CULTURA
«La exigencia es un error. Implica castigo, sufrimiento, peligro...»
El famoso terapeuta presenta mañana en los ‘Encuentros en la Casa Pemán’ su último libro: ‘Ser feliz en Alaska’
En el blog ‘La escuela de la felicidad’ de Rafael Santandreu da la bienvenida una máxima de Marco Aurelio: «Nuestra vida es la que nuestros pensamientos la hacen». Tan sencilla como aparentemente es la actitud que promueve el psicólogo y escritor catalán para alcanzar, en la medida de lo posible (cada vez mayor) el estado de la felicidad. Todo, todo. Todo depende de nuestras mentes , capaces de sobreponerse a cualquier revés o infortunio. Mejor dicho, de no entenderlos como tales.
Santandreu y su psicología cognitiva han ganado en los últimos años un gran respaldo en la sociedad española. Al menos así lo demuestra el éxito de ventas de sus tres libros: ‘El arte de no amargarse la vida’, ‘Las gafas de la felicidad’ y ‘Ser feliz en Alaska’ . Para la presentación de este último llega mañana lunes el psicólogo a Cádiz , en un nuevo ‘Encuentro en la Casa Pemán’ , ciclo de charlas que organizan la Fundación Cajasol y LA VOZ. La cita comienza a las 20 horas en la Casa Pemán de Cádiz (Plaza San Antonio).
–¿Qué diferencia ‘Ser feliz en Alaska’ a los dos títulos anteriores?
–Todos mis libros son manuales para hacerse fuertes a nivel emocional. Como los métodos de aprendizaje del inglés. Todos aportan claves diferentes, pero se pueden leer independientemente.
–Aboga por mentes fuertes contra viento y marea. ¿Todo lo que nos ocurra o padezcamos se puede controlar con nuestra mente?
–Sí. Cuando descubres esto, se te abre un nuevo mundo ante ti porque puedes modular cualquier experiencia. Hasta la enfermedad más severa se puede encarar con alegría y como una oportunidad.
–Pero eso debe ser accesible a muy pocos…
–Para nada. Todos podemos hacerlo pero has de darte cuenta de lo que dijo Epicteto en el siglo I: «No nos afecta lo que nos sucede, sino lo que nos decimos acerca de lo que nos sucede».
–¿Así funciona la terapia cognitiva? ¿Transformando nuestra visión de las cosas?
–Exacto. Tienes que adoptar el diálogo interno de las personas más fuertes y felices. Ellas están convencidas de que necesitan muy poco para estar bien. ¡Hasta en la cárcel se puede ser feliz!
–Pero habrá un límite…
–En mi libro hablo de Tomas Bruegenthal, juez de la Corte Penal Internacional. De niño estuvo en campo de exterminio nazi y alcanzó la plenitud allí. Pero, claro, ese chaval tenía una mentalidad a prueba de bomba: que todos podemos adquirir.
–En sus libros insiste en que el ‘trabajo’ es del paciente. Entonces, ¿para qué ir a un psicólogo?
–No es necesario ir al psicólogo en ningún caso. Todos podemos hacer ese trabajo por cuenta propia. Pero, si quieres ir, algo te ayudará: como el entrenador personal del gimnasio.
–Atiende por videoconferencia, otra muestra más de la autonomía personal que promueve. ¿Funciona?
–Yo veo pacientes de todo el mundo: China, Estados Unidos, Australia… y les ayudo a trabajar con su mente: porque al final es un trabajo suyo, como decíamos. Sólo necesitamos vernos y revisar su transformación.
–¿Cuáles son las claves de la reprogramación mental de la que habla en sus libros?
–Combatir la «necesititis» y la «terribilitis», los padres de la debilidad emocional. La terribilitis es la tendencia a decirnos que cualquier adversidad es «¡terrible!», ¡el fin del mundo!, ¡la guerra nuclear! Si te dices algo parecido, tendrás estrés y depresión.
–¿Y la «necesititis»?
–Es la creencia de que necesitamos mucho para estar bien: «tener muchos amigos», «ser listo», «tener estudios», «que te respeten», «estar delgado»… y diez mil cosas más… Y si no lo consigues, te dices: «¡Soy un maldito gusano! ¡Un fracaso!»
–Pero la auto-exigencia es buena.
–La «exigencia» es siempre un error. Porque implica castigo, obligación, peligro, sufrimiento… Otra cosa es la motivación, la ilusión, el disfrute por el trabajo. La fuerza del disfrute es 20 veces más potente que la fuerza de la obligación.
–Si todos nuestros males son producto de nuestra percepción, ¿por qué vivimos en una sociedad tan insatisfecha, triste y frustrada?
–Porque precisamente nuestra sociedad nos vuelve mega-exigente. Si comparas las necesidades del hombre de hoy, con la de nuestros abuelos, alucinas. Ahora hay que tener estudios, una casa bonita, haber viajado, estar en forma, ser elegante… y mil otros requisitos básicos que antes no existían.
–¿Nos han enseñado erróneamente a encontrar la felicidad?
-Sí, pero el dueño de tu mente eres tú. Si te re-educas, si cambias tu filosofía de raíz, las neuras de los demás no te influirán en absoluto.
–¿Qué mueve más, nuestra mente o la fe?
–Son la misma cosa. Cuando avanzas en el camino de la psicología cognitiva, llega un punto en que te vuelves más espiritual. Y una buena espiritualidad también te llevará a los conceptos de vida de la psicología cognitiva.
–Asegura que se puede ser feliz pese a todo. ¿Sin salud, dinero y amor también?
–¡Por supuesto! En India hay pobres por todas partes, pero están serenos y felices. Los monjes de todas las religiones no tienen pareja y son fuentes de alegría. Y mucha gente como Stephen Hawking, el científico en silla de ruedas, tienen una salud pésima pero están efervescentes. Por lo tanto, nunca te digas que necesitas esas tres cosas porque no es verdad.
–Usted no tiene pareja. ¿Es un descreído del amor?
–El amor sentimental está sobrevalorado. No es la fuente de felicidad que nos vende Hollywood o los cuentos infantiles. La fuente de la plenitud está en otro sitio.
–¿Dónde?
–En el amor a la vida y a los demás –amigos, vecinos, familia… En saber apasionarse por lo que haces. En apreciar las maravillas de la vida. ¡Y en no quejarse jamás!
–También imparte conferencias en centros de trabajo. ¿Hay claves para cambiar en esta faceta?
–Centrarte en disfrutar y olvidarte de si hay justicia completa o no. Quitarte el temor sabiendo que no hay nada que perder. Y aprender a tratar con personas difíciles.
–¿Usted nunca está mal? Y si lo está, ¿a qué recurre?
–Todavía no estoy en el nirvana, pero cada año que pasa soy más feliz. Cuando me entra una neura, recurro a la terapia cognitiva: yo soy mi propio psicólogo.
Ver comentarios