El buen momento de Izquierda Unida se convierte en un laberinto
Renuncias, confusión de siglas e indefinición de alianzas lastran a la coalición cuando contaba con nueve alcaldías
El anuncio de las despedidas de Fernando Macías, Jorge Rodríguez o Martín Vila revela una gran incertidumbre a un año de las municipales
La hipocresía de los electores tiene muchas caras. Una de ellas consiste en exigir y alabar el carácter efímero de los representantes políticos para, inmediatamente, buscar motivos oscuros cuando esa temporalidad llega a ejecutarse. Si un alcalde o diputado, un presidente, concejal o parlamentario dice que sólo estará ocho años con cargo y sueldo públicos, recibirá algo parecido a una corriente de aplausos mayoritarios. Especialmente cuando cumple lo anunciado. Cuando rectifica, como en el caso del actual alcalde de Cádiz, José María González, la reacción es menos generosa. Sin embargo, cuando el elegido confirma su compromiso, cuando hace lo que dijo que haría, aparecen las sospechas, las sombras . El que se va lo hace los desencuentros, por cansancio, porque ya no le quieren, porque ya no quiere. Cualquier explicación antes que asumir la supuesta envidencia: que cualquier actividad debe tener plazos y etapas, que cerrarlas no debe tener forzosamente, siempre, otra justificación distinta ni oculta.
Esta situación se ha reproducido esta pasada semana, la primera de la primavera. La próxima, dentro de un año, será electoral, escenario de las elecciones municipales de 2023 . En este prólogo simbólico se han acumulado varias despedidas, directas o en diferido, totales o parciales concentradas en Izquierda Unida, una coalición de partidos que, a su vez, diluyó su marca en agrupaciones de izquierdas, en las denominadas mareas que amenazan con ahogar a todos sus integrantes.
En el caso de Izquierda Unida coinciden tanto las despedidas como la confusión de siglas, proyectos y alianzas. En la pasada semana, dos de los nueve alcaldes de IU en la provincia han formalizado un paso al lado. Jorge Rodríguez anunciaba el jueves que renuncia a la Alcaldía de Trebujena . Tras diez años como símbolo comunista en la provincia, se aparta pero no se va a casa. Gracias a un cambalache de cargos con el PSOE, siempre dispuesto a darse un tiro en el pie, se queda como presidente del Consorcio de Aguas de la Zona Gaditana. Este lunes 28 de marzo será oficial su renuncia. Supone el adiós del considerado gran alcalde rojo en territorio gaditano durante lo que va de siglo. Para terminar de espantar la sensación de que se va a casa, asegura que este «paso al lado» le permitirá desarrollar mejor la coordinación de Izquierda Unida en la provincia.
Trebujena, Medina, Cádiz
Ese anuncio llegaba horas después de que Fernando Macías, alcalde de Medina Sidonia, dijera que no repetirá como candidato en 2023 ni asumirá cargo alguno. No es cualquier actor para tratar de interpretar la escena. El actual regidor asidonense llegó al Ayuntamiento con 19 años, hace casi tres décadas. Por entonces era el único edil de Izquierda Unida. Mandato a mandato fue capaz, a base de trabajo directo y real –no hay alternativa en un municipio de menos de 10.000 habitantes– fue multiplicando poco a poco la representación del grupo. Hasta llegar a la Alcaldía en 2011. Desde entonces, durante doce años cuando lleguen las próximas municipales de 2023, sin soltar el bastón de mando. Con mayorías minoritarias y pactos más o menos forzados, con el mandato actual, pero de alcalde en un territorio de fuerte tradición socialista.
Su trabajo incluso trascendió a la labor municipal y fue elegido coordinador provincial de Izquierda Unida , líder provincial, durante un lustro, de 2016 al pasado verano de 2021. Todo ese trabajo llegará a su fin en un año. Fernando Macías, no repetirá en el número uno de la lista ni ocupará ningún otro cargo, institucional u orgánico. Que se va. Ya lo había dicho en foros internos, en algunas entrevistas, pero lo reiteró y confirmó en redes sociales, en un comunicaco público, entre el sábado 19 de marzo y el lunes siguiente.
Macías no eludió la primera mitad simbólica del anuncio: «D ebería ser habitual en democracia que un alcalde decida no volver a presentarse . Significa para una ciudad la posibilidad de reinventarse y, para una organización, la obligación de renovarse. No creo, en personalismos y rechazo profundamente los hiperliderazgos», declaraba en su despedida pública. Es una parte de la tradición, declarar, demostrar, que la temporalidad , el carácter efímero, debe ser consustancial a la actividad política pública.
A estos dos casos se suma una despedida anterior, más discreta. Martín Vila, el máximo representante de Izquierda Unida en la capital gaditana aunque diluido como su marca electoral en otra agrupación, Ganar Cádiz en Común, aseguró en el último tercio de 2021 que regresa a la docencia cuando acabe este mandato. Tras una creciente tensión, con desencuentros públicos, con el alcalde José María González, ha dejado claro que se baja de la vida política pública. Al menos por ahora.
Desconcierto contrarreloj
Falta la segunda parte: la conspirativa, la interpretativa. La que trata de responder a las preguntas eternas: ¿por qué se va? ¿por qué ahora? Macías dejaba caen en su adiós que hay mucho que discutir en Izquierda Unida: «Sé que estas palabras abrirán un debate profundo, o eso espero, en torno a lo sucedido en estos últimos años y a lo que deberá suceder en los siguientes». La coincidencia temporal de estas despedidas, cada una con matices diferenciales, hace pensar en una situación general que las une. Dirigentes de Izquierda Unida en la capital gaditana, y en la provincia, coinciden en el análisis. Las casualidades no existen o, en el más generoso de los casos, son muy infrecuentes. Izquierda Unida tiene nueve alcaldías en la provincia (Medina Sidonia, Conil, Trebujena, Espera, Puerto Serrano...), y participa con coaliciones concretas o apoyos plenarios en Chiclana y Cádiz. Nunca han gobernado a más gente en la provincia, casi una cuarta parte de la población provincial que asciende a 1,2 millones de personas.
Sin embargo, la organización transmite cierto desánimo y desorientación, también generacional. El alcalde de Medina se va, el de Trebujena pasa a mejor vida, el de Conil depende de una mayoría minoritaria muy frágil, Martín Vila vuelve al colegio... «Hay confusión, desánimo, en las bases y en los dirigentes. A un año de las municipales no se sabe con qué siglas concurrirá nadie, somos conscientes de que la marca se ha diluido en alianzas que nadie sabe si se van a reproducir», afirma uno de ellos.
Otro de los responsables gaditanos admite que «el resultado de estos años, pese al buen trabajo en nueve ayuntamientos, es que casi nadie sabe que existimos ni dónde gobernamos. Muchísimos votantes no saben en qué coalición estamos, si seguimos con Podemos, con Adelante o con Ganar». Y queda un año para volver a presentarse al examen.