Con 'C' de Cádiz
Brendan O'neill: «De tapas por Sevilla me confirman que lo que estaba buscando se llamaba Cádiz»
Así vive un irlandés de 60 años que está cuatro meses en Cádiz y marcha a Estados Unidos otros seis para ganarse la vida y disfrutarla a golpe de baches y un sentido del humor bárbaro
A Brendan O’Neill (Waterford, Irlanda. 1961) lo conoció un servidor una noche de Martes Santo de hace unos pocos de años en el V Centenario, habitual rincón cofrade anclado en plena plaza de San Francisco. Uno había cargado El Caído, el otro había dado ... luz a Columna y ambos refrescaban la noche gaditana con una cerveza postrera tras los desfiles procesionales. Ataviado con su túnica de nazareno, la charla estaba cantada con un irlandés muy gaditano. Ambos congeniamos y nos intercambiamos móviles con el típico 'estamos en contacto' que no se lo creería ni el penitente con más fe que haya circulado estos días por las calles gaditanas.
Años después, este enero pasado, una desgraciada noticia le hace rememorar a este plumilla la figura del gran Brendan Irish, como así lo tenía grabado en el móvil. 'Un ciudadano irlandés pierde la vida al precipitarse por los bloques', rezaban los titulares. Acto seguido, mando un wasap que no recibe respuesta. Chungo, pienso. Y lamento profundamente la pérdida de un señor con el que compartí unas cervezas y no menos risas aquel Martes Santo en el recuerdo.
Pasan los meses hasta que llegó este pasado y milagroso Viernes de Dolores. Para hacer tiempo, mientras unos amigos ultiman un via crusis en el interior del templo franciscano, este que escribe se pide un rioja en la barra de un restaurante de la calle San Francisco. Echa una vistazo al sitio, ojea la carta y mira a su compañero de barra, que disfruta de un buen plato 'made in Cádiz' sentado en un taburete alto. ¡Cojones, pero si este es Brendan! La alegría es máxima y le cuento la triste anécdota que me hizo recordarlo en el mes de enero. Él, guiri total, no me recuerda, pero eso poco importa porque para mí ha resucitado días antes que el Señor de San Antonio vista hoy las calles de alegría. La entrevista estaba servida. Vamos al lío.
La cita la concertamos para varios días después, el lluvioso Lunes Santo. Quedamos en el sitio donde nos conocimos y fijamos la hora porque él no tiene wasap, de ahí que no contestase a los míos. Quedamos el Lunes pero volvemos a vernos el Domingo de Ramos. Y el Martes. Y el Miércoles... Coincidimos viendo procesiones y has
ta en el Atlético-Manchester City en un conocido pub irlandés. Total, que nos hemos visto prácticamente todos los días de la Semana Santa, la que hemos disfrutado tanto desde el recogimiento de las hermandades como desde el disfrute del folclore. Al estar con él, uno se da cuenta de que hace muy poca vida por el centro porque a este gachó de Irlanda lo conocen por todos los lados a los que va, que no son pocos. Finalmente, nos vamos a la tienda Honda, mítico bar de Isabel La Católica esquina con Fermín Salvochea.
-Escuchándolo me recuerda a otro guiri muy querido por estas tierras, el gran Michael Robinson, el que por cierto vistió los colores de Eire siendo inglés. Desde aquella vez que nos conocimos a hoy ha pasado mucho. ¿Ha mejorado su castellano? ¿Lo llegó a estudiar o es autodidacta?
-¿Yo? ¿Español? Nada de nada, no entendía nada. El castellano que hablo es por estos años que llevo aquí y por lo que hablo con la gente en los bares, por la calle. No lo he estudiado nunca, ni he ido a una escuela ni nada. Apenas leí un libro que tenía por mi casa y poco más.
-Lo primero, antes de nada. ¿Qué hacía un irlandés en Cádiz vestido de penitente hace ya unos años? ¿Cuál fue su motivación?
