covid-19 en el centro. Ese texto, de 17 páginas, recoge que ante un caso confirmado en un docente que imparte clases en diferentes aulas se realizará una evaluación individualizada por parte de la Unidad de Prevención de Riesgos Laborales y Epidemiología.
Además de las normas y los planes, están las sensaciones. Docentes y padres, padres docentes, alumnos, familias, no hablan de otra cosa. Cómo va a ser. Cómo actuar cuando haya casos. El temido cierre. Hay unanimidad en la conveniencia, el deseo, de la vuelta a las clases presenciales pero la previsión de que habrá contagios es casi una certeza para todos.
Isabel Marqués es profesora de Inglés de Secundaria, en San Fernando: «Los profesores sabemos desde junio que esto iba a ser así. Somos conscientes de que para desdoblar mañana y tarde habría que contratar al doble de profesorado y no hay dinero. La distancia de seguridad es imposible. Nuestras aulas, con entre 30 y 38 alumnos, donde las mesas del alumnado están pegadas a las del profesorado y contra la pared... Imposible. Quien nunca ha estado en un aula con adolescentes no sabe que ellos nunca van a renunciar a quedar con su amigo de otra clase, un repetidor, novia... El punto 2.5 del protocolo del 13 de agosto (‘estos grupos reducirán al mínimo al contacto con otro grupo del centro en espacio y tiempo’) es una ficción de una inocencia infinita. Su modo de relacionarse consiste en abrazos, achuchones, bromas físicas... Es la realidad. No se trata de ser negativo o alarmista».
Profesores... Y a la vez, padres
Su colega María del Carmen Aguirre añade: «Somos entre siete y once profesores los que podemos entrar en un aula. Si hay cuarentena en caso de positivo en una clase, todo ese profesorado tendría que hacerla, el centro se queda sin demasiados docentes de golpe. Sería imposible atender al resto de alumnado en ese caso, al menos en mi centro».
En estas dos profesoras, como miles de casos, son también madres: «Mi hijo también tendrá que asistir a clase y estoy preocupada –dice Aguirre–. Seamos realistas. Un nuevo cierre de centros significaría que ya habría muchas personas contagiadas y nuevos dramas».
María Gastón es maestra de Educación Especial, interina, destinada al Centro Virgen del Amparo en La Línea. «Se presenta complicado. Existen limitaciones y miedos. Por parte de los padres y de los docentes, de todos. Defiendo rotundamente que la formación debe ser siempre presencial y que lo sucedido este pasado curso ha creado una brecha educativa enorme. Es imposible igualar la formación presencial a la telemática». Para lograrlo, incide en «más contratación de personal docente y bajar la ratio de forma notable. Estas medidas ya se deberían haber puesto en práctica antes de que llegase la Covid-19».
Mercedes Monserrat es directora del colegio Cristóbal Colón en El Puerto. «Fijándonos en lo que ha ocurrido en otros países que han comenzado el nuevo curso, nos llega que algunos centros han sido clausurados por brotes. Debemos tener en cuenta además, que ni de lejos están en nuestra situación de número de contagiados ; que poseen otro tipo de organización, ratio y número de profesores disponibles, así como metros cuadrados en las instalaciones y lo más importante: diferente estilo de vida y ocio».
El optimismo es difícil en esta situación: «Creo que nos ocurrirá más o menos lo mismo. Las nuevas instrucciones nos hablan de clausurar aulas o zonas comunes si llegan los casos. Incluso clausurar centros si el brote está muy extendido, pero no creo que lleguemos al confinamiento anterior», detalla. «Tampoco sabemos, a día de hoy, nada de dotación para afrontar la compra de mascarillas, gel hidroalcoholíco y cartelería, entre otros gastos. También nos instaron a recoger los datos del profesorado interesado en realizarse un test de detección pero fue enseguida desechado por avalancha de peticiones. Está visto que no son previsores», lamenta la directora.
Inma es madre de dos alumnos de Salesianos-San Ignacio, en Cádiz. «Me parece un despropósito que desde el 16 de marzo que cerraron los colegios, no tengamos claro qué va a pasar de aquí a dos semanas. Deberían tener prevista y organizada la vuelta a las clases. No se puede responsabilizar a los centros si hay contagios, cuando sabemos que es incontrolable. Familias en las puertas, corrillos en las salidas, actividades extraescolares, comedores... Por muchas burbujas que realicen los centros educativos, nuestros hijos están expuestos y yo personalmente tengo miedo. No quiero inculcarles a mis hijos ese miedo pero lo están viviendo. A través de las noticias, lo que habla la gente, los amigos... Les estamos creando a nuestros hijos miedos, frustraciones, meses perdidos. Ellos tienen que aprender interactuando con iguales y no meses y meses delante de una pantalla, si tienes la suerte de tenerla».
