Cementerios

El cementerio que se adelantó al veto de la Iglesia

El camposanto de San Fernando prohibió en 2015 esparcir cenizas en su interior ante la extensión de esta práctica sobre la tumba de Camarón

El mausoleo de Camarón en el cementerio de San Fernando SARA CANTOS

SARA CANTOS

Al margen del alza del turismo necrológico y de la importación anglosajona de Halloween –incluida su reciente adaptación religiosa como Holywins – los cementerios son lugares de visita cada principios de noviembre.

Algunos cuentan con leyenda propia, como la de Don Rosendo en el cementerio de San José, en Cádiz. Otros simbolizan agravios históricos, como el cementerio judío de Praga ; o majestuosidad, como el parisino de Père Lachaise , que cobija el descanso de celebridades de la talla de Jim Morrison , Chopin , Óscar Wilde o Edith Piaf .

Y luego hay uno que suena a flamenco y se adelantó a la prohibición de la Iglesia católica sobre el esparcimiento de las cenizas de los difuntos. Es el cementerio de San Fernando, donde la única leyenda es la del tiempo. De Camarón .

En este camposanto de principios del siglo XIX se encuentra la tumba de José Monge Cruz, Camarón de La Isla , desde que muriera el 2 de julio de 1992. El fervor popular a su figura hace que todo el año sea día de los difuntos en el cementerio de San Fernando y la peregrinación hasta los pies de su mausoleo dura ya casi un cuarto de siglo.

El cementerio de San Fernando prohibió en 2015 esparcir cenizas sobre la tumba de Camarón

El encargado del cementerio, Manuel Carlos de Celis, da fe y cuenta que durante todo el año llegan muchos autobuses de gente desde diversos sitios, Barcelona, Valencia, Málaga, La Línea de la Concepción, etc., para visitar su tumba y otros lugares de Camarón, que ya tiene formato de ruta turística. «Le tienen un fervor especial, le hacen ofrendas florales, le cantan, le bailan y muchas veces se suben encima de la tumba para hacerse fotos». Más que fans son devotos de Camarón que honran su memoria y hacen de su mausoleo un lugar sagrado.

Esta pasión en vida se transformó para muchos en ‘último deseo’ antes de morir y la gente empezó a acudir con las cenizas de algún familiar para arrojarlas sobre la lápida de Camarón, cumpliendo así con el anhelo de su ser querido. Esto provocó a principios del año pasado –además del malestar de la familia del artista– la prohibición oficial del cementerio de arrojar cenizas en la tumba de Camarón o en cualquier otra. Esta decisión se adelantaba al anuncio que realizó hace escasos días el Papa Francisco , en el que hacía extensivo este veto a todos los católicos del mundo y determinaba que los restos incinerados «deben mantenerse en un lugar sagrado».

Durante más de un año un cartel colocado en los pies del mausoleo de Camarón advertía de que estaba «terminantemente prohibido verter o esparcir cenizas provenientes de incineraciones de cadáveres ni residuo alguno sobre unidades de enterramientos y, especialmente, la correspondiente a la tumba de Camarón». Contra la infracción de esta normativa, avisaba, «se procedería a la indagación de la procedencia y denuncia ante la autoridad competente». La placa ha sido retirada recientemente pero la prohibición sigue en vigor, asegura el encargado municipal.

En cualquier caso, el ‘deseo eterno’ de descansar junto al mito no duraba más de unas horas, el tiempo suficiente de que los encargados del mantenimiento barriesen o baldearan el sepulcro y las cenizas acabaran en una papelera o en el sumidero.

A día de hoy el sepulcro del artista gitano luce impoluto. Es de piedra y granito gris, tiene grabado en bronce en su perímetro una silueta de San Fernando con lugares emblemáticos. En la lápida no hay epitafio ni palabras excelsas más allá del nombre, su apodo y un sencillo «tu esposa, hijos, padres, hermanos y familia no te olvidan». Sobre ella descansa una figura en bronce de Camarón. Está sentado y le cubre una creación escultórica que unos dicen que simula la portada de la iglesia del Carmen pero para Juan Ovando es claramente «el mástil de una guitarra».

Durante todo el año llegan autobuses de gente de todas partes para visitar el mausoleo del artista

Juan Ovando es desde hace 16 años el capataz del cementerio y el responsable de dar sepultura a quien entra para quedarse. Lleva 41 años dedicado a hacer lápidas, exhumaciones, enterramientos, incineraciones, funerales y mantenimiento de cementerios, ahora el de San Fernando, pero antes fueron otros. En Cádiz enterró a Pemán , al dirigente de los Grapo Martín Luna , al Padre Marcelino «y a muchos trabajadores de Astilleros por accidentes de trabajo».

Colecciona tantos años de experiencia como anécdotas. De su periodo en el camposanto de San Fernando se queda con las historias en torno al cantaor. «Sus hermanos vienen mucho, su hermana Isabel, todos los días, y su viuda, La Chispa y sus hijos, varias veces al año». Al margen de la familia, el goteo de gente es constante. «No he visto otra cosa igual. Vienen durante todo el año a venerarlo, algunos traen incluso guitarras y se ponen a tocar, otros cantan, otros lo imitan y, literalmente, se suben en la tumba y se parten la camisa».

Desde que se prohibió echar cenizas en la tumba –relata– «la gente viene con más flores o incluso con candados del amor ». Esta moda, extendida en muchas ciudades europeas, está llegando al camposanto de La Isla y ya se pueden ver los primeros en una de las cadenas que delimitan el mausoleo de Camarón.

En Halloween, Holywins o en el día de los Difuntos, sus seguidores continuarán visitándole en el cementerio de San Fernando. Sin cenizas, sin trucos y con el único trato de recordar a José Monge, mito del flamenco y leyenda del tiempo.

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