-Mi primer año aquí fue en 2004 y ya entonces me impresionó la Semana Santa. Yo veía que a los guiris que venían de turismo no les gustaba, en cambio a mí sí. Tengo tradición católica y la verdad es que me gustó todo en su conjunto. En cuanto a lo de mi salida en la procesión pasa que que en abril de 2015 muere mi madre y ella era de familia muy católica. Paso una etapa muy triste, realmente mala. Entonces, un amigo que conozco y que es hermano de Columna me sugiere salir, pero no cargando porque yo ya me veo mayor para eso. Pero sí con la vela. Y en 2016 disfruto de la experiencia.
-¿Cuántos años salió y cómo lo recuerda?
-Salí tres años. Muy buena. El primero salí por mi madre y era normal que todo el camino estuviera pensando en ella. Ya el segundo repetí la experiencia porque me gustó y otra vez con el mayor de los respetos. No sé, la verdad es que explicarlo para alguien que no es de Cádiz no resulta fácil. (Brendan se queda sin palabras y se emociona por momentos recordándolo). Bueno, recuerdo esas horas intensas, con sus emociones, viendo desde detrás del antifaz a la gente de Cádiz... Es bonito. Fue gracioso mi primer año cuando entré en la iglesia San Antonio. Yo estaba esperando instrucciones de quien fuera, pero a cinco minutos de abrir la puerta de la Iglesia me veía rodeado de niños y, claro, la diferencia de altura y de edad era evidente.
-No me diga mas, ¿iba con la intención de coger una vela y le encasquetaron otra cosa, no? Ojo que no es plato de buen gusto en una estación de penitencia intentar escaquearse de coger el estandarte de turno que se ha quedado sin dueño. Por experiencia se lo digo.
-No, no, no. Yo no tenía ni idea de nada. Yo estaba allí esperando a lo que fuera y de pronto me veo con un estandarte por mitad de la calle Ancha. Ese año nos llovió y se suspendió. Llegamos hasta la Catedral. Los dos años siguientes también llevé el estandarte. Me gustaba.
-¿Dónde nació hace 60 años?
-Nací en Waterford, pero mi pueblo es Athlone puesto que mis padres se mudaron allí teniendo yo tres años. Mi madre era de Athlone y mi padre de Waterford. Ya sé sabe quien mandaba (risas). Athlone está a 120 kilómetros de Dublín más o menos y es donde se encuentra el bar más antiguo de Irlanda y posiblemente de Europa -y enseña orgulloso la camiseta del bar del que es cliente y amigo de los dueños-.
-¿Cuánta familia tiene?
-Dos hermanas y dos hermanos.
-Y contigo cinco. Está bueno. Irlanda tiene raíces católicas, ¿de ahí tanta familia numerosa?
-Bueno, como ya he dicho mi madre era muy católica, más que mi padre. Y todos nos educamos bajo esa educación. Mi madre nos inculcó a todos ir a misa cada semana, celebrar la comunión y demás. Era la costumbre. Pero la verdad es que una vez cumplí los 18 lo fui dejando, pero bueno, algo queda siempre. Tanto, que en Cádiz salí de penitente como promesa por ella.
-Hágame un resumen de su juventud.
-Hasta los 18 años soy una persona normal que disfruta de sus amigos en su pueblo, estudia y viaja cuando puede por diversión con el dinero que me he sacado los fines de semana trabajando en los bares, en una tienda, en hoteles... Pero a los 19 ya me sale mi primer trabajo serio en la Administración, como funcionario en el departamento de impuestos y finanzas del Gobierno. Esto fue en Dublín. Así que cumplidos los 19 digo adiós a la casa de mis padres en Athlone.
-Aquí tuvimos matando a la ETA y por allí al IRA y demás grupos paramilitares del Úlster. ¿Qué visión tiene un irlandés del sur de todo aquello?
-Desde 1998 no atentan y llegó la paz. El que tiene más y peores recuerdos de aquella guerra es mi padre. Él vive en mi pueblo y se considera muy irlandés y puede que por eso a mí me gustaría una Irlanda unida, pero están los problemas de la religión. Nosotros somos católicos mientras que en el norte impera el protestantismo. Es muy complicado.
-¿Cómo es Dublín, la tierra de U2?
-Dublín me encanta. Yo he estado en muchos conciertos de U2, que allí es una religión. También gusta mucho la música. He visto cantar a Tina Turner, Michael Jackson, James Brown...