Como propuesta personal, se inclina por «las clases semipresenciales con grupos reducidos y días alternos y ver poco a poco como va el primer trimestre».
Patricia Soria es madre de Paula y Hugo, del colegio Carmelitas de El Puerto: «Está todo en el aire. Los niños necesitan volver al colegio siempre que noten cierta normalidad y que no se vayan una semana para meterlos en casa a la siguiente. Hay que bajar el ratio de alumnos en clase y harán falta más medios y más profesores. Me da miedo que empiecen para tener que volver a meterlos en casa al poco tiempo».
Montse Macías es docente, de Educación de Adultos, pero además tiene tres hijos «uno en cada fase. Una en Primaria, uno en Secundaria y otra en la Universidad. Estoy preocupada como todos los padres. No sé cómo se desarrollará en cada uno de los sistemas el protocolo. Supongo que se irá parcheando como se ha hecho hasta ahora en todo. Lo que tengo claro es que deben empezar las clases presenciales y que se debe invertir en más profesores e infraestructura para dividir las clases», añade.
Cuestión de números
La perspectiva de José Manuel Fedriani es particular. Con amplia experiencia docente en Cádiz, ejerció de jefe de estudios en San Ignacio-Salesianos, ahora desarrolla su profesión en Kentucky, por lo que puede comparar la situación en dos países tan distintos y distantes. «Aquí en la ciudad de Lexington, se ha dispuesto un modelo online hasta el 28 de septiembre y se revisará cada seis semanas, para pasar a un modelo híbrido de dos días alternos presenciales o al modelo clásico si todo vuelve a unos parámetros mínimos de seguridad».
«De momento el modelo online tiene tres clases prsenciales diarias, (de 9 a 12). Asimismo los profes tenemos que estar disponibles de las 17 a las 19 horas para responder correos y llamadas de padres cuando vienen del trabajo. Cada estudiante ha recibido este año o anteriores un portátil pequeño y las familias más desfavorecidas, conexión wifi gratis. Esto es posible en un condado de escuelas públicas para 42.000 alumnos en 70 centros de Infantil a FP superior, 3.000 profesores y 3.500 personas en personal no docente. El presupuesto anual es de 582 millones de dólares».
María Eugenia Guareño es logopeda en la Escuela Infantil Las Dunas, en El Puerto de Santa María. «La incorporación a los centros es un hecho. Las medidas expuestas por la Junta son tan lógicas como inviables en el actual sistema. Creo que no tardaremos mucho en empezar a cerrar colegios. Desde mi punto de vista, la Consejería debería haber trazado un plan de teletrabajo en septiembre e ir abriendo el campo conforme pasaran los meses. No al contrario. El temor es controlar al alumnado sin apenas medios ya que los refuerzos en recursos humanos en los centros son del todo insuficientes».
Alberto Granado esperaba este curso con alegría porque «he podido agrupar a mis hijos en un mismo centro. Por aquello de conciliar». «La palabra que resumiría la sensación es incentidumbre. Entiendo que las autoridades competentes aún no han determinado con claridad cómo se va a llevar a efecto ese retorno. Sobre todo, porque aún no se ha precisado cómo se van a organizar las clases, el número de alumnos, los horarios, turnos (si se establecieran); y sobre todo, no se ha concretado cuáles serán las medidas que se van a exigir a los centros para la seguridad; teniendo en cuenta además, que no todos van a disponer de los mismos recursos para afrontar de forma homogénea estás posibles medidas. Estamos algo preocupados, ya que no solo es importante desde el punto de vista de la salud de nuestros hijos, tamb ién afecta a la necesaria conciliación de vida laboral y familiar».
Desatención social
Antonio Pérez , profesor de Secundaria en el instituto Fernando Aguilar, en Cádiz, defiende que «el Ministerio de Educación tendría que haber liderado la vuelta al cole desde el principio. Sin tantos cambios. En este tema se tendría que haber mantenido una decisión única. Han dado ideas generales y, en ocasiones poco claras. La Junta no lo ha mejorado mucho. Pero dicho esto, los equipos directivos de cada centro espero que hayan hecho su trabajo, que hayan buscado soluciones. Si no es así será un caos».
Por aportar algo de optimismo, cree que «el centro que haya hecho los deberes puede funcionar. Está claro que la educación no puede ser sólo online. En el confinamiento funcionó mal. Ahí había excusa. Tuvimos que improvisar todos. Ahora, no hay excusa. Hemos tenido meses. La educación a distancia no puede ser repetir la misma metodología de clase desde la casa. Eso es un fracaso. Si querían educación a distancia han perdido unos meses preciosos para planificarla, para informar y formar al profesorado. Todo se limita a que seamos capaces de reconocer los síntomas de los enfermos para enviarlos a casa. Esto tiene mala pinta».
