PROVINCIA

El Puerto, la ciudad cansada

La crisis de gobierno ha sacudido un municipio que desde hace años lucha por escapar de la parálisis de proyectos de envergadura y el deterioro progresivo de su casco histórico

Una calle del casco histórico de El Puerto con evidentes signos de abandono A. VÁZQUEZ

MARÍA ALMAGRO

El que gobierna sabe que cuando agarra con ganas el bastón de mando detrás vendrán muchas responsabilidades. Las fáciles y las difíciles. Las trampas heredadas y los retos que se propongan. Eso lo traía el traje de político y así lo entienden sin miramientos los ciudadanos que esperan siempre respuestas a sus preguntas y soluciones a sus quejas. Los vecinos, esos a los que se les estrecha la mano en campaña, dan por hecho que cuando depositan la confianza en alguien, firme las siglas que firme, no hay marcha atrás. O se cumple, o no. Ese era el pacto.

El Puerto se despertaba este jueves abocado a un nuevo escenario en cuestión de horas, lo que tardó el alcalde socialista David de la Encina en romper el acuerdo tripartito que desde las municipales ha mantenido con Levantemos e Izquierda Unida.El mismo que les había aupado al gobierno municipal por delante del PP –la lista más votada–. Destituía a cuatro concejales de la agrupación vecinal, para muchos de la cuerda de Podemos, y abría así la puerta «por obligación» a una nueva coyuntura, la minoría.

La ‘espantá’ de Levantemos por el asunto de la construcción de un controvertido parking subterráneo a la entrada de la localidad, ha dejado un municipio como El Puerto, que ya venía bien lastrado, pendiente de un hilo justamente ahora a las puertas del verano. Con nueve concejales en una Corporación de 25, De la Encina ha hecho un llamamiento a la responsabilidad y al talante del resto de políticos para que no busquen sus oportunidades en este revés, un requerimiento que se presume ambicioso ante unas nuevas elecciones generales. Mientras, en la calle, el vecino exige que la ciudad funcione, y que al menos, esté a la altura de los impuestos que paga.

A. V.

Cuenta que una de las propuestas que les ha llegado es que el Mercado se traslade a una antigua bodega. «Si nos mueven que nos lleven ya allí. Si no, que arreglen esto porque así no podemos seguir.Hemos tenido que bajar un 30 por ciento los precios para que la gente siga viniendo porque el centro está cada vez más muerto».

Si avanzamos hacia el Barrio Alto, el escenario se recrudece. Ésta es sin duda la zona de la ciudad que peor ha envejecido. Puntales, desconchones, solares abandonados... dibujan un problema grave de infravivienda y escenifican la parálisis que respecto a su conservación ha habido durante años. La falta de un Plan Especial para rehabilitar el casco histórico no es nuevo pero no por ello deja de ser urgente.

Ana vive en la calle Zarza. Su casa está «más o menos bien» porque es suya en propiedad pero está rodeada de vecinos en un patio que, literalmente, se cae a cachos. La propietaria no asume las obras. «Hemos llegado a tener ratas, fuimos a avisarlo al Ayuntamiento pero aquí no vino nadie», cuenta. «Entiendo que no haya dinero, que haya que hacer otras cosas y no sé quién es el responsable pero no se puede tener a un ciudadano viviendo así».

El deterioro del centro urbano es uno de los principales asuntos que tanto PSOE como IU y Levantemos se comprometieron a solucionar.De momento, en un año no han logrado encontrar una solución definitiva aunque sí han llegado a sancionar a algunos propietarios (entre ellos entidades bancarias) por no ocuparse de solares y casas abandonadas.

Elena recuerda la primera medida que adoptó nada más llegar De la Encina al gobierno:eliminar la zona naranja, la obligación de pago por aparcar que había puesto el PP en lugares como Valdelagrana y Las Redes y que dividió a vecinos y comerciantes en partidarios y detractores. «Me parece patético que montaran tanto follón por quitar lo de la zona naranja en las playas para luego dejarlas abandonadas y que no se llevaran ni una bandera azul», critica Elena. Un vecino de esta zona residencial coincide con ella. «Lo que es necesario es un orden, no convertirlo en la ciudad sin ley cuando llega el verano. Quitaron la zona naranja y ya está otra vez todo lleno de gorrillas y de gente aparcando cómo sea». Como explica este residente, Valdelagrana sigue padeciendo numerosos problemas en sus viales y equipamientos, y ahora, con el calor y la humedad cercana de Los Toruños, se enfrentan también a la plaga de mosquitos.

Este viernes el alcalde, ya en minoría, les trasladaba a los portavoces de la oposición su intención de seguir trabajando para la ciudad. «Aquí lo importante son los problemas de los vecinos, el paro, el abandono de las calles, la falta de vivienda, las infraestructuras necesarias, y en este compromiso yo seguiré al frente como alcalde». Los portuenses estarán atentos.

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