Migración

Jóvenes marroquíes en Jerez: Una imparable cuenta atrás

Participan en el proyecto de Voluntarios por Otro Mundo tras salir de los centros de menores

Los jóvenes tienen programado el reparto de tareas semanalmente EC

Elena Carmona

Con la mirada limpia y con ganas de comerse el mundo. Así son Houdaifa, Marwan, Younes, Mohamed o Hamza. Cruzaron de Marruecos a España con el único objetivo de encontrar un trabajo y convertirse en el pan de sus familias. Querían «mejorar sus vidas». La falta de recursos económicos y de perspectivas de futuro en su país hizo que llegaran a España a través de pateras o de los propios centros de menores de Melilla y Ceuta. En estos momentos, tan sólo en Jerez, hay 25 jóvenes ex tutelados que están viviendo en casas abandonadas; mientras tanto, en el albergue (que funciona de 21 a 07 horas) hay 26 ex tutelados que están el resto del tiempo en la calle. Con Voluntarios por Otro Mundo se ha posibilitado la acogida en cinco pisos de 43 jóvenes, explica el delegado de esta asociación en la provincia, Michel Bustillo.

Los jóvenes se muestran tranquilos pero a través de la intensidad de sus miradas reflejan historias muy diferentes y sobre todo ganas de seguir luchando y conseguir su objetivo: lograr un puesto de trabajo que les permita enviar dinero a sus familias. A primera hora de la mañana, en un barrio de la zona sur de Jerez, Michel Bustillo acude a la llamada de este periódico para explicar qué situación están viviendo aquellos jóvenes extranjeros que han cumplido la mayoría de edad y ya no pueden vivir en un centro de menores . La labor de Voluntarios por Otro Mundo, que preside a nivel autonómico José Chamizo, ex Defensor del pueblo andaluz, es fundamental para comprender los obstáculos que existen a nivel administrativo y social para este colectivo. Se trata de jóvenes que han dejado atrás todo lo que conocían y tenían: familia, cultura, amigos…

Suelen comer platos con sabores de su tierra EC

Tienen emociones a flor de piel y por eso hay que trabajar con ellos «el fracaso, la frustración, la expectativa no cumplida. En Marruecos tenían una idea y un sueño de Europa y España que al final poco tiene que ver con la realidad». Las redes sociales enturbian la percepción con la que buscan ese futuro mejor. Para alcanzarlo la mayoría ha hecho una inversión muy grande, de entre 1.000 y 5.000 euros, y son «la esperanza de una familia que espera y confía en que ellos sean el pan». Como ellos mismos explicaban a la Voz «la miseria y la pobreza que hay en Marruecos se percibe en cualquier esquina». No han venido por vivir una aventura sino porque en sus países de origen no hay posibilidades de progreso y la mayoría de ellos lo hacen siendo jóvenes porque es cuando más posibilidades tienen de conseguir progresar en la vida, no hay ataduras ni condicionantes que les impida luchar por aquello que quieren conseguir.

Contaban estos jóvenes, congregados en el salón de una de estas casas, que trabajar todo el día en Marruecos de 10 a 12 de la noche «son cinco euros. Y pasan los años y no progresas, te das cuenta que no has hecho nada en tu vida», aseguraba Houdaifa. Quieren trabajo para ayudar a sus familias porque en Marruecos «sólo tienes trabajo si tu familia está bien relacionada, si no… No tienes nada». Allí se vive «sin derechos, ya no es una cuestión de dinero. Allí no tenemos nada y nosotros lo que queremos es vivir como personas». Así se expresaban estos adolescentes que lo único que buscan es vivir con dignidad.

La mayoría de estos jóvenes llegaron a la península en patera . «Llegamos a Algeciras 65 personas y sí pasamos miedo. Tardamos tres días y salimos desde Rabat». El precio del billete fue de 4.000 euros. Otro de ellos tan solo tardó ocho horas porque salió desde Tánger.

Algunos ya llevan dos años en la provincia porque antes han estado en centros de menores, pero al cumplir los 18 se quedaron «desprotegidos». Cuando llegaron solo pensaban en encontrar un trabajo y aseguran que sólo « viviendo en la calle es como conoces gente que te pueda echar un cable». Todos lo habían hecho.

