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Las raíces gaditanas de un diplomático

Jorge Domecq, diplomático y nuevo director de relaciones institucionales de Airbus

Goretti Domecq

Toda una vida viajando y viviendo en 7 rincones del mundo diferentes. Bruselas fue su última casa. Ha conocido más de 75 países , pero el Puerto nunca ha dejado de ser su rincón de veraneo desde que tiene uso de razón. Así es la vida de Jorge, más conocido como Georgie para sus amigos y familiares. Es el último de 12 hermanos, el único que paso su etapa escolar en su ciudad natal, Jerez de la Frontera, lo que hizo que estuviese en su casa como hijo único durante varios años y «estar a las puertas del mar». Cuando terminó el colegio se fue a Sevilla a estudiar derecho, y después ingresar en la carrera diplomática.

Jorge, lleva realizando actividades diplomáticas desde hace 35 años . Estuvo destinado en las representaciones españolas en el Consejo de la Alianza Atlántica y Brasil. Fue asesor ejecutivo del gabinete del Ministro de Defensa, director del gabinete del Secretario General de la OTAN y segundo jefe en la embajada de España en Italia. En 2004 fue nombrado segundo jefe en la embajada de España en Marruecos y en 2005 pasó a ocupar el puesto de subdirector general en la Oficina de Asuntos de Gibraltar.

Posteriormente, fue director general de Naciones Unidas, Asuntos Globales y Derechos Humanos, y desde julio de 2010 a enero de 2011 fue director general de Asuntos Multilaterales. Entre 2011 y 2014 fue embajador en Filipinas, sitio del que destaca sus maravillosas playas e islas, y que recomienda visitar a los amantes del mar y el buceo antes de que se explote turísticamente. En 2015 fue nombrado director ejecutivo de la Agencia Europea de Defensa, etapa que acaba de finalizar para dedicarse por primera vez en su carrera al sector privado, como director de relaciones institucionales de Airbus.

Con un currículum tan internacional, le preguntamos por qué sigue veraneando en el mismo sitio en el que lo hace desde que nació, El Puerto de Santa María. Nos responde que principalmente cuando viajas tanto necesitas mantenerte arraigado a tus orígenes , y más teniendo unos fuertes lazos familiares de la época en la que venías con tus padres.

«Recuerdo que, en los años 60, veníamos todos los hermanos en una DKW, una camioneta monovolumen, desde Jerez todas las mañanas y nos poníamos debajo de lo que actualmente es el Club de las Redes, que era la casa de Miguel Castro, y en la playa estábamos prácticamente solos. Había unas casetas con hamacas y toldos para dormir la siesta. Las mañanas las pasábamos en la playa y las tardes en los pinares, donde hacíamos cabañas y cogíamos piñas. En esa primera línea de playa había pocas construcciones, entre ellas el Hotel del Cangrejo Rojo, la Casa de los Jesuitas o la casa de playa de los Terry. No existía nada más, ni Vistahermosa. Por entonces, los únicos seres vivos qué te encontrabas en la playa además de los primos o amigos con los que venías eran los burros y las mulas que venían por arena para las obras. Después de pasar todo el día, nos volvíamos a eso de las 18:00».

Algunos años más tarde, los padres de Jorge compraron una casa en la urbanización 'Nuestra Señora del Mar' en el Manantial donde ya pasaban los veranos enteros y hacían pandilla con sus entonces vecinos, la mayoría familias sevillanas como los Medina o los Gayan.

En la adolescencia, solían moverse en moto entre urbanizaciones, e iban a casa de sus amigos que venían de Madrid, Jerez o Sevilla, y la mayoría vivían en Vistahermosa. Destaca las buenas fiestas que se hacían en las casas y que a día de hoy echa de menos que se celebren, dice que era la mejor forma de que todos los de fuera se reencontrasen.

Otro de los motivos por los que destaca seguir viniendo es porque sus dos hijas Adriana y Blanca también han querido hacerlo, de lo que dice: «Mi mujer y yo lo hemos comentado la importancia que es para unos hijos de diplomáticos el no perder las raíces. De hecho, ha sido muy bueno para ellas porque nosotros hemos cambiado de domicilios más de 12 veces y eso ha sido duro, por lo que tener un punto de referencia en El Puerto ha sido siempre positivo. Tanto era esto para ellas, que cuando eran pequeñas y estábamos en Madrid destinados, me dijeron -papá, ¿cuándo vamos al España? - porque para ellas España eran las vacaciones en El Puerto donde al principio alquilábamos».

Fue en el año 92 cuando Jorge adquirió el apartamento en el que nos encontramos, en Puerto Sherry y del que dice que ya casi ni caben con los nietos, pero que le gusta mucho porque es muy bonito ver el mar desde la cama o leer mientras se fuma un puro viendo el atardecer.

El arte de vivir es cambiar de hojas sin perder las raíces, y eso es lo que nos ha transmitido Jorge con sus palabras.

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