Toros
Cinco orejas y un rabo para El Juli en El Puerto
Morante de la Puebla se va de vacío y abroncado del coso portuense ante un lote sin opciones de Núñez del Cuvillo
Tarde de cara y cruz. Éxito rotundo de El Juli , que aprovechó la óptima condición para el triunfo de sus tres oponentes, y de fracaso sin paliativos de Morante , que se estrelló ante las nulas posibilidades que le ofreció su lote.
Abrió plaza un jabonero de Núñez del Cuvillo , pasado de kilos y cornicorto, que acometió con brusquedad al capote de Morante , al que no permitió estirarse con relajo a la verónica. Recibió un fuerte puyazo trasero y su áspera embestida se tornó aún más corta y desabrida. Esperó en banderillas y arribó al último tercio con una manifiesta violencia frente a la que Morante no anduvo con ánimos para domeñar. Tiró líneas por ambos pitones y, ante la evidente dificultad del astado y la eólica incomodidad , armó raudo la espada, con la que acertaría al cuarto intento. El tercero, un castaño reservón y huidizo, tampoco dio facilidad alguna al de La Puebla, circunstancia por la que también fue duramente castigado en varas. Pero ni aún así .
Desentendido por completo de los engaños y con peligro por el pitón derecho, constituyó todo un regalo para Morante, quien, tras mucho insistir y exponer, sólo pudo gotear algunos naturales a media altura. Con una estocada caída y tendida se deshizo por fin del manso. El tercio capotero del quinto consistió en una permanente persecución de Morante del nuevo manso que le salió por chiqueros, en cuyo cansino transcurso pudo dejar la puntual excelsitud de tres verónicas sublimes. Dos varas en regla tomó el astado en el caballo y llegó al tercio de muerte sin un ápice de casta. Por lo que Morante, tras comprobar su nulo recorrido y ante la imposibilidad de extraer fruto de árbol tan marchito, optó pronto por tomar la espada y acabar con la res de pinchazo hondo y dos descabellos. Bajo la explícita bronca de un decepcionado respetable.
Con poderosas y ajustadas verónicas recibió El Juli al castaño de Santiago Domecq que hizo segundo, cuya suave embestida movió al madrileño a ordenar que sólo le señalaran el puyazo. Una vez simulada la suerte de varas, el toro, justo de fuerzas, pegó una voltereta durante el tercio de banderillas, lo que menoscabó aún más su tracción. Pero quedó con noblona y repetidora embestida, lo que aprovechó el juli para gustarse con derechazos suaves y ligados, aderezados con hondos pases de pecho o airosos cambios de mano. menor ajuste y profundidad poseyeron los naturales, en los que ya su oponente evidenció un rebajado ímpetu en la pelea. Unas tandas postreras en redondo y unos circulares acabaron por enaltecer de manera definitiva a la concurrencia, colofón de una faena en la que aprovechó hasta el último conato de embestida que le regaló el noble animal. Con el que acabaría de estocada fulminante y algo desprendida. Tras lo cual, torero obtuvo doble trofeo y al toro se le premió con póstuma vuelta al ruedo.
El cuarto fue un colorado escurrido de carnes y ofensivo de cara que careció de codicia durante el primer tercio, en cuyo transcurso destacó la buena ejecución de la suerte del picador Antonio Barroso . Con estéticos y dominadores doblones inició El Juli el trasteo, en el que el toro mostró movilidad pero una embestida poco clara y cabeceadora, con tendencia a echar la cara arriba tras los muletazos. El diestro le bajó la mano, le cortó algo el viaje y elaboró esforzadas y sucesivas series, más asiduas al natural, de acabado desigual. Una estocada trasera puso fin a este acto, recompensado con el corte de una oreja. Se estiró con garbo a la verónica frente al sexto de la suelta, suerte que remató con bella media y revolera. Portentoso resultaría un quite de chicuelinas de manos bajas , abrochadas con una media lentísima, que hizo sonar la música. Aprovechó la boyante condición de la res, noble y repetidora, aunque sin profundidad en su embestida, para plasmar una faena basada en el toreo en redondo, en cuyo ejercicio logró los momentos álgidos. Tandas de derechazos y naturales se sucedían en perfecta conexión con los tendidos, ya entregados a esas alturas de la tarde, con la corrida que estaba cuajando el diestro madrileño. Tras matar de gran estocada se le concederían los máximos trofeos.
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