J. M. Albela

Centros bilingües pero sin bilingüismo

Las autoridades deberían tomar medidas antes de que la falta de reemplazo en los cuadros de profesorado bilingüe sea irremediable

J. M. Albela (Coordinador blingüe del IES Manuel de Falla)

El proyecto bilingüe viene implementándose en Andalucía desde hace muchos años. En un principio, los centros se sumaban a él voluntariamente con la anuencia de las familias que sopesaban si podría ser provechoso o no para sus hijos. Estos centros sumaban al proyecto sólo algunas de sus líneas. Posteriormente, las adjudicaciones de proyectos bilingües dejaron de ser voluntarias y se fueron integrando a él paulatinamente todas las líneas de cada centro con el objetivo de implantarlo en la totalidad del sistema educativo.

La integración de todas las líneas de los centros al programa bilingüe propició un giro de 180 grados a las condiciones de trabajo bajo las que muchos docentes se sumaron de buena gana al proyecto: dejaron de impartir docencia en grupos donde no había alumnos repetidores, o con asignaturas pendientes o con necesidades educativas especiales. Dejaron de dar clase, en suma, a grupos con alto rendimiento académico y baja conflictividad para pasar a dar clases a los mismos grupos heterogéneos a los que daban clases antes de convertirse en profesores bilingües.

Es evidente, por tanto, que sus condiciones de trabajo al cambiar el perfil de su alumnado se complicaron sensiblemente. Sin embargo, y paradójicamente, las condiciones generales de trabajo en vez de mejorar empeoraron: dejaron de tener ningún tipo de reducción horaria para preparar clases siguiendo la metodología AICLE cuando más tiempo requerían para afrontar unas circunstancias laborales más exigentes.

Tampoco vino a ayudar a estos profesionales el estrecho marco legal que en ciertos aspectos constriñe al bilingüismo, puesto que éste impide un reparto más equitativo de la carga lectiva bilingüe (y aquí creo que la palabra «carga» puede usarse también con su acepción más común). Así, por poner un ejemplo de muchos posibles, en un centro de tres líneas sólo habría en plantilla un profesor con plaza bilingüe para la asignatura de Física y Química, que se vería abocado a impartir 18 horas de enseñanza bilingüe en 2º y 3º de la ESO , sin poder plantearse la posibilidad de impartir jamás docencia en bachillerato. A todo esto, hay que sumar otros problemas añadidos, como la gestión y uso de los auxiliares, la falta formación en metodología AICLE, la falta de becas y cursos de actualización lingüistica realmente atractivos, los desajustes organizativos, los fallos en la legislación, etc.

Esta tesitura está provocando el siguiente movimiento dentro de las plantillas de profesorado: por un lado, aquellos profesores que teniendo ya un puesto fijo en el centro de su preferencia se habilitaron para poder impartir docencia bilingüe se están deshabilitando (hay que tener muy en cuenta que estos profesionales se apuntaron sin contrapartida alguna, más allá de la creencia en que la metodología AICLE vendría a mejorar la calidad de la enseñanza de sus alumnos, y más allá del ánimo de experimentar nuevas vías pedagógicas y del de mejorar en una lengua extranjera que amaban). Por otro lado, aquellos que, aparte de verse impulsados por los motivos anteriores también necesitaron sumarse al programa bilingüe para optar a un puesto de trabajo que pudiera convenirles más, normalmente por cercanía al domicilio, terminan concursando para obtener una plaza no bilingüe una vez obtenida la antigüedad necesaria.

De seguir así, las plantillas de profesorado bilingües dentro de los centros se parecerán a las de aquellos centros donde, por diversos motivos, no quiere trabajar casi nadie: se ven sujetas a continuos cambios. Vendría bien recordar que cuando hace dos décadas la mayoría de los jóvenes se decantaba por no hacer el servicio militar, las autoridades al cargo tomaron medidas y crearon el ejército profesional porque otro ya no era posible. Del mismo modo, las autoridades deberían tomar medidas antes de que la falta de reemplazo en los cuadros de profesorado bilingüe sea irremediable.

¿Y qué hacemos?

Podría inferirse que sólo quedan cuatro vías posibles:

1) Se cancela el programa bilingüe de modo general o se permite que los centros que vean que su implementación no está siendo fructífera lo abandonen libremente. Esta solución no va a poder contemplarse en el país del «sostenella y no enmendalla».

2) Se naturaliza el modelo transitorio anterior que permitía que hubiera líneas bilingües y no bilingües, lo cual permitiría a su vez que buena parte de la plantilla bilingüe pudiera afrontar su labor docente con menos ahogos. Esta solución parece imposible porque segrega al alumnado a perpetuidad dentro de cada centro y eso es contrario a la legislación actual.

3) Se reduce el número de asignaturas bilingües por centro y se mezclan alumnos bilingües y no bilingües, que sólo se separarían para dichas asignaturas (como pueden hacerlo ahora cuando van a francés y refuerzo de lengua o a matemáticas académicas y aplicadas). Esto podría catalogarse de una adaptación curricular ‘por arriba’ y no conculcaría la ley, pero por contra exigiría grandes esfuerzos organizativos. Ahora mismo se realizan adaptaciones curriculares grupales “por abajo” con los grupos de PEMAR de 2º y 3º de la ESO (grupos que, por cierto, la administración condena inexplicablemente a cursar un 4º de ESO bilingüe sin haber cursado por lo general estudios bilingües plenos en los dos cursos anteriores).

4) Se continúa igual, pero poniendo los medios que hagan factible la enseñanza bilingüe: aumento del número de auxiliares y obligatoriedad de que haya al menos uno en cada centro; reducción de la ratio de alumnos en las líneas bilingües; concesión de horas de reducción horaria al profesorado para preparación de clases; becas y formación AICLE de calidad; adjudicación de otras ventajas al profesorado bilingüe que vengan a aliviar su carga de trabajo, tales como el no ser tutor; otorgar mayor autonomía a los centros a la hora de elaborar el programa bilingüe; mayor flexibilidad a la hora de formar la plantilla docente; inclusión de las asignaturas no troncales y optativas si conviene a cada centro; etc.

En cualquier caso, lo que sí parece que es hora que haga la administración es una reflexión profunda sobre el rumbo que está tomando el bilingüismo, hecha a partir de lo que los docentes opinemos al respecto en base a un nuestra experiencia individual. Deben abrirse foros de reflexión y debate y organizarse encuestas de opinión masivas con preguntas sin ambages, tales como «¿Si pudiera abandonar ahora mismo el programa bilingüe sin merma de su situación laboral lo haría?¿Sigue creyendo en los beneficios de la metodología AICLE?¿Cree que las circunstancias actuales permiten la implementación de una enseñanza bilingüe de calidad?¿Consigue impartir y evaluar un 50% de los contenidos en L2?¿Tiene ya claro cómo evaluar estos contenidos?¿Cómo cree que podría mejorarse el proyecto bilingüe?», etc.

Sin una reflexión sincera y certera y una actuación pronta, el ‘negacionismo’ del bilingüismo será imparable y los centros acabarán siendo centros bilingües, pero sin bilingüismo.

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