Campo de Gibraltar

Fundación Prolibertas, una década brindando una segunda oportunidad a los más vulnerables

Esta ONG atiende a reclusos, inmigrantes, víctimas de trata y violencia de género y personas en exclusión social con brillantes resultados

Soraya Fernández

Reclusos, inmigrantes, mujeres maltratadas, personas sin techo o en exclusión social… Son los usuarios de la Fundación Prolibertas , una organización no gubernamental dependiente de la Orden Trinitaria que tiene una delegación en Algeciras y que lleva una década brindando oportunidades a centenares de seres humanos para que puedan iniciar una nueva vida con dignidad y autosuficiencia.

Los resultados del trabajo de la delegación de Algeciras hablan por sí solos: el año pasado –últimos datos disponibles- Prolibertas logró un 45% de inserción laboral de sus usuarios, un porcentaje que superó al de 2017. Y ello pese a las dificultades y recortes sufridos en las ayudas del IRPF a nivel autonómico.

Así, de las 547 personas atendidas en la delegación algecireña, 249 lograron un empleo y 225 realizaron prácticas externas en empresas. Y es que más de cien empresas del Campo de Gibraltar colaboran con esta ONG para conseguir que los más vulnerables tengan una segunda oportunidad.

Sergio García es el delegado de la Fundación Prolibertas de Algeciras. Construir historias de vida y promover la dignidad de las personas más desfavorecidas son los objetivos de esta entidad, que cuenta con un programa de acogida, promoción e inserción; una escuela de capacitación y emprendimiento hostelero y el programa Incorpora de la Obra Social La Caixa. Estas tres iniciativas son complementarias. «Somos un instrumento para que estas personas, que tienen sus vidas rotas, dispongan de medios para iniciar una nueva andadura», explica.

La casa de acogida Marcos Criado comenzó a funcionar hace ahora diez años para atender a víctimas de violencia de género y de trata, reclusos de Botafuegos y El Puerto III e inmigrantes, principalmente.

«Atendemos a todo tipo de personas con problemas y privadas de recursos pero que tienen ganas de cambiar aunque no tienen quien les ayude. Les proporcionamos techo, comida y les ayudamos a buscar una salida laboral», señala Paloma Núñez, trabajadora social.

Con una capacidad para 38 personas -27 para hombres y 11 para mujeres-, este ambicioso proyecto surgió de la experiencia de los religiosos Trinitarios en la Pastoral Penitenciaria, que constataron la falta de recursos para las personas privadas de libertad y la necesidad de ofrecerles su reinserción en la sociedad. Eso sí, Prolibertas no trabaja con penados con delitos de sangre ni de índole sexual.

En esta casa de acogida se intenta promover su autonomía personal mediando con sus familias y la sociedad, mejorando su autoestima y promoviendo hábitos saludables y motivación para volver a empezar. El año pasado, esta casa acogió a 120 personas de las que el 45% recuperó los lazos familiares y/o accedieron a una vivienda.

En 2013, Prolibertas vio la necesidad de formar a sus usuarios y creó la Escuela de Hostelería mediante un acuerdo con la Escuela Superior de Sevilla. Los cursos duran tres meses y medio e incluyen teoría y prácticas internas y en empresas de la zona. De los 105 usuarios que iniciaron la formación el año pasado en dicha escuela, 12 fueron contratados en empresas del Campo de Gibraltar y 16 en las ciudades de las que fueron derivadas una vez terminadas las prácticas externas, principalmente Sevilla, Córdoba y Granada.

Pero Prolibertas quiso ir a más y en 2018 fue pionera al impulsar un programa de inserción socio-laboral para personas reclusas o ex reclusas en el que han participado las delegaciones de Algeciras, Sevilla y Málaga, y que llegó a 150 usuarios.

Este taller permite hacer un seguimiento y evaluación de cada caso ante la concesión de un permiso e incide en la reflexión, la formación en valores y la preparación para que afronten los futuros permisos y la vida en libertad. «Muchas veces son personas que no han tenido una oportunidad en la vida ni quienes hayan creído en ellos mismos. Hay que ponerse en su lugar. Tienen sueños, como nosotros, y cuando tienen un camino para hacerlos realidad, se esfuerzan. En Prolibertas les damos las herramientas para que sean dueños de sus propios destinos», apunta Sergio García.

Toda esta atención se complementa con el programa Incorpora de La Caixa , que brinda oportunidades de inserción laboral para personas con especiales dificultades y que el año pasado atendió a 333 usuarios, principalmente jóvenes y personas privadas de libertad.

