DE UN DÍA PARA OTRO

Agamenón frente a uno de los nuestros

Los conflictos laborales en el Ayuntamiento recuerdan algunas de las causas que han llevado al distanciamiento de tanta población con los sindicatos

Cola ante un autobús que ofrecía 200 empleos en Cádiz, el pasado mes de abril. Antonio Vázquez

J. Landi

El desapego, cuando no desprecio, por los sindicatos en España viene de unos años y tiene muchas causas. Los que saben de lo que escriben, los que han estudiado y leído, han descrito varias. Son complejas y diversas. Nunca resulta sencillo saber cómo y por qué. Fueron estructuras creadas hace mucho más de un siglo para representar a unos trabajadores que apenas existen ya: operarios industriales, en extinción; transportistas, ahora fragmentados en decenas de miles de autónomos... Ya no hay obreros y los que perduran viven, piensan, de forma muy distinta.

La tecnología que prometía conectarnos, aísla. Y, por supuesto, desde la rueda hasta ahora, nos hace prescindibles cada vez para más tareas. Más de la mitad de la población que trabaja realiza labores de servicio e intermediación innecesarias, decorativas, sustituibles, digitalizables. Ya lo vimos cuando la pandemia. Dijeron aquello de «que se queden los trabajadores esenciales» y nos fuimos a casa dos de cada tres. Si no mandan ya al paro indefinido a esos dos tercios es por temor a cómo íbamos a tomarnos la peña tan chocante situación, porque el sistema necesita consumidores. Por tanto, asalariados. Así, la solidaridad, la unidad y la empatía entre currantes suena más a chiste viejo que a utopía y noble objetivo.

El maldito ejemplo

La falta de ejemplo tampoco ayuda. Muchos recordamos a los grandes sindicatos que se opusieron con justa rabia a la reforma laboral del PP. A los tres días la aplicaban en silencio, de puertas para dentro, con los ERE que necesitaban para rebajar plantilla, ahogados en deudas y contradicciones. Uno de los mayores colectivos laborales de la historia de España, los que buscan empleo, nunca se vio representado. Como los jóvenes que arrancan (hasta los 40 dura el inicio, por lo visto) y los puretas que ya están por encima de los 50, expulsados para siempre del paraíso productivo (?) sin esperanza de repatriación. Con esta evolución, la función se complica demasiado. Se han quedado sin papel y sin diálogo más que en lugares y momentos concretos: sectores determinados como sanidad, toda la administración pública, en algunas grandes negociaciones que luego tienen mil excepciones prácticas.

Contra el mundo

Los sindicatos sectoriales son otra pieza del fenómeno. Como demuestra la crisis de la Policía Local en Cádiz, este tipo de organizaciones parecen ver oponentes en todas partes, especialmente entre los trabajadores. No ya entre contratantes o jefes, pagadores. Sería lo natural. El resto de los asalariados, de otras áreas, también. La mala madera y la peor cuña versión laboral. Como ha pasado antes en la Sanidad, parece que cuando los celadores, los enfermeros, tienen un conflicto, el resto de empleados del hospital son los primeros enemigos. Todos son en rivales. No digamos los de otras empresas o entidades. Visto desde la barrera del ajeno, tampoco es buena publicidad para el mundo sindical.

Tan lejos de todo

Ayer, en Cádiz, dos sindicatos distintos (y enfrentados, faltaría) coincidieron en sus críticas al alcalde en esta trifulca laboral a tres o cuatro bandas. Tal es el cainismo, el sectarismo político y el furor sectorial que protestaron ante los medios que habían osado decir que sus críticas eran coincidentes , que se alineaban por ser idénticas. Les daba vergüenza, coraje por lo menos, a los dos estar de acuerdo con el odiado enemigo de al lado, que alguien dijera que estaban diciendo lo mismo, que se daban la razón entre ellos. Este comportamiento tribal tampoco resulta estimulante a la hora del carné y la cuota. Eso de los míos con razón o sin ella suena mal. Puestos a elegir dichos, la verdad es la verdad (cada uno la que tenga) la diga Agamenón o su porquero. Si algún oponente coincide alguna vez en una apreciación tampoco es para llevarse un disgusto. Sobre todo porque los neófitos pensábamos que los sindicatos no eran oponentes entre ellos. Pero sí. Y del todo. Así les va. Así nos va. Regreso al desapego y sus causas.

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