-¿Cuánto tiempo pasa en Dublín?
-Llegué en 1980 y estuve hasta 1994. Unos quince años aproximadamente. El Gobierno irlandés te permite pegarte una etapa sabática durante unos 15 años en los que te guardan tu plaza; algo así como una excendencia, pero con la condición de que sea para continuar tu formación, ayudar a una persona impedida o un viaje. Yo elegí viajar con una tareta verde y me fui a América con mi novia.
-¿Y a qué parte de Estados Unidos se va?
-A Nueva York. Mi idea era renovar cada año mi año sabático. Así estuve cinco años y medio.
-¿Cuánto se pega en Nueva York y cómo se gana la vida en la ciudad que no duerme?
-Dos años y medio pero al segundo invierno en Nueva York no me gustó ya tanto el frío la nieve y me fui. Allí trabajé en varios sitios diferentes. No hay que olvidar que durante esos años en mi cabeza estaba la idea de regresar a Irlanda porque yo tenía trabajo como funcionario para toda la vida en mi país.
-A ver con Irlanda... ¿Su Estado no le pagaría mientras usted vivía en Nueva York?
-No, no. Yo me tenía que buscar la vida y me la busqué de varias maneras. Trabajé sirviendo en un avión, en el aeropuerto JFK. También trabajé en un edificio lujoso de Manhattan como 'doorman' (portero). En ese puesto conocí a muchas personas ricas que vivían en apartamentos y gracias a esos contactos más tarde encontré un bar para trabajar. Fue una experiencia más y yo había ido a eso, a probar experiencias. Otra fue la de barman en un bar del Bronx y en otro de Manhattan. Trabajé también en una empresa de apuestas en Yonkers, que está al norte y en la frontera con el Bronx. Nueva York tiene cinco distritos y este es uno al norte.
-Explique eso de los distritos de Nueva York, que me apetece recordarlo. Eran como ciudades residencias que le llamaban boroughs. ¿Puede ser?
-Hay cinco. Manhattan, Bronx, Queens, Staten Islanda y Brooklyn.
-Ok, ok. ¿Y qué se cuenta del Bronx, es peligroso trabajar en su noche o eso es lo que nos dicen las pelis de la mafia?
-Es, bueno... Allí estuve tres o cuatro meses. Yo no tuve problemas, pero se veían cosas. Allí hay muchos irlandeses trabajadores en la costrucción ilegales que venían al bar con mucho dinero para cambiar y conseguir papeles de residencia mediante contactos, qué sé yo. Mejor ni preguntar. Yo llegué a tener 10.000 dólares en cheques para cambiar en el bar. Era algo muy loco. Y todo en mitad de la noche del Bronx. Estuve poco ahí, lo suficiente para vivir otra experiencia.
-Trabajó también de barman en Manhattan ha dicho. Una clientela muy distinta a la del Bronx, entiendo. ¿Mejor o diferente?
-Mucho mejor, sobre todo por las propinas.
-Para volver a situarnos en el tiempo. ¿Qué año era eso?
-Por el 94.
-¡Coño! ¿No se pegaría también el Mundial de EEUU? En Nueva York recuerdo que le tocó jugar a Irlanda, que le ganó 1-0 al Italia con un gol de Houhgton. No me diga que estuvo allí porque me arrodillo a sus pies y le nombro instructor de mi vida.
-No, no (risas), pero por poco. Yo llegué a Nueva York en agosto del 94, un mes después del Mundial. Y claro que recuerdo ese golazo de Houghton en el Giants Stadium. En Nueva York hay una colonia de irlandeses y me consta que se vivió mucho ese partido puesto que hay otra muy grande de italianos.
-Menos mal. Vamos recapitulando. Año 94. Nueva York. Sigue con la excendencia. ¿También con la novia? Veo que ha perdido protagonismo en la entrevista.
-Ella era irlandesa y con ella estoy del 94 al 96 en Nueva York. Tras esos años trabajando allí, decidimos irnos por el frío, pero antes me pasa una cosa con la empresa de aerolíneas con la que trabajaba como azafato.
-Cuente, cuente, por favor.