Pero además, dentro de dicho programa se puso en marcha el denominado EPYCO, que se lleva a cabo dentro del centro penitenciario de Botafuegos para mejorar las competencias para la empleabilidad de los reclusos. El 95% de los beneficiarios que realizaron la formación dentro y fuera de prisión lograron un empleo.

María del Carmen Lima es técnico de empleo de Epyco. Trabaja en Botafuegos. «La experiencia está resultando muy gratificante aunque no es fácil porque partimos de una historia personal y de vida que no se puede cambiar de repente. Hay quien está muy motivado para cambiar pero hay quien no y regresa a prisión. Se trata de usuarios que están próximos a salir en libertad. Llevo siete meses con este grupo, integrado por 25 internos. Les ofrecemos una intervención previa a su salida en tercer grado. Con uno que consigamos salvar ya me doy por satisfecha. En diciembre empezaremos una segunda edición del programa».

Otro instrumento que se ha desvelado muy eficaz es el denominado Puntos Formativos de La Caixa, que persigue el empoderamiento de las personas en situación de vulnerabilidad y ha impartido cursos de camarera de pisos y dependiente de productos frescos, en las que participaron 42 usuarios de los que 31 consiguieron un puesto de trabajo. Además, se imparten cursos de jardinería, fotografía y auxiliar de comercio.

Historias tremendas

Pero más allá de las frías estadísticas, necesarias por otra parte para poder valorar el gran trabajo que realiza esta ONG, están las historias. «Tenemos historias muy duras. En la casa de acogida es donde están las situaciones más extremas. Son personas que no tienen absolutamente nada y a las que les proporcionamos todo. El objetivo es formarlos y lograr que se inserten en el mercado laboral para que salgan del círculo vicioso y de las situaciones de verdadero riesgo en las que se encuentran», explica el responsable de esta delegación.

Se trata de inmigrantes , víctimas de trata y de violencia de género y personas sin hogar y que sin esta ayuda, no tienen futuro o el que tienen es muy incierto.

La inmigración irregular , una realidad que azota al Campo de Gibraltar, requiere grandes esfuerzos. De hecho, Prolibertas contribuyó de una manera importante a atender a muchas de las miles de personas que llegaron al Campo de Gibraltar durante la crisis migratoria del verano de 2018.

«Tenemos casos horribles. Personas que emigran porque son víctimas de grupos terroristas como Boko Haram , chicos que han visto cómo han matado a sus padres y quienes hasta llegar a Marruecos han visto cómo han muerto hermanos y compañeros. También a muchas mujeres que han sido víctima de la trata y han sufrido terribles abusos», añade García.

Lecciones de vida

Pero este ingente trabajo tiene su lado positivo. «Hay casos preciosos. Tuvimos un chico que estaba en ese mundo del dinero fácil y estaba en prisión. Dejó embarazada a su pareja. Cambiamos sus perspectivas vitales para que buscase un trabajo y tuviese la oportunidad de disfrutar de su familia. La motivación y la formación que le proporcionamos permitieron que reconvirtiera su vida, trabajando con él en prisión y luego en libertad. Prefirió ganar menos dinero pero tener una vida con su familia», añade.

De los 20 reclusos con los que se trabajó el año pasado, 18 encontraron trabajo a través del programa Epyco: «Analizamos cuáles son sus competencias, en qué se defienden mejor. Muchos no quieren volver a lo mismo y ver que se han ilusionado y han encontrado un empleo y han normalizado sus vidas es muy gratificante».

Otra chica de Nigeria que fue víctima de la trata llegó realmente traumatizada a Prolibertas. No hablaba. «Un día, cuando ya estaba con las prácticas en el curso de hostelería y vio que era útil, empezó a cantar y tenía una voz preciosa. Hizo las prácticas en un hotel de la zona y hoy en día trabaja. Nos dijo que había sufrido mucho, pero que creía en Dios y que lo olvidaba todo por la oportunidad que se le había brindado»”, apunta García.

El responsable de la delegación algecireña de Prolibertas asegura que todo el esfuerzo es poco para la gran recompensa que supone este trabajo: «De ser un problema social logramos que sean un potencial para la sociedad. Estas personas contribuyen a la riqueza del país pagando sus impuestos y trabajando».

Para esta ejemplar labor, la delegación de Prolibertas de Algeciras cuenta con 14 técnicos entre profesores, trabajadores y educadores sociales, así como con numerosos voluntarios. Pero toda ayuda es poca. Los interesados pueden hacerse socios o hacer aportaciones económicas para contribuir con la gran labor que realiza esta ONG, que ha sido distinguida este mes con uno de los Premios al Valor Social de Cepsa .

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