Israel Cacheiro Payán es un joven profesor de Salesianos, premiado a nivel nacional por su labor docente. Su percepción es crítica: «Mi pensamiento es que se vuelve a demostrar que en España la Educación sigue estando en un lugar no prioritario, no sé si por intereses o por incompetencia, pero está comprobado que el cerebro de un país, en el nuestro, no interesa que funcione. Escasos recursos, mínima atención».
Ante la llegada del curso, afirma: «No le tengo miedo a la educación presencial. La respetaremos e intentaremos cumplir con los protocolos dentro de las posibilidades, que son mínimas, pero así lo haremos. Buenos propósitos todos los que estén en mis manos, para que desde el puesto de docente, mis alumnos y familias puedan recibir una educación de calidad y con la máxima atención que se merecen».
José M. Fernández es profesor del Centro Marítimo Integrado de San Fernando. «Parece que además de profesores ahora tenemos que ser médicos o epidemiólogos para detectar síntomas. Es complicado pero volver a las clases, hay que volver. El mundo no se puede parar. Pero deberían invertir en doblar el número de docentes y médicos en los centros. Equipos profesionales que se dediquen a la seguridad en vez de dejar a los profesores esa misión de detectar y avisar».
Amparo Utrera es profesora de Primaria en Puerto Real. Desde su preocupación como madre y docente, reclama algo de calma y asegura que «bajar la ratio siempre fue importante porque aporta calidad a la educación. En estas circunstancias, más. Si se ha reducido el aforo en restaurantes o en el cine, con más razón hay que reducir la concentración en las aulas. Son 25 niños que vienen de 25 familias que tienen contacto con 25 grupos de personas distintas cada día».
También aporta una idea sobre los plazos: «Yo esperaría unas semanas, una especie de cuarentena colectiva, para que todos los que han estado de vacaciones, los turistas, nacionales o no, volvieran a sus casas, para ver si esa movilidad cambia las cifras de contagio en dos semanas».
Defiende, como todos, que «hace falta volver pero con sistemas como que los más pequeños entraran y salieran antes, de forma escalonada. En los colegios grandes son muchos niños y padres los que se agolpan en las puertas. Igualmente habría que hacer horarios distintos, usar mañana y tarde, de formas alternas. Para evitar que coincida un número tan alto de personas en el mismo lugar».
Respecto a la educación telemática, también ve conveniente trabajar en un sistema híbrido: «Alternar o reducir horarios implica que los alumnos estarán más tiempo en sus casas y ese tiempo podría ser complementario en su educación, en su formación».
Personal no docente
Cuando se habla de comunidad educativa, profesores, alumnos y padres acaparan la mayor parte del pensamiento. Por defecto, se suele excluir a un colectivo numeroso y esencial, el personal no docente. De conserjes y administrativos, a limpieza. Juan Rubio es uno de esos trabajadores del instituto de Secundaria La Caleta de Cádiz. «Soy ordenanza y formo parte del Consejo Escolar del Centro y miembro de la comisión de vigilancia Covid-19». Admite que forma parte del sector «menos conocido» en la Educación, pero advierte que a ellos «el virus también nos preocupa y nos ocupa. Debemos –y ya lo hemos hecho durante los meses de junio y julio– tomar medidas de protección e higiene extremas».
«El sector de limpiadores se ha esforzado sobremanera en dejar los centros totalmente higienizados y desinfectados con los pocos medios tanto humanos como materiales de que disponemos. Los ordenanzas, mantenimiento... Nos hemos dejado el alma para adecuar las instalaciones y aulas en la previsión de una vuelta anormal, atípica y desconocida» recuerda Rubio.
«Los administrativos también han sufrido esta situación con el uso casi exclusivo de internet para casi todo. La vía telemática ha supuesto nuevos retos teniendo en cuenta la diversidad de población donde la mayoría no está al día de las redes o no cuentan con medios adecuados en casa».
En esta situación, afirma que les «preocupa la vuelta y mucho: las posibles aglomeraciones de alumnado en la entrada, el recreo, la salida... La imposibilidad de controlar a todo el personal para que cumpla escrupulosamente las normas extraordinarias».
Recuerda este trabajador que su sector tiene «su propia problemática debido a edad y enfermedades previas, además de la adaptación de las aulas, donde no se baja la ratio, y el profesorado con el que tenemos que estar en estrecho contacto».