-En la aerolínea Tower Air estuve ocho meses, cerca de un año. El empleo lo encontré en en una bolsa de trabajo. Me apunté y me cogieron tras pasar un curso. Viajé a China, Hong Kong, Kuwait, Cuba... Muchísimos destinos. Y mi último viaje fue con Bill Clinton.
-¿Cómo? ¿Me está diciendo que le sirvió un cocacola o lo que fuera al presidente de los Estados Unidos de América en el Air Force One?
-No, no. Yo iba en en uno de los dos aviones que acompañaban al presidente en su gira por Europa. Yo iba con los periodistas y sí, una vez nos acompañó el entonces Secretario de Estado de Comunicación la Administración Clinton.
-Vale, vale, eso ya suena más creíble aunque me sigue pareciendo alucinante. Siga, por favor, siga dándome envidia. ¿Cómo fue esa gira?
-El avión estaba lleno de periodistas, entre ellos, dos de Irlanda. Y muchos famosos. Recuerdo que estaba el periodista de la CNN, Wolf Blitzer, que todavía trabaja. Viajaban enviados especiales del New York Times, Wahington Post y un largo etcétera. Era el 95 y Clinton visitó en una semana Dublín, Belfast, Londres, Madrid y Alemania, donde visitó una base militar norteamericana para arropar a los marines que estaban combatiendo en Bosnia. La última parada de esa gira fue en España porque había una reunión con los presidentes de los países europeos en noviembre del 95.
-¿Llegó a entrar Clinton en vuestro avión para atender a la prensa de manera informal como de vez en cuando hacen algunos líderes?
-No, pero sí su Secretario de Estado de comunicación, Mike McCurry, que hizo el viaje de regreso con los periodistas.
-Ha dicho que fue su último viaje con la compañía. ¿Por qué la deja si aparentemente estaba de lujo?
-Aquí está la anécdota y mi jugarreya (risas) Mira, mi novia de ese momento y yo somos irlandeses, muy familiares y nos gustaba pasar las Navidades en la tierra, pero la aerolínea me dijo que debía trabajar en esas fechas y me negué, pero no lo dije porque quería hacer la ruta con Clinton. Entonces, sin decir nada a nadie los días previos, un día antes de partir a la gira con el presidente más poderoso del mundo dejé, casi que de puntillas, en un buzón de la empresa mi carta de dimisión pero para que la leyesen cuando yo estaba ya en el viaje con Clinton (risas). Así que cuando volví de la gira ya sabía que no seguía. Ni en el trabajo ni en Nueva York. Pero yo esa experiencia no me la iba a perder. ¡Vamos, hombre! ja ja ja...
-¿Y hacía dónde tira buscando el calor?
-En el 96 nos vamos a Martha's Vineyard , que es donde ya vivo desde entonces trabajando como camarero. Es una isla muy turística que pertenece a Massachusetts y que se pone hasta arriba en los meses de verano.
-¿Qué tiene esa isla?
-Me encanta el clima, y cuando se pone feo me vengo a Cádiz. Allí estoy seis meses trabajando y otro cuatro aquí, donde tengo una casa en la calle Argantonio. Los otros dos meses voy a mi pueblo y también hago un viajecito si puedo. A los cinco años de estar trabajando en Estados Unidos con la tarjeta verde, conseguí ya la residencia y ahora tengo dos pasaportes.
-¿Cómo es el restaurante o chiringuito dónde trabaja?
-Es un restaurante que está dentro del puerto. Hay cinco en total y se llena de gente.
-¿Le gusta más la isla donde trabaja o Cádiz?
-Me gustan los dos. Mi primer año en Cádiz fue en 2003 y en Martha's Vineyard estoy desde 1996, que entonces no tenía ni idea de lo que era Cádiz.
-Ya iremos con Cádiz, pero antes ¿en qué momento decide vivir en Martha's Vineyard y por qué?
-Se vive muy bien. Es segura, tranquila y hay trabajo como camarero. Esa es la idea que me gusta, el concepto de vida que quiero comenzar a vivir. Y eso me lo da la isla.
-No es malo el concepto, no.
-Claro. Llego a esa conclusión cuando vuelvo a mi trabajo en Irlanda.
-Ah, ¿pero volvió?
-Claro. Volví en el 96, a los quince años de cuando empecé, porque era lo que duraba el permiso que antes comenté. Yo ya estaba en la isla trabajando, pero regreso a Dublín con la idea de trabajar otros seis meses y prolongar una nueva excendencia para mantener esa plaza.
-¿Y qué pasó?
-Pues que iba para seis meses y no duré ni seis horas. Cuando me vi sentado delante de un ordenador en una oficina me levanté a los seis minutos y me di cuenta que eso ya no era para mí. Lo sentí por mi madre, que me decía 'Brendan, mira que eso es un trabajo para toda la vida y es seguro'... Lo normal de las madres.
-(Risas) Lo entiendo, lo entiendo.
-Si yo también la entendía (risas), pero es que no me vi capaz de esos horarios, esa vida delante de un ordenador después de estar dando vueltas en Nueva York de un trabajo para otro. El caso es que mi madre se sentía muy orgulloso de mí cuando trabajaba en el avión y le mandaba postales desde la Gran Muralla de China, o desde la plaza de Tiananmén en Pekín. O desde el Taj Mahal de India. Presumía de su hijo con los vecinos y todo, pero ella pensaba que iba a volver a la burocracia y al final vio que no (risas). Lo acabó comprendiendo porque me veía feliz.
-Bueno, regresa a Martha's Vineyard. ¿Y cómo es su vida allí?
-Trabajo mucho en esos meses, claro. Tiene playa, hay conciertos y viene mucho turismo en barco para pasar días o fiestas.
-Ya me ha dicho que vive cuatro meses en Cádiz, seis en la isla y los otros dos entre Irlanda y más sitios. ¿Pero cómo se organiza el año? ¿Cómo lo parte?
-Empiezo a trabajar esta semana que entra, o sea, en abril. Normalmente, soy camarero desde mediados de abril a mediados de octubre. Cuando acabo de trabajar, me voy un par de semanas a México de vacaciones.
-Lo que viene siendo de vacaciones... Claro, porque cuando lo veo por Cádiz está usted siempre trabajando ¿no?
-Noooo (risas).
-Es usted un artista. Bueno, siga contando, que me tiene contento... ¿A qué sitio de México se va?
-(Más risas) A Islas Mujeres, cerca de Cancún. Allí estoy tranquilito, en la playa, leyendo mis libros, que me gusta mucho. Disfrutando de la buena comida, como el ceviche, que lo hacen allí de maravilla, como todos los pescados a la plancha. Me relajo allí después del verano.
-Porque en Cádiz lo veo muy estresado, es verdad. ¿Dónde se estresa más, en el Adobo, en el V Centenario, en la Tienda Honda o en Irlandés viendo el fútbol?
-Ja ja ja... Me gustan esos sitios porque además de que se come bien, conozco a muchos amigos.
-Ya, ya, claro. Entiendo. Vamos por noviembre. ¿Qué hace tras descansar al sol de México?
-Vuelvo a Irlanda, a estar con la familia y amigos de la infancia. Normalmente allí pasaba la Navidad, pero tras la muerte de mi madre ya la prefiero pasar en Cádiz, donde llego a mediados de diciembre y me voy ahora en abril.
-Bueno, bueno... se ha perdido de nuevo el rastro de la novia. ¿Por dónde se quedó?
-Al poco tiempo de mudarnos a la isla. Ya llegamos un poco desgastados de Nueva York y se acabó ahí la relación.
-Ajam. Bueno, al lío, hablemos de Cádiz. ¿Cuándo y cómo la conoce? ¿La conocía antes de venirse a vivir?
-No tenía ni i-d-e-a de lo que era Cádiz. Pero yo tenía en mente invertir en una casa desde siempre y comienzo a interesarme por zonas. Lo primero que hago, en 2002, es ir a Chipre, que lo conocía por un viaje de amigos que hicimos de joven en los 80 y me gustó. No jugaba con mucho dinero, soy un tipo normal, pero ahorré un poco antes de 2002 porque trabajé seis meses en San Francisco y otros seis meses en Nueva Orleans. Lo que pasa es que me gasté parte en hacer un viaje de mochilero seis meses por el mundo. Conocí Australia, Nueva Zelanda, Venezuela, muchos sitios... Antes de venirme a Cádiz lo que yo hacía en esos meses de descanso era viajar o trabajar más en otros lugares, dependiendo de lo que me apeteciera hacer.
-No, no si el planteamiento es cojonudo. A ver, ha abierto otro melón con Nueva Orleans y San Francisco, que lo conozco. No asi la tierra del jazz. ¿Cómo fue trabajar allí?
-Otra gran experiencia. Fueron seis meses locos, locos, pero muy intensos. Estuve en un restaurante de la famosa calle de Bourbon Street . Era el Red Fish Grill y estaba situado en el primer bloque de pisos de la famosa calle. Imagina el trabajo que había.
-Vaya vida, Brendan, parece usted Benjamin Button. Venga, que nos perdemos y no llegamos a Cádiz. Dime cómo llega aquí y si se tiene que saltar cualquier otro trabajito me lo omite sin problemas porque hay que acelerar la entrevista y ya me da pánico el tiempo que llevamos.
-Estábamos en Chipre con el plan de comprar un piso. Veo terrenos y los planos de una casa. Me gusta la inversión, pero lo que veo ya no me gusta para residir. Había cambiado mucho desde los 80 que fui. Recordaba que lo que me gustó más era la gente, los chipriotas, pero veo que en 2002 aquello estaba atestado de guiris. Lo tenía todo prácticamente cerrado para comprar el piso. Era viernes cuando me voy de Chipre a Irlanda, y ese fin de semana me pongo a pensar y a pensar y llego a la conclusión que no quiero comprarlo porque no quiero vivir allí. Así que el lunes lo paro todo, hablo con mi banco, cancelo mi cheque y aborto la operación. Eso fue 2002, al año siguiente me voy a España. Llego a Alicante en avión desde Dublín. Yo no tenía ni idea de España, pero vengo con la idea de comprar aquí por el clima.
-¿Va a Alicante con la idea de comprar o porque aterrizaba su avión allí?
-Claro, el avión me llevaba ahí. Pero ya que estoy, lo veo, pero mi idea podía ser Alicante como cualquier otro sitio. Yo queria comprar pero no sabía dónde. El caso es que de Alicante voy en autobús a Madrid y de Madrid tiro al sur, a Granada, Sevilla. En esos sitios disfruto de los bares, las tapas. Como y ceno en la barra con gente que voy conociendo y me van hablando de otros sitios. Yo estaba interesado en playas y en Sevilla, durante un tapeo con más gente del bar, me aconsejan que conozca Cádiz. Hasta ese momento yo no tenía ni idea de lo que era, pero hablando con agentes inmobiliarios al día siguiente me confirman que lo que estoy buscando se llama Cádiz. Sigo varios días más de tapas y hablando de mis planes y de lo que había venido a buscar y venga, una, dos, tres, cuatro personas... Todas me decían lo mismo. '¿Pero de verdad que tú no conoces Cádiz?' Y yo les decía, '¡pero si no sé ni donde está!'. Total, que en abril de 2003 llego a la estación de autobuses de la Plaza España. Me voy a la calle con mi mochila buscando un hostal para pasar la primera noche. Voy andando asombrado con la gente, con los balcones, las calles, el ruido, con todo. Me voy sintiendo invadido. Juro que mi cuerpo me estaba diciendo cosas, y todas eran buenas.
-Y eso que no había visto todavía la playa...
-No, ni tampoco el estadio de fútbol.
-¡Dios, es verdad! Que nos queda hablar del fútbol, del Cádiz, del Everton. Pfff. Esto no tiene fin, Brendan.
-¡Calla, calla. espera!. Que yo iba ya diciéndome 'esto me gusta' porque sentía lo mismo que sentí con Martha's Viyenard. No veía Mcdonald's, ni Starbucks ni hoteles altos ni nada de esas cosas. Empecé a hablar con inmobiliarias y di con Lidia, una gran persona que trabajaba en una agencia que en 2003 estaba en la Plaza las Flores. Esos días me quedé en un hostal de la calle Marqués de Cádiz y yo ya lo tenía más que claro. Había llegado al sitio.
-¿Tenía claro que quería vivir en el centro?
-Y tanto que sí. Casi veinte años después sigo casi que sin pisar PuertaTierra, nada más que para ver el fútbol. No me van los beduinos.
-Vaya, con lo bien que íbamos. ¿Qué le pasa con los de PuertaTierra, hombre?
-(Risas) No, no, nada, nada. Claro que les tengo respeto a la gente de PuertaTierra, pero eso para mí no es Cádiz. En el estadio es que hasta me aburro a veces porque veo a mi lado y no conozco a nadie. Y eso que soy socio desde 2004. Este año he ido a tres desplazamientos. A Mallorca, Valencia en Copa y al Wanda.
-'Ponovayamá', Brendan. Haga el favor.
-Ja ja ja. Sí, sí. Es verdad que en todos hemos perdido y además por el mismo resultado de 2-1.
-Y lo del Everton, ¿por qué? A no ser que me tenga otra historieta en Liverpool, claro.
-Los irlandeses, de pequeño, siempre seguimos la Premier y solemos escoger un equipo. En Irlanda, mi equipo es el Athlone Town, que ha estado tres veces en Europa. Ese es mi equipo de corazón, pero desde pequeño soy del Everton porque con ocho años fui con mi madre a una tienda de fútbol de mi pueblo para que me comprase una camiseta de un equipo y me fui a por la azul con cuello blanco del Everton. También estaban azules las del Ipswich Town o Leicester, pero elegí la del Everton porque eran los 60 y era un equipo que jugaba bien al fútbol.
-Entonces no hablaremos de Cervera. Supongo que habrá al Goodison Park muchas veces. ¿Qué me dice de la rivalidad con el Liverpool? ¿Quiénes son los ricos y los pobres?
-Montón de veces he ido al estadio del Everton y las que me quedan por ir. Habré ido más de cien. De hecho, yo era el secretario de una peña de aficionados del Everton en Dublín y en representación de ella fui invitado por el club al estadio . Diría que la rivalidad entre Everton y Liverpool es incluso más grande que la de Betis y Sevilla. Ahora el Everton no está bien y el Liverpool es un grande de Europa. Por supuesto, dirán que no y todo eso, pero los ricos son ellos. Ahora todo el mundo va con el Liverpool porque es el que gana los trofeos. El último que ganó el Everton fue en 1995, una Copa de Inglaterra. Y la última Liga fue en la 86/87.
-¿Cómo va ahora, quién lo entrena?
-Vamos como el Cádiz, en descenso. Antes lo entrenaron Rafa Benítez, Ronald Koeman o Carlo Ancelotti. Ahora estamos en manos de Frank Lampard.
-Ahora en abril toca marchar. ¿De dónde se va con más pena, de la isla o de Cádiz?
-Yo es que tengo tres vidas diferentes y tres grupos de amigos diferentes. Es verdad que tras pasar cuatro meses en Cádiz me voy un poco triste, pero también llego con la alegría de ver a mis amigos de allí. Procuro rodearme de buenas personas en todos los sitios a los que voy para echarlos de menos cuando me voy y alegrarme cuando vuelvo.
-Le gustan muchos los baches y una buena conversación. Y se agradece, pero ¿qué bares frecuenta más en Cádiz además de los ya mencionados?
-Me gusta mucho la Viña; allí voy a Los Claveles, al bar Pichón y a Casa Rosco. También me gusta tapear en el Cicuta, donde voy dos o tres noches a la semana para estar con Ángel, del que soy buen cliente. En el Cicuta cada día es una sorpresa porque no hay carta, pero siempre hay seis o siete tapas distintas. También me gusta comer en La tabernita, en la Viña. O en la bodeguita del adobo. Otro sitio de fritos que me gusta es el Laurel. Me gustan las tapas, moverme, vivir la vida. Y si es en Cádiz, mejor.
-Pues buen viaje de regreso y aquí le esperamos. Ah, ¡y no me vuelva a dar más sustitos!
-¡Pero que yo no fui!
-Vaya usted a saber. Para mí es un ángel. Como el que le sale al protagonista de ¡Qué bello es vivir!, la obra maestra de Frank Capra.
-Ja ja ja... Gracias, pero seguimos por aquí. Y por aquí seguiremos, Dios mediante.