Las mañanas las pasan haciendo cursos y mejorando su español EC

Con Voluntarios por Otro Mundo se facilita la asistencia integral de estos ex tutelados por la Junta de Andalucía que viven esa situación de desprotección. El proyecto tiene un plazo de tiempo de un año, pero es revisable y ampliable. Ese es el caso de «Sasha», uno de los jóvenes que fueron acogidos por esta ONG, y que ha permanecido durante tres años en el proyecto y a día de hoy trabaja de educador en el Centro de Menores de Antequera. Ellos cuando llegan a España quieren el trabajo y los objetivos en el mismo momento: «En dos meses no se puede conseguir trabajo, papeles y cualquier cambio. Hay que darse tiempo para buscar lo mejor». Por ejemplo, las pasadas Navidades conseguían unas prácticas en IKEA con la que todos quedaron maravillados, incluso la supervisora de la labor enviaba un correo a Bustillo para asegurarle que no había «niños tan diligentes y con tantas ganas». Un hecho objetivo que suma al caminar diario de estos jóvenes. Sin embargo se encuentran con problemas como la necesidad de una documentación en regla , lo único que se hace para su integración es darle una autorización de residencia, a los 16 años, «que no les permite trabajar, muy al contrario específica que no están autorizados para ello».

Con esta ONG colaboran alrededor de 20-25 voluntarios y aunque es un trabajo difícil cuentan con la colaboración de entidades y particulares: Servicios Sociales del Ayuntamiento, Obra Social La Caixa, Banco de Alimentos, asociación Zaqueo que les facilita el pan de 45 jóvenes, y muchos donantes, que apuestan por el proyecto y colaboran.

Desde hace un año existe una gran demanda de chicos pidiendo ayuda y eso obliga a tener que reajustar los recursos con la idea de sacar de la calle al mayor número posible de jóvenes.

Cómo viven

Ahora, con la oportunidad que les da esta ONG, estos adolescentes se autogestionan. Comparten piso y se reparten de manera organizada las tareas de la casa . El calendario de tareas es semanal y va desde hacer la comida o limpiar el baño hasta bajar la basura. Han pasado de vivir con sus familias a estar solos por el mundo, sin una referencia de un adulto al que atender. «Los alquileres son económicos, viven de manera austera y así pueden acoger a un mayor número de jóvenes», explica Michel Bustillo.

En su día a día acuden a cursos formativos y clases de españo l. Son conscientes de la importancia que tiene perfeccionar el idioma para poder encontrar un trabajo digno. Dentro de la charla queda sobre la mesa la falta de formación con la que salen de los centros de menores cuando cumplen los 18 años. Se ha llegado a perder un tiempo «muy valioso» que no se puede recuperar.

Van acompañados por voluntarios a la compra en el supermercado, donde recuperan muchos de los sabores de su tierra. «Hoy tenemos tajín de verduras», decía cortando las hortalizas en la cocina uno de los jóvenes que al finalizar el reportaje comenzaba a preparar el almuerzo.

Estos adolescentes viven con mucha represión por el tiempo porque las tarjetas les caducan y porque el propio proyecto que buscan conseguir es duro.

Ellos tienen la suerte de formar parte de la familia de Voluntarios por Otro Mundo, pero la moneda tiene otra cara que son esos chavales que están todo el día en la calle, congregados en plazas como la del Arenal en Jerez y que, en ocasiones, se colocan con aquello que es más asequible para sus bolsillos. Con 18 años, tras salir de los centros de menores se quedan en la calle, explica Michel Bustillo, y sin documentación , con apenas pocos conocimientos del español y muy poca formación que eliminan de un plumazo las pocas opciones que puedan tener para trabajar.

Por eso hay que tomar medidas para que se repitan casos como los de Zacarías y Mohamed que han accedido a un curso en la Cámara de Comercio de Castellón para marinero a bordo que al finalizar supondrá un puesto de trabajo asegurado en una naviera balearia, y tendrán un sueldo de más de 1.300 euros. No obstante, no es oro todo lo que reluce porque cualquier formación supone un gasto, en esta ocasión de 1.250 euros, así como el traslado de estos jóvenes a otra ciudad implican: necesidad de vivienda y una beca de alimentación .

Bustillo lanza un mensaje a la Junta y a todos los que tutelan a migrantes: «Les pediría que firmaran q ue no se deje en la calle a ningún niño con 18 año s si no hay un recurso adecuado para él». Eso solucionaría este desequilibrio social que se está viviendo.

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