crítica del Festival Iberoamericano de teatro 2021

Arranca la 36ªedición del FIT: ‘Entre burgueses anda el juego’

El Festival del pasado año fue desafortunadamente politizado y aunó un cúmulo de despropósitos al alejarse de la creación

Germán Corona

Antes del arranque del FIT 2021, esta tarde a las 20.30 horas en el Falla, bien merece la pena hacer un somero, mas no superficial, análisis del FIT del pasado año. Un festival desafortunadamente politizado y retratado por el Consistorio como todo un éxito, pero que también fue un cúmulo de desatinos. No hay lugar para la autocomplacencia a la hora de evaluarlo como un FIT difícil, y justificar de ese modo, los despropósitos o yerros en la programación.

No olvidemos que el FIT es de Cádiz; ni lo ha sido de las gaviotas del PP, ni lo es ahora del alcalde. Preocupa sobremanera esa especie de rebatiña del FIT como si fuese una insignia birlada en mitad de una gymkana de boyscouts. Faltáis al Teatro quienes os adueñáis del patrimonio de la comunidad iberoamericana, y el FIT lo es. Fue un FIT enmascarado de moderno, vanguardista e innovador, pero que se ha alejado –en algunos estrepitosos casos–, de su cometido fundamental: la creación artística. Si no hay lenguaje teatral solo queda la palabra, el discurso o el panfleto, y para eso no hace falta mancillar las tablas.

Se abrió el telón con una apuesta de sobra aburrida y pretenciosa llamada ‘Atlas Cádiz 2020’ que a modo de micrófono abierto intentaba ser el reflejo de la sociedad gaditana y sus preocupaciones. Si bien es cierto, que al tratarse de una representación pensada para la imbricación entre el creador y la ciudadanía local, sabíamos que el gesto y la palabra serían poco más que elementales, pero se antojaba algún tipo de planteamiento escénico más complejo. No dejaba de ser chocante el uso del escenario para encontrar tan poca autenticidad en los participantes y mucho ego de paseo para los pocos instantes del uso de la palabra.

Y precisamente de paseo de egos podemos hablar si nos referimos a la lectura dramatizada orquestada por Sergio Blanco con su ‘Covid-451’, una falsa especie de autoficción basada en la experiencia del director sobre su periplo hospitalario a raíz de contraer la enfermedad. Ficción o no, realidad o no, lo cierto es que el experimento rezumaba egocentrismo y pecaba de frívolo ante una situación dolorosa para muchos e incomprendida por otros. No está de más reiterar la falta de propuesta escénica, y a la vez estética y de ritmo, en esta aburridísima lectura.

Afortunadamente, pudimos disfrutar de la interesante y redonda propuesta de Andrés Lima con su ‘Shock’. Todo era impecable: las interpretaciones, el arriesgado planteamiento escénico y la pulcritud de movimientos y cambios de escena. Una propuesta que se defendía a sí misma desde el primer instante. Desastroso, literalmente, fue lo acaecido en ‘La Bohemia’ de Sergio Boris. En los más de 20 años que llevo asistiendo al FIT, jamás había presenciado algo tan bochornoso. La situación merecía una medida valiente y drástica a tal punto de suspender las funciones y disculparse con el espectador.

Por otro lado, el colectivo alemán Rimini Protokoll y su ‘Granma-Metales de Cuba’ son un ejemplo de grandilocuencia para nada. Teatro documental sobre la vida burguesa de unos cuantos hermanos cubanos. No creo que espectáculos de este tipo nos acerquen a ninguna realidad latinoamericana, muy por el contrario, nos hacen ver que, aunque teñidos de izquierdas, entre burgueses anda el juego.

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