IGNACIO M. BUSTAMANTE - OPINIÓN
Cádiz pierde el tiempo
Hace ya más de siete meses que se conformaron los nuevos ayuntamientos de toda España y el tiempo va pasando mientras nos perdemos en asuntos absurdos y sin mayor trascendencia

A lo tonto a lo tonto, hace ya más de siete meses que se conformaron los nuevos ayuntamientos de toda España. Y con este ‘aire nuevo regenerador’ que ha entrado en varios de ellos, el tiempo va pasando mientras nos perdemos en asuntos absurdos y sin mayor trascendencia que lo meramente anecdótico. Ya saben, que si banderitas, que si cuadros en alcaldías, que si adoctrinamiento sobre las bondades del anticapitalismo y lecciones de moral varias. Sin embargo, de lo gordo, de lo realmente importante, nada de nada. Y lo principal, vital en casos como el de Cádiz, es el empleo. Es evidente que no se trata de una competencia municipal. Desde un punto de vista estrictamente administrativo, poco puede hacer un Ayuntamiento para fomentar la contratación. Algún gesto más de cara a la galería que otra cosa. Pero sí que juegan un papel clave a la hora de atraer inversiones, tanto públicas como privadas. Para ello su obligación es hacer atractiva la ciudad, de modo que sea apetecible para cualquier empresario montar en ella su negocio. Y sobre todo, seguro. Para ello lo primero es tener claro lo que ahora se denomina ‘proyecto de ciudad’. Qué se quiere hacer y cómo se quiere hacer. En eso, como en tantas otras cosas, el equipo de Gobierno de Podemos/Ganemos en Cádiz, saca un suspenso sin paliativos. Si nos atenemos a sus discursos grandilocuentes y cargados de demagogia, su único interés es acabar con la pobreza desmedida que asola a la ‘gente’, recortando de lo que el alcalde define como «obras faraónicas». Su problema es de base. De concepto. Entiende como una obra faraónica, por ejemplo, el estadio Carranza. Que evidentemente lo es si lo ceñimos exclusivamente a lo futbolístico, con un equipo de Segunda B. Pero si se tiene un poco más de visión, no hace falta ser muy listo para saber que es una inversión a largo plazo. Son cuatro edificios de oficinas, con hotel incluido, para cientos de trabajadores, que seguro prefieren un trabajo que un almuerzo gratuito en un comedor social. Su labor, la del Ayuntamiento, es conseguir atraer empresas interesadas en instalarse allí. O en el vestíbulo de la estación, otra «faraónica» obra con un proyecto sólido de restauración que se ha visto frenado con la llegada de los nuevos gobernantes municipales. Con planteamientos así, es imposible que nadie quiera venir a Cádiz, más cuando lo que oye de sus dirigentes es que el Ministerio de Hacienda –con quien no le queda más remedio que sentarse a negociar– se dedica a «ahogar y chantajear al pueblo» en connivencia con los bancos.
Pasa el tiempo, insisto. Lo estamos perdiendo miserablemente. Y no estamos en condiciones de permitírnoslo. Porque además, cuando lleguen los siguientes, que algún día lo harán –bien PP, bien PSOE– ya endrán la excusa perfecta de la herencia recibida. Y lo que es peor. Tendrán razón.