CÁDIZ
La ausencia como costumbre
El Gobierno local, muy dado a la devoción imaginera y cofrade, ha convertido en hábito no acudir a la misa de Corpus Christi
Cuando se habla de rituales, la costumbre y el símbolo, la repetición y la estética se quedan el cuarto mayor. Hasta la ausencia puede ser un ritual . El Gobierno local, formado por Adelante y Ganar Cádiz, o el semiopositor PSOE, han convertido la suya en hábito en la mañana de Corpus en la capital gaditana. Hoy lo renovaron. Es llamativo que sí tengan presencia, y gráfica, en la Semana Santa, en los cortejos procesionales o las visitas a las imágenes que se han reproducido esta última Cuaresma como calmante para el segundo año de abstinencia. Debe de ser que el Nazareno y el Perdón, por poner dos ejemplos entre decenas, son tradición pero el Corpus, no. El Corpus será otra cosa. No se sabe qué.
Los profanos, agnósticos y ácratas podrían pensar que todo, Corpus y pasos, procesiones y misas de mañana de verano forman parte de la misma confesión, del mismo reglamento, de una misma creencia pero hay quién hace distingos y en su derecho está. Distinguir también es una costumbre. La incoherencia puede ser un hábito. Quizás de los más extendidos en la humanidad. «Ni contestan a la invitación» decía esta mañana en la Catedral de Cádiz una portavoz del Obispado de Cádiz (y de Ceuta, nada menos). Igual que el cero es un número y el silencio es ruidoso, la ausencia tiene una presencia imponente, es un gesto llamativo para ser invisible. Además, hay representaciones de muchos tipos. Si faltaban algunos concejales, estaba el pendón morado de la ciudad, la bandera local. Había llegado la primera, para coger sitio, el viernes , según fuentes oficiales del Obispado. Como manda la tradición, que manda mucho.
También la presencia, entendida como asistencia y como aspecto, forma parte del rito . La élite de los cofrades gaditanos, esos que a veces comparten pasión imaginera con los ausentes, formaba con sus mejores galas. Del presidente del Consejo de Hermandades y Cofradías, Juan Carlos Jurado de impecable chaqué, al último pregonero de la Semana Santa de Cádiz , hermanos mayores de todas las familias, en animado debate previo a la ceremonia.
Onda Cádiz, la televisión pública y municipal, la que dirige el Gobierno local ausente, retransmite con despliegue de medios casi deportivos . Una cámara volante busca un plano cenital gracias a una grúa que la acerca al altar y la trae de vuelta. Para ser la emisora de los comecuras que iban a prohibir la Semana Santa, según el oráculo de WhatsApp, parece que le ponen empeño. Por cierto, ni rastro del debate que se dio hace años, a escala estatal, sobre si es pertinente retransmitir misas católicas a través de medios de comunicación públicos y, teóricamente, aconfesionales.
El presidente de la Audiencia Provincial, Manuel Estrella, el Almirante de la Flota, Eugenio Díaz del Río, responsables y representantes de los otros dos ejércitos, de la Guardia Civil y la Policía Nacional, todos con uniforme de gala . Presentes y con presencia de día señalado en el calendario católico. La vicerrectora de Extensión Universitaria y el subdelegado del Gobierno en el Campo de Gibraltar formaban también la representación social, más nutrida que las ausencias. También más discreta.
Por segundo año consecutivo, la procesión es interna y circular, sin salir de la Catedral de Cádiz a la que se accede por Arquitecto Acero a 50 metros del mar en una mañana que ruega playa. Ni es jueves, ni brilla más que otro día ni casi nadie estrena nada porque ahora estrenamos casi todas las semanas del año. Por segundo año, la tradición se agarra a las circunstancias, la repetición se funde con la novedad. Incluso, a la entrada, hay un cartel que avisa de que los intolerantes al gluten deben hacer saber su condición a los sacerdotes antes de tomar «la sagrada forma».
A las repeticiones con siglos de antigüedad se unen otras que sólo tienen un año, las de origen biológico y terrenal: mascarillas, disparo con termómetro en la frente al entrar, aforo limitado, siéntese en el punto amarillo, distancia... La distancia. Todo el mundo la respeta menos el grupo de concejales del Partido Popular . Acude al completo, tira de oficio para charlar entusiasta, antes del oficio, y se une para hacerse una foto. Se acercan demasiado. Aunque siempre dentro de la ley, faltaría. Llevan mascarilla y, además, los votantes quisieron que no superen el número máximo de personas que pueden reunirse ni cuando se juntan todos ante la cámara. Domingo Villero y una concejala de Ciudadanos no tienen dificultad, en cambio, para mantener la distancia. Ni la social ni la otra.
La ceremonia transcurre según el guión escrito hace un milenio. Sin sobresaltos, con recogimiento. Para encontrar una sorpresa hay que salir a la escalinata frontal, cubierta de blasones rojos. Un vistazo permite comprobar que un concejal de Adelante Cádiz, Francisco Cano, ha sido incapaz de resistir la tentación. La fuerza de voluntad ha sido más débil que la costumbre y se acerca al primer templo . Llega hasta Casa Hidalgo, alias el gallego (era cántabro) de la Catedral, a 20 pasos de la gran iglesia. Casi la roza pero no llega. Se queda enfrente. Hace cola con paciencia, entra en el local cercano mientras la misa está en marcha. A los pocos minutos, sale con paquetes. Serán empanadas o pasteles. El hojaldre de ahí es divino, de otro mundo, sobrenatural. Eso dicen los apóstoles de la gastronomía y la repostería. Acudir a su encuentro es una costumbre más para muchos, un ritual para visitantes y lugareños, una cuestión de fe. Cada uno tiene